«No puedo afrontar situaciones horribles sin reírme de eso», sostiene Magalí Tajes (27), escritora y comediante que todos los días llega a miles de personas en las redes sociales. Sin embargo, el éxito no le quita el espíritu combativo para denunciar las desigualdades cotidianas: «Si fuera más «minita» o menos combativa y sólo hablara de tacos y vestidos, siento que por ahí me sería más fácil todo», asegura. ¿Cómo convivir con la presión de saber que hay tantas personas esperando por lo que se hace? ¿Cómo combinar el humor con la crítica? Esas y muchas otras respuestas, en la siguiente entrevista.
-Teniendo en cuenta todas las disciplinas en las que te movés, ¿cómo te autodefinirías?
-Uf…creo que soy un mix de cosas, un popurrí. Cada vez que intento definirme, llega otra cosa y me dice: «¡Hey, no te definas, mezclate!». Me parece que la mezcla hace a la potencia: estudiar psicología, hacer stand up y escribir son cosas que se potencian las unas a las otras. Menos para recibirme de psicóloga, todo se potencia (risas).
-¿Qué lugar ocupa el humor en tu vida?
– Me encanta el humor, ocupa el 90% de mi vida. Por momentos lo necesito, no puedo afrontar situaciones horribles sin reírme de eso. No me río todo el tiempo, pero es lo primero que se me viene. El humor y el miedo son reacciones instantáneas cuando algo me pasa.
-Teniendo en cuenta tu costado de escritora y, en particular, de poeta, en los últimos años surgió el debate entre lo que es poesía y lo que es stand up. Vos, que hacés ambas cosas, ¿cómo te parás en esa discusión?
-Me parece que el humor es una linda manera de hacer poesía. No sé si tanto en Argentina, pero hay muchos comediantes que hacen poesía con el humor. Lo que sí hay en Argentina son muchos poetas que hacen humor con la poesía, como Mana Bugallo. Vos la ves a ella y no podés evitar reirte, al mismo tiempo que te pega. No sabés si es gracioso o te está doliendo, y ese es el secreto: no distinguir.
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-Entonces, vos no trazás una linea entre qué es poesía y qué no lo es, ¿no?
-No, me parece que es inútil eso. Eso es más de cuidar tu territorio, porque, qué sabés vos qué es la poesía o no. Uno cuando escribe no sabe qué es lo que está haciendo. Al menos yo no puedo decir si esto va a tener cierta lírica, o si es poesía o no. Ponerle enter a algo tampoco la vuelve poesía.
Me encanta el humor, ocupa el 90% de mi vida. Por momentos lo necesito, no puedo afrontar situaciones horribles sin reírme de eso
-En esa dirección, ¿te pasa que a la hora de tener una idea no saber en qué va a terminar? Ya sea un poema, un cuento, un guión de stand up, etc.
-Sí, me pasa a veces que tengo la duda de si hacer un chiste con una situación o escribir algo. En general escribo las ideas en función de desarmarlas: primero tengo el final y deconstruyo lo anterior.
-¿El remate?
-Claro, no sé por qué. Con los chistes es lo mismo: primero lo que te hace reír y después entender qué es lo que te hizo reír.
-¿Te sorprendió la repercusión que tuviste en las redes sociales?
-Sí, obvio que me sorprendió. Laburé para eso, pero cuando me pasó no lo entendí, creí que se me había roto el celular porque me empezaron a llover notificaciones. Empecé a pensar: «¿Otra vez se me rompió el teléfono? ¡Lo acabo de comprar!» (risas). Después me di cuenta de que no, no era eso, y me asusté. Estuve dos o tres días sin subir nada porque tenía miedo, sentía que iba a depender de la aprobación de los demás. Al rato comprendí que ya sabía cómo vivir sin aprobación, porque siempre fue así, por lo que dejé ese temor atrás. Por suerte, sigue habiendo mucha respuesta, sobre todo de adolescentes y jóvenes, y eso está buenísimo.
-La mayoría de la gente no depende en sus trabajos de una aprobación directa o al menos tan masiva como vos. ¿Cómo convivís con eso?
-Me llevó mi tiempo, estuve unos meses sin dormir en serio. Después se fue acomodando y entendí que no podía dejarme atrapar por el éxito inmediato si quería seguir haciendo cosas que me interesaran. No siempre lo que yo quiero decir tiene efectividad, pero siento que muero en la mía. No podés tener todos los días una buena idea, es muy difícil. Yo trato, pero no siempre se consigue.
Estuve dos o tres días sin subir nada porque tenía miedo, sentía que iba a depender de la aprobación de los demás. Al rato comprendí que ya sabía cómo vivir sin aprobación, porque siempre fue así, por lo que dejé ese temor atrás.
-¿Por qué te gusta llegar a ese público joven?
-Me encanta poder llegar a gente de mi edad o más joven y poder decir cosas que a mí me hubieran gustado escuchar a esa edad. Sentir que a las personas les siguen interesando cosas profundas de la vida, que los chicos no están en cualquiera, que leen, piensan y no son como te los quieren vender. La flasheo mucho con eso.
