El “Club Atlético” fue uno de los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) durante la dictadura cívico-militar en la Ciudad de Buenos Aires. A 40 años del genocidio, la transformación de los ex centros clandestinos de detención en sitios de memoria interpelan, cuestionan y son un eje fundamental para remarcar su importancia en la actualidad.
El “Club Atlético” fue uno de los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) durante la dictadura cívico-militar en la Ciudad de Buenos Aires, funcionó desde febrero a diciembre de 1977 y en 1978 fue demolido para la construcción de la Autopista 25 de Mayo. Ubicado en plena Av. Paseo Colón, entre Cochabamba y Av. San Juan, como la mayoría de estos espacios, cumplía con la lógica de funcionar de forma clandestina pero en paralelo situarse en lugares céntricos para evitar pasar desapercibidos.
Desenterrar: la historia del centro clandestino
El Club Atlético funcionaba en el sótano del edificio del Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la División Administrativa de la Policía Federal y formó parte del circuito represivo conocido como “ABO”. Este centro junto a El Banco, ubicado en La Matanza, y el Olimpo, situado en el barrio porteño de Floresta, operaron de modo sucesivo a cargo de los mismos grupos de tareas, tal como quedó probado en las causas judiciales. Tanto fue así, que luego de la demolición por la construcción de la autopista, los detenidos fueron trasladados a dichos centros clandestinos.
En conversación con La Primera Piedra, Laura Duguine, coordinadora del Proyecto de Recuperación de la Memoria «Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio Club Atlético”, comenta: «Hoy hemos logrado reconstruir una lista de 350 personas confirmadas que pasaron por este centro, sin embargo hay una estimación realizada por los sobrevivientes a través de las letras y los números que le fueron asignados cuando les quitaban la identidad, en la cual habrían estado entre 1500 y 1800 personas secuestradas en menos de un año”. Cada uno de los detenidos era designado con un número y una letra y se estima que la letra cambiaba a cada centena.
La estrategia del mostrar-ocultando que se ejerció en la dictadura cívico-militar fue una paradoja clave para entender el funcionamiento y disciplinamiento social que se buscó imponer, instalando nuevas formas de ciudadanía que continúan en vigencia hasta el día de hoy. Este sitio clandestino no fue diferente, los autos entraban constantemente con personas vendadas en una zona constantemente transitada.
Por otra parte, una de las particularidades de este sitio es el haber sido derribado para construir la Autopista y haber quedado totalmente bajo tierra. Organismos de derechos humanos y sobrevivientes del Club Atlético reclamaron durante muchos años la excavación del sitio donde el centro clandestino de detención había funcionado, con la convicción de que aún quedaban pruebas y huellas firmes de aquel espacio.
“Con la excavación se le gana a aquellos que tienen dudas y a toda esa fuerza de la sociedad que quiere ocultar y esconder, y poner justamente bajo tierra años muy importantes de la vida de este pueblo”
Miguel D´Agostino, detenido-desaparecido en el “Club Atlético” el 1 de julio de 1977. Liberado el 30 de septiembre de 1977.
Ricardo Andreu, uno de los trabajadores del espacio, menciona a La Primera Piedra que luego de destruirlo, sobre el mismo lugar construyeron una plaza. Una plaza de cemento y con la autopista de techo, buscando disimular lo indisimulable. A pesar de taparlo, de querer mantenerlo en el olvido, la lucha de víctimas y familiares dio paso para que la memoria ocupe lugar. Cuando los sobrevivientes lograron identificar su lugar de cautiverio, empezaron un proceso de reclamo y búsqueda de verdad acompañados por familiares de los detenidos-desaparecidos, organismos de derechos humanos y organizaciones barriales.
Desde 1996, en un contexto de total impunidad para los represores, se comenzaron a realizar actos e intervenciones artísticas en el lugar con el objetivo de recordar lo sucedido y denunciar a los responsables. Al día siguiente de la primera “Jornada por la Memoria”, el grupo escultórico denominado “Totem” fue incendiando y se taparon los nombres de los represores escrachados. Quienes fueron parte de esa actividad comentan que durante toda la tarde hubo, aunque parezca una especie de broma, un Falcón verde estacionado enfrente observando la actividad.
Gracias a la insistencia en el reclamo, en el año 2002 comenzaron las excavaciones en el Club Atlético. Sin embargo, hasta ahora sólo se pudo excavar el 10% de la totalidad del terreno, principalmente, por falta de presupuesto. La importancia histórica de avanzar en este proceso es ineludible, destapar este espacio en su totalidad es símbolo del reclamo de verdad y justicia.
Excavar: la arqueología como prueba judicial
La búsqueda de la verdad, reclamando la excavación del espacio y la importancia de resguardarlo como sitio histórico, adquirió todo su sentido cuando en las primeras excavaciones lo que encontraban coincidía con los testimonios de quienes habían pasado por allí. Estas dieron a luz las primeras evidencias materiales de la existencia del Club Atlético en dicho predio. No sólo con los lugares y sus ubicaciones, sino también y, quizás fundamentalmente, con los objetos que se descubrieron.
