Hoy se estrena Tiempo muerto, la película escrita y dirigida por Víctor Postiglione, y protagonizada por Guillermo Pfening, María Nela Sinisterra y Luis Luque. Este largometraje ocupó el primer puesto en el Concurso Ópera Prima 2013 impulsado por el INCAA, y hoy es un proyecto hecho realidad que se lanza en varias salas argentinas. Tuvimos la posibilidad de entrevistar a su director para que nos cuente más detalles sobre su obra.
Tiempo muerto es una película de género fantástico que también registra tintes de thriller, y eso es lo primero que hay que decir para poner en clima al lector y potencial espectador. Contra cualquiera de los prejuicios que pueda infundir el sentido común, se trata de una película creíble, que no pierde verosimilitud en estos mundos de ensueño regidos por las lógicas del cine de género.
Franco (Guillermo Pfening) es un hombre común y corriente, que lleva una vida tranquila y apacible junto a su mujer Julia (María Nela Sinisterra). Pero el conflicto de esta trama no tarda en aparecer, y la muerte de la joven en un accidente de tránsito desata un drástico viraje en el personaje de Pfening: aquel hombre común y corriente que se dejaba llevar por el ritmo de los días, experimentará un violento pasaje hacia el ámbito de lo extraordinario. A partir de uno de los sucesos más trascendentales que puede atravesar un ser humano —la muerte—, Franco se ve impulsado a sumergirse en mundos por él jamás imaginados.
A Franco lo aqueja la misma obsesión que atraviesan casi todos los mortales que pierden a un ser querido: el deseo de volver a verlo, el anhelo de retorno. Y esa es justamente la búsqueda que emprende el protagonista a lo largo de toda la trama. Pero en el camino se cruzará un oscuro personaje: Luis Ayala (Luis Luque), colega y mentor de Julia en la profesión del periodismo. Él concurre al entierro, acompaña a Franco en su duelo y parece lamentar tanto como él la pérdida de su mujer. Pero —lejos de ser una figura predecible— desde el primer momento en el que aparece, sabemos que este personaje oculta algo. Y es allí, en esa ambigua relación con Franco, donde se juega buena parte de esta fantástica trama, porque es él quien lo conduce desde lo ordinario hacia lo extraordinario, desde el mundo material hacia el mundo espiritual, desde el mundo más concreto hacia estos submundos abstractos, inciertos y, tal vez por ello, mucho más ricos desde la óptica narrativa.
Los actores colombianos llevaban un rigor estructurado y un apego al libro que era maravilloso, pero por momentos tenia que romper con eso para mezclar la impronta y el aporte de los actores argentinos: una escuela menos estructurada pero más pasional.Colombia aportó mucho al proyecto por su cultura y sus costumbres, mucho más arraigadas a los espiritual que la nuestra.
Lo que este extraño hombre le ofrece al deudo es, sencillamente, reencontrarse con su amada, verla una vez más para poder decirle todo lo que siempre quiso decirle, a través de la compra de un “tiempo muerto”. Y en este punto también resulta interesante ese cruce entre lo más elevado (la vida, la muerte, el duelo, el amor) y lo más mundano (el acto de compra, la cruda transacción mercantil, el comercio mismo mediando entre estas misteriosas prácticas esotéricas): lo sagrado y lo profano. Fusión fatal. Juegos espacio-temporales, magia, ensueño, simbiosis, anacronismos, ambigüedad entre el sueño y la vigilia, misterio, esoterismo, espiritualidad, son algunas de las cosas con las que podrá toparse el espectador de este film.
Al observar las escenas de Tiempo muerto, queda claro que se trata de una de esas películas que no se pueden contar, porque hay que verlas. Sintetizar la trama y relatar por el aire las trayectorias de los personajes, significa quedarse sobre la superficie. En Tiempo muerto, tal como lo señala su director Víctor Postiglione, el sentido se juega desde la mismísima composición de la puesta en escena y, desde este enfoque, podría decirse que la película contiene una gran impronta teatral. Cada uno de esos diseños nos otorga información acerca de la historia y sus personajes; nos pinta el mundo en el que suceden estos hechos mágicos, sobrenaturales; nos da una idea sobre lo que piensan y sienten sus protagonistas, e incluso nos ubican en el universo creativo de este director que tiene en su haber otras producciones tan interesantes como esta, que incluyen dos cortometrajes de ásperas temáticas sociales como lo son la violencia de género o la trata de personas (Violencia madre y Trata), además de El Plan que podrá verse a partir de mayo en la 12º edición de Historias Breves.
Entrevistamos a Víctor Postiglione y esto es lo que nos cuenta:
Ese universo creativo es parte de un lenguaje donde busco contar con la puesta en escena, a modo de que todo lo que utilizo en el cuadro está para contar, para componer. En cada plano hay una analogía, una metáfora. Todo lo que ves, se descompone para componer un concepto nuevo. La puesta en escena es un personaje más en mis historias.