-En ese sentido, en lo que hacés solés no sólo narrar historias o chistes, sino que también aprovechás para denunciar, sobre todo con el lugar que ocupa la mujer en la sociedad. Aún hoy es difícil que una mujer pueda competir por un lugar de prestigio en las mismas condiciones que un hombre.
-Sí, para la mujer sigue siendo más difícil. Incluso con todo el alcance que llegué a tener a nivel de redes sociales, me sigue costando un montón, y creo que es por ser mujer. Si fuera más «minita» o menos combativa y sólo hablara de tacos y vestidos, siento que por ahí me sería más fácil todo. Igual me gusta que sea difícil, porque eso da cuenta de que la gente que me sigue está más de acuerdo con una manera más justa de ver el mundo. Me gusta incomodar desde el humor y me parece que la única mujer que logró hacer eso fue Malena Pichot, pero ella tiene un estilo aún más combativo o agresivo que a mí no me sale tanto.
-Eso se puede relacionar con lo anterior, con el rol de comunicarle a gente más joven cosas que a vos te hubiera gustado escuchar y quizás porque no estaba la tecnología o, más aún, el discurso establecido en la sociedad no circulaba tanto. ¿Vos como lo pensás?
-Sí, de una. Yo creo que muchas cosas las aprendí tanto en la facultad como dándome palos, creciendo. Una materia sobre género me abrió un montón de cosas y darte cuenta de concepciones machistas que quizás no considerabas. Hay un montón de micro machismos: no conozco a una mujer que no se suba a un taxi sin miedo a que la viole el taxista. Eso no debería tomarse como natural, estás hablando de violaciones. Lo mismo con los comentarios en la calle, cómo te vestís o algo tan simple como quién lleva el control remoto en la familia, son cuestiones que hay que pensar y cuestionar.
Incluso con todo el alcance que llegué a tener a nivel redes sociales, me sigue costando un montón, y creo que es por ser mujer. Si fuera más «minita» o menos combativa y solo hablara de tacos y vestidos, siento que por ahí me sería más fácil todo
-¿Pensás que Internet ayuda a poder contrarrestar esos discursos machistas?
-Sí, a río revuelto ganancia de pescadores. Al estar todo el tiempo acosado por tanta información uno termina confundido, es difícil. Está muy bueno pensar en cosas que antes eran un tabú, como el aborto.
-Al tocar esos temas como el aborto, la diversidad sexual o el machismo, ¿te pasó conseguir respuestas negativas?
-En general, cuando hago videos con esa temática pierdo muchos seguidores. Recibo más likes, pero pierdo mucho. En cierta forma es un cumplido que eso pase. Suele darse sobre todo con el aborto, que es quizás el tema más sensible y genera mucha polémica. Hay cosas que llevan tiempo e información. El otro día leí un estado hermoso en Facebook que decía algo así como: «Qué mal que quieran hablar del aborto en los colegios, porque todos van a salir a abortar. Igual que cuando después de tener biología todos tenían ganas de hacerse mitocondria». Me hizo reír mucho. Estar a favor de la legalización del aborto ni siquiera es que vos vayas a hacerlo. Tengo un montón de amigas que abortaron de forma ilegal y me hubiera encantado que hayan tenido la posibilidad de hacerlo en un hospital.
Hay un montón de micro machismos: no conozco a una mujer que no se suba a un taxi sin miedo a que la viole el taxista.
-Volviendo al tema de las redes sociales, no existe una fórmula que determine qué es lo que se viraliza y qué es lo que no. Pasa muchas veces que un video tiene millones de visitas y el próximo nada.
-Un blooper puede ser más viral que un discurso poético, es así. De todas formas, el truco para viralizar es no apuntar a eso. Mucha gente me escribe pidiéndome consejos y capaz solo tiene dos videos. Es mejor laburar despacio y, si tenés algo copado para mostrar, en algún momento se va a ver.
-¿Cómo te llevás con esa expectativa de que en Instagram, por ejemplo, haya más de 300 mil seguidores esperando lo que subas y que se puede multiplicar más aún?
-En general no pienso en eso. Ahora que me lo dijiste me asusté (risas). Fue muy gradual, porque empecé en octubre y no llegaba ni a los 2 mil, fue todo día a día. No siento ahora una presión diferente. Ya era un montón de gente de por sí y es la misma presión.
-¿Cómo te adaptás a los distintos formatos a la hora de hacer humor?
-Tanto en el escenario como en videos es donde más cómoda me siento. Ya si se cambia la cámara o hay alguien grabando ya me pondría más incómoda. En la tele tampoco me siento muy cómoda, no me gusta que no haya posibilidad de equivocarse.
-La última, ¿cuáles son tus próximos proyectos?
-Me gustaría visitar con Rayuela todas las provincias que nos faltan, que por suerte son cada vez menos. También estoy armando un unipersonal y armando un segundo libro que va a apuntar a la identidad, pero a diferencia de Arde la vida no quiero que hable tanto de mí. Creo que la gente ya me conoce demasiado (risas).
Contacto con Magalí Tajes: www.magalitajes.com.ar