Nieto 120: la verdadera revolución de la alegría

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En el día de ayer se conoció la noticia a través del histórico organismo de derechos humanos: Abuelas de Plaza de Mayo incorporó al nieto 120 en su listado de búsquedas, encuentros y abrazos. La particularidad que llevó a José Luis a reclamar por su verdadera identidad es un caso que demuestra, una vez más, que las emociones y la lucha por recuperar lo sucedido no prescriben en esta revolución de la alegría que se trata, nada menos, que de encontrar los bebés robados en la última dictadura cívico-militar.


Luego del mediodía de ayer, Abuelas de Plaza de Mayo convocó a sus habituales conferencias de prensa para dar a conocer la historia del nieto 120, el caso de José Luis Maulín Pratto: “Quien conoció su identidad en 2009, pero la Justicia federal de Santa Fe aún no le restituyó su verdadera filiación ni su nombre”, tal como comunicaron desde el organismo. Luego de conocerlo en profundidad y descubrir una nueva identidad arrebatada durante el terrorismo de Estado, Abuelas decidió incorporarlo al listado total de nietos que fueron restituidos.

(Leer nota relacionada: La historia del nieto 121: cuando el amor vence al olvido y la indiferencia)

La historia de la apropiación

Su padre, Rubén Maulín, era militante político en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y fue secuestrado en octubre de 1976, en Reconquista, provincia de Santa Fe, delante de sus dos hijos pequeños y de su esposa Luisa Pratto, embarazada de cuatro meses. Luego de que se llevaran a su marido, Luisa fue torturada en su domicilio, frente a sus hijos y violada en reiteradas ocasiones.

En el parto, el 26 de marzo de 1977, Luisa Pratto fue registrada con el nombre de la apropiadora de José Luis, Cecilia Góngora de Segretín. Esto evidenció “la premeditación del delito”, tal como manifestaron desde Abuelas de Plaza de Mayo. De esta forma, el bebé fue entregado al matrimonio conformado por José Ángel Segretín y Cecilia Góngora.

En el parto, el 26 de marzo de 1977, ella fue registrada con el nombre de la apropiadora de José Luis, Cecilia Góngora de Segretín. Esto evidenció “la premeditación del delito”, tal como manifestaron desde Abuelas de Plaza de Mayo. De esta forma, el bebé fue entregado al matrimonio conformado por José Ángel Segretín y Cecilia Góngora, vinculados por un familiar a la Fuerza Aérea. Sus apropiadores lo inscribieron en el Registro Civil con un acta de nacimiento falsificada, firmada por la doctora Elsa Nasatsky de Martino. La semana pasada comenzó en Santa Fe el juicio por la apropiación de José Luis, en el que están imputadas la apropiadora Góngora, y la médica que atendió el parto y firmó el certificado de nacimiento. 

Rubén Maulín estuvo detenido como preso político de la dictadura y en 1982 recuperó su libertad. Allí, tanto él como Luisa se presentaron ante la justicia para reclamar por su hijo pero no obtuvieron demasiada respuesta. Historia que se repite con la totalidad de los familiares de los nietos que aún quedan encontrar.

 

La búsqueda en democracia

Desde finales de los ’80, su familia comenzó a tener pruebas certeras del lugar en donde se encontraba y la escuela a donde asistía, pero la falta de documentación y las amenazas de los apropiadores obstaculizaron la búsqueda. En esos momentos, José Luis ya sabía que no era hijo de la mujer que lo había criado, él desde chico tuvo dudas de su identidad, pero los relatos sobre ello iban variando según las circunstancias y conveniencia de quienes lo habían robado.

En 2008, Luisa y su hermana hicieron una nueva declaración ante la justicia, contando nuevamente lo que habían vivido durante el terrorismo de Estado. Después de años de impunidad, fue la primera vez que la justicia santafesina aceptó investigar su caso. En ese contexto, el proceso de juicios se había reabierto y la condena a los responsables del Plan Sistemático de Represión, Tortura y Secuestro era una realidad.

En enero de 2009, José Luis llamó a Luisa para contarle que, según las descripciones que había dado, él podría ser su hijo. Se encontraron por primera vez en febrero, y en abril se presentó a la justicia para reclamar por su identidad. José Luis, Rubén Maulín y Luisa Pratto viajaron a Buenos Aires y realizaron el estudio en el Banco Nacional de Datos Genéticos para confirmar su vínculo. Luego de 32 años pudieron confirmar lo que podrían haber sabido mucho tiempo antes.

