Tras el Paro Nacional de Mujeres y la posterior marcha que convocó a miles de personas de todos los géneros y edades en el centro de la Ciudad de Buenos Aires, la cual tuvo sus réplicas a lo largo de todo el país, se vuelve a poner al feminismo en el centro de la opinión pública. Como no podía ser de otra manera, algunos sectores reaccionarios quisieron contrarrestar la pelea por «Ni Una Menos» con un falso y equívoco «Nadie Menos». ¿Por qué no sirve ese slogan vacío? ¿Qué se esconde detrás esa frase que a priori parece inocente?
Vivas nos queremos
Una vez, la Ciudad de Buenos Aires fue el escenario de una marcha que nos hubiera gustado que nunca existiera, pero que resultaba urgente e imprescindible. En lo que va del mes de octubre, hubo un promedio de un femicidio por día, siendo el caso de Lucía Pérez el que más repercusión tuvo. La joven de 16 años oriunda de Mar del Plata fue sometida a una “agresión sexual inhumana”, tal como describió María Isabel Sánchez, la fiscal encargada del caso. Tres hombres la violaron, lavaron el cuerpo y le cambiaron la ropa para ocultar rastros. La abandonaron en una sala de emergencias de Playa Serena, Mar del Plata, a donde llegó muerta por el “excesivo dolor” que le provocó un paro cardíaco. Ante este contexto, ¿cómo no salir en multitudes a exigir una pronta respuesta del Estado?
Sin distinciones de edad ni género -tema que provocó rispideces dentro de las organizaciones convocantes-, miles de personas le hicieron frente al mal clima de la capital argentina para volver visible el dolor y el rechazo a la ola de violencia machista y patriarcal que lleva larga data en el país y que tomó más notoriedad en los últimos años.
Miles de personas le hicieron frente al mal clima de la capital argentina para hacer visible el dolor y el rechazo a la ola de violencia machista y patriarcal que lleva larga data en el país
Tal como informamos anteriormente en La Primera Piedra, de acuerdo a la Asociación Civil La Casa del Encuentro, entre el 1 de junio de 2015 y el 31 de mayo de 2016 hubo 275 femicidios, de los cuales el 86% fueron cometidos por hombres pertenecientes al círculo íntimo de las víctimas. El 20% de los casos sucedió aún habiéndose realizado denuncias previas. La cifra no dista mucho del año 2014, en el que se perpetraron 277 femicidios. Desde 2008 a 2015 se han contabilizado, en total, más de 2 mil asesinatos de mujeres por su condición.
Las razones para no decir «Nadie Menos»
Ahora bien, siempre que el reclamo por Ni Una Menos sale a la luz, muchos sectores reaccionarios comienzan a responder con un slogan vacío como el de «Nadie Menos«. ¿Acaso plantear que se acaben los femicidios va en contra de ese reclamo? No, nada más lejos que eso. Las razones para no decir esa frase en el contexto actual que atraviesa Argentina -y muchas otras naciones en el mundo- son muchas y merecen estar en el centro de la escena.
Para comenzar, nunca se le puede responder a una problemática planteando otro factor complejo como puede ser la inseguridad. Más si tenemos en cuenta que, desde los mismos sectores que se embanderan con el discurso de «Nadie Menos», son los primeros en pedir la pena de muerte o los linchamientos hacia los ladrones. Anular un reclamo trazando dudosas conexiones con otras realidades a resolver solo nos lleva a la quietud y al conformismo de pensar que nada se puede cambiar, quitándole de ese modo a la sociedad una de las herramientas más potentes que tiene a su alcance: la movilización y la protesta. Sin embargo, eso no es lo más grave.
El «Nadie Menos», que a priori parece ser una inocente e ingenua búsqueda de igualdad, en realidad intenta invisibilizar la culpa que carga una sociedad machista de perpetuar muertes a mujeres por el simple hecho de su condición de género.
El «Nadie Menos», que a priori parece ser una inocente e ingenua búsqueda de igualdad, en realidad intenta invisibilizar la culpa que carga una sociedad machista de perpetuar muertes a mujeres por el simple hecho de su condición de género. La cultura patriarcal en la que todos fuimos criados -ya se trate de hombres, mujeres o trans- nos enseñó a que todas nuestras amigas y familiares estaban en la vida para que un hombre las encuentre y las vuelva parte del sueño americano: un auto, una casa, una mujer e hijos.
(Ver nota relacionada: Fotoreportaje: el Miércoles Negro y la lucha por una patria feminista)
Si las mujeres son un objeto o una meta a alcanzar, entonces no es de extrañar que creamos que podemos hacer cualquier cosa con ellas. Esto se agrava aún más si tenemos en cuenta lo que sucede con las trans: 9 de cada 10 tiene como única salida laboral el trabajo sexual, el cual muchas veces las priva de una cobertura médica apropiada y aportes jubilatorios para su futuro.
«Ni Una Menos» es el grito necesario y urgente de esta época, ya que desnuda las desigualdades y crueldades de la vida moderna que no conoce otro predominio que no sea el de los hombres, los mismos que no saben lo que es salir a la calle teniendo miedo de ser violados o incomodados con frases e insultos que no estaban interesados en recibir. Un hombre no entiende lo que es que tener que tomarse un taxi porque a cierta hora ya es «peligroso» no estar acompañado en la calle. Ni tampoco sabe que el miedo sigue arriba del auto y solo se termina una vez que se cerró la puerta de su casa con llave.
«Ni Una Menos» es el grito necesario y urgente de esta época, ya que desnuda las desigualdades y crueldades de la vida moderna que no conoce otro predominio que no sea el de los hombres, los mismos que no saben lo que es salir a la calle teniendo miedo de ser violados o incomodados con frases e insultos que no estaban interesados en recibir.
El cuerpo de la mujer todavía es visto como un objeto de consumo para los hombres dentro de la sociedad, donde los lugares ocupados por el género femenino en las publicidades solo puede ser dos: madre o mujer fatal. No hay nada más en la vida que este sistema diseñó para las mujeres. El hombre, en cambio, aprendió a vivir sin la necesidad de esperar la aprobación de otro género. Decir «Nadie Menos» es esconder todo esto y correr la discusión hacia un lugar improductivo.
Para pedir «Nadie Menos», es urgente garantizar que haya un «Ni Una Menos» real, aún sabiendo que esa lucha es larga y continuará en el futuro inmediato. Si, en cambio, no van a asumir su responsabilidad y su lugar histórico en lo que está ocurriendo, al menos tengan la decencia de no esconderse bajo la igualdad, que al fin y al cabo es una bandera que tampoco los representa.