— ¿Cómo surgió la idea para realizar la peli?
— La idea surgió de un sueño que tuve con mi padre fallecido. En ese sueño me encontraba con él y le decía muchas cosas que no había podido decirle en vida. Entonces cuando desperté, pensé: “qué hermoso sería si una persona pudiera venderme momentos con personas fallecidas”, como pasó en mi sueño. De ahí nació la premisa de Tiempo Muerto. Con mis influencias sobre cine de género empecé a componer la historia, virar hacia un thriller. Desde Hitchcock, hasta Cuentos Asombrosos de Spielberg. Tomé mucho del director Terry Gilliam, y de la forma de narrar géneros fantásticos de Cortázar.
— ¿Cómo fue el proceso creativo desde la escritura del guión? ¿Con qué objetivos lo encaraste y cuál fue el resultado? Me refiero a si el producto final se parece a la idea inicial que tenías en mente o tuvo virajes.
— El proceso creativo fue maravilloso, ya que tuve que investigar mucho sobre fenómenos espacio-temporales, y también sobre mitos y leyendas esotéricas, espirituales. Ninguno -sorpresivamente- coincidía con la premisa de mi sueño, es por ello que tuve facilidad para crear el “tiempo muerto” desde cero, darle mis propias reglas, generar un mundo original donde los personajes se moviesen con un elemento fantástico pero que sea verosímil a los tiempos que corren. Disfruto mucho escribir cine de género. El producto final, en todos los procesos de una película, va mutando, pero reconozco que esta historia necesitaba ser lo mas fiel posible al guión, para no romper el rompecabezas espacio-temporal que estuve armando.
— ¿Cómo seleccionaste al elenco y cómo fue el trabajo con ellos desde el planteo de actuación? ¿Qué creés que le aportaron los actores al proyecto?
—El trabajo de los actores fue crucial para la historia; ellos llevan el peso de la trama. Si la intención de los personajes falla, también falla la estructura. Esta peli fue una co-produccion con Colombia y fue un desafío desde el comienzo. Juntar dos escuelas de actuación muy diferentes. Los actores colombianos llevaban un rigor estructurado y un apego al libro que era maravilloso, pero por momentos tenia que romper con eso para mezclar la impronta y el aporte de los actores argentinos: una escuela menos estructurada pero más pasional. Colombia aportó mucho al proyecto por su cultura y sus costumbres, mucho más arraigadas a lo espiritual que la nuestra. Tener dos actores de nivel como Guillermo Pfening y Luis Luque aportan gratamente a cualquier proyecto. Además, en calidad humana, son grandes personas. Maria Nela Sinisterra fue un hallazgo acertado para el papel de Julia: una actriz muy sensible.
El tópico de la violencia de género siempre me interesó, no por experiencias personales, si no por la extraña fascinación que tiene la sociedad ante la violencia. Es algo que se debe terminar, y como comunicador sentí la responsabilidad de aportar, aunque sea en una pequeña parte, a esta causa.
— Pude ver tus cortometrajes Trata y Violencia madre, y sé de tus próximos proyectos de largos. Encuentro ciertos patrones en todas, pero, ¿cómo definirías vos ese universo creativo?
—Y te falta El Plan, que se estrena el 12 de mayo en «Historias Breves». Ese universo creativo es parte de un lenguaje donde busco contar con la puesta en escena, a modo de que todo lo que utilizo en el cuadro está para contar, para componer. En cada plano hay una analogía, una metáfora. Todo lo que ves, se descompone para componer un concepto nuevo. La puesta en escena es un personaje más en mis historias. El tópico de la violencia de género siempre me interesó, no por experiencias personales, si no por la extraña fascinación que tiene la sociedad ante la violencia. Es algo que se debe terminar, y como comunicador sentí la responsabilidad de aportar, aunque sea en una pequeña parte, a esta causa.
— ¿Quiénes son tus referentes en el mundo del arte? (Me refiero a cineastas, pero también a músicos, escritores, pintores…)
— Tengo muchos referentes; la mayoría descansan en el cine clásico. John Ford, quien siento que es un maestro para mí en el arte de contar historias. Billy Wilder, Hitchcock, Kurosawa, son personas que me vuelan la cabeza. En lo que respecta a la literatura, Borges y Cortázar me identifican con sus relatos. Julio Verne fue un hermoso referente cuando era chico. Stephen King me ha hecho desvelar más de una vez con sus historias. Directores contemporáneos: Wim Wenders, Coppola, tienen lo que anhelo como director, Hayao Miyazaky debe tener el universo creativo más original y hermoso que conozco.