Según relató el organismo: “Luisa dio una nota en una radio de la ciudad y su historia llegó a conocimiento de José, quien se sintió motivado a averiguar sobre su identidad”. Allí, en enero de 2009, José Luis la llamó para contarle que, según las descripciones que había dado, él podría ser su hijo. Se encontraron por primera vez en febrero, y en abril del mismo año se presentó a la justicia para reclamar por su identidad. José Luis, Rubén Maulín y Luisa Pratto viajaron a Buenos Aires y realizaron el estudio en el Banco Nacional de Datos Genéticos para confirmar su vínculo. Luego de 32 años pudieron confirmar lo que podrían haber sabido mucho tiempo antes.

La lucha por su identidad

Desde el año 2009, el nieto 120 recuperó a su familia y desde ese momento mantiene un vínculo estrecho con ellos. Sin embargo, en la conferencia ofrecida por el organismo de derechos humanos, José Luis expresó: «A pesar de que pasaron 39 años, conmigo se sigue cometiendo el mismo delito». Es que él mismo se acercó el mes pasado hasta el Tribunal Oral de Santa Fe para exigir que el juicio por su identidad se realice lo antes posible. “Soy José Luis Maulín, pero estoy obligado aún a nombrarme como José Luis Segretín”, escribió en la primera línea de la carta que dejó en la justicia de la provincia. Ese mismo delito, tal como él manifiesta, se repite con sus hijos de 12 y 16 años que llevan el apellido de un apropiador y un cómplice de la última dictadura.

Estela de Carlotto atribuyó la demora de la justicia en reconocer la identidad a que los apropiadores son civiles, por ello, sostuvo que se trata de una cuestión política e ideológica que intenta tapar la complicidad civil con el terrorismo de Estado.

Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, exclamó: “No tiene explicación que teniendo las pruebas en el Banco de Datos Genéticos, que es el único lugar donde hay certeza por la idoneidad, el propio Estado le niegue al chico a recuperar lo que ya se sabe”. En este sentido, atribuyó la demora de la justicia en reconocer la identidad a que los apropiadores son civiles, por ello, sostuvo que se trata de una cuestión política e ideológica que intenta tapar la complicidad civil con el terrorismo de Estado.

La alegría de ser el nieto 120

El caso de José Luis no se registraba entre las denuncias de niños desaparecidos en Abuelas de Plaza de Mayo, ni tampoco en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI). Sin embargo, el organismo afirmó: “Se trata de otro caso de sustracción, ocultación y falsificación de identidad de un bebé en el marco del terrorismo de Estado, como todos los de nuestros nietos y nietas apropiados”.

En este año se vienen desarticulando, desmembrando y destruyendo áreas y sectores sensibles del Estado que se ocupaban de investigaciones, acompañamientos y trabajos referidos al terrorismo de Estado en su conjunto. Esto es preocupante si pensamos en las políticas de derechos humanos de los próximos años.

Esta historia forma parte de las tantas que se siguen recomponiendo día a día gracias al valor de los testimonios y el trabajo incansable de, en este caso, Abuelas de Plaza De Mayo, pero de los organismos de derechos humanos en general que dedican su labor diaria a la reconstitución de lo sucedido en el pasado que nos sigue interpelando en el presente: la lucha por la recuperación de una identidad es un claro ejemplo de esto. Sin embargo, estos actos de reparación son pocos al lado del gran listado que falta.

Es importante mencionarlo, en este año se vienen desarticulando, desmembrando y destruyendo áreas y sectores sensibles del Estado que se ocupaban de investigaciones, acompañamientos y trabajos referidos al terrorismo de Estado en su conjunto. Esto es preocupante si pensamos en las políticas de derechos humanos de los próximos años. Sin dudas, la lucha frente a esto debe ser firme para no correrse ni un paso atrás de lo conseguido, pero también para pelear para seguir avanzando en materia de derechos. Después de todo, seguir dando pasos firmes para la reconstrucción de la memoria, la verdad y la justicia de lo sucedido en la dictadura cívico-militar es la verdadera revolución de la alegría.


Si naciste entre 1975 y 1980, y tenés dudas sobre tu origen, comunicate con ABUELAS DE PLAZA DE MAYO (011) 4384-0983 – www.abuelas.org.ar

Foto de portada: Telam

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