“La impunidad, en parte, con la excavación se les termina. No es total, siguen teniendo su impunidad. Estas excavaciones son un triunfo contra el silencio, contra la impunidad y para la memoria de todos los compañeros”
Delia Barrera, detenida-desaparecida junto a su compañero Hugo Alberto Scutari en el “Club Atlético” el 5 de agosto de 1977. Liberada el 4 de noviembre de 1977. Hugo continúa desaparecido.
En el plano que habían hecho los sobrevivientes del lugar, incluyeron como un punto a ubicar, entre los baños, las celdas y las escaleras, una mesa de ping-pong. “Cuando encontramos la pelota en el foso del ascensor, fue muy importante porque se confirmaba el relato de los sobrevivientes”, afirma Laura Duguine. El sonido de la pelota con la que jugaban los militares perduró en la memoria de quienes pudieron salir del cautiverio, fue tan importante su presencia en este sitio que para uno de los sobrevivientes ese sonido era confundido como una tortura más, como un ruido más de los tantos que hacían escuchar todo el tiempo y a todo volumen, hasta encontrar el objeto lo pensó como una grabación más para enloquecerlos. Recién con la aparición de este elemento, pudo callar ese sonido en su cabeza. “Acá te das cuenta como la arqueología y sus descubrimientos pueden servir como elementos de sanación”, sentencia la coordinadora del proyecto.
En este sentido, mientras recorre el espacio, Ricardo Andreu expone que en el año 2009 se hizo una nueva pequeña excavación en el sitio de cara al juicio para constatar los relatos y encontrar el escalón de la escalera que, en aquellos años, depositaba con suma violencia a cada detenido en el subsuelo del edificio. Una vez más, pudieron ver reafirmado el testimonio de los sobrevivientes.
Al ser necesaria la investigación y la recuperación de lo sepultado, el equipo de arqueología de este espacio es fundamental, porque permite dar cuenta de la historia, descubrir las personas que pasaron por allí y otorgar un valor fundamental como prueba judicial. La evidencia material que encontraron desde las primeras excavaciones fue tal que se creó el programa de arqueología y conservación de los sitios de memoria: el equipo también colabora en la recuperación de información material en otros ex centros clandestinos.
«Todos los objetos que se encuentran son ingresados en la base de datos donde se le consignan las medidas, se le toma una imagen y se lo llena de un montón de características. Siempre trabajamos con la idea de la conservación preventiva que es trabajar en todo lo que es el entorno del objeto, porque no estamos hablando de obras de arte sino que son todas pruebas judiciales, entonces tenemos que conservar sus características y ver qué información nos puede dar”, profundiza Laura, y agrega: “Esta investigación evidencia la importancia de la arqueología aplicada a la reconstrucción de los crímenes del terrorismo de Estado”.
“Un lugar tan oscuro de todo punto de vista que había salido a la luz. Es acá, es esto. Es empezar a ubicar los pedazos”
Jorge Aizemberg, detenido-desaparecido en el “Club Atlético” el 11 de septiembre de 1977. Liberado el 21 de septiembre de 1977.
El sitio de memoria cuenta con un laboratorio con la muestra de algunos de estos objetos. Pero además de estos, tienen miles más que no tienen el espacio ni los elementos para exhibirlos sin arruinarlos. Silvina Durán, una de las arqueólogas cuenta a La Primera Piedra: “Tenemos esa colección sensible que algunos familiares vienen a ver. Son duros algunos objetos, porque es desde ropa que le sacaban a los detenidos hasta la bombacha de un bebé, pero está bueno que se conozca y hay muchos más que estimamos están enterrados. Por eso la importancia de continuar con las excavaciones, este tema no es para nada algo cerrado”.
El trabajo que se realiza en el Club Atlético es importante para la recuperación de la memoria para las víctimas y sus familiares, pero también para la sociedad en su conjunto. Fundamentalmente, en lo que refiere a su participación judicial, en este espacio concreto, los aportes han sido enormes por toda la investigación material que contienen. “En el año 2010 fuimos a declarar en lo que fue el juicio por el circuito ABO contra 17 represores, por todas las pruebas con las que contábamos”, destaca Laura Duguine.
La situación de sus trabajadores hoy
La importancia de este trabajo es realmente fundamental como para que este tipo de proyectos sigan, crezcan y se profundicen, como lo es el presupuesto para continuar las excavaciones, la compra de materiales para lo que es la conservación de los objetos y la continuidad de sus trabajadores. Sin embargo, en estos últimos meses la inestabilidad laboral que se vive en las instituciones del Estado nacional también repercutió con numerosos despidos en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y, específicamente, en la Secretaria de Derechos Humanos, de la que estos sitios dependen.
El 31 de diciembre de 2015, bajo la nueva gestión, los trabajadores del Club Atlético, renovaron su contrato hasta el 31 de marzo de 2016. Gracias las negociaciones y reclamos, en este sitio lograron que les renueven el contrato de trabajo hasta diciembre de este año. Si bien la incertidumbre permanece, se les otorga un poco más de respiro para poder continuar con un trabajo que, para ellos, es una convicción. En este sentido, Silvina Durán comenta: “Igualmente, se está realizando un vaciamiento. También tenemos compañeros de otros sitios en el interior del país que han sido despedidos, en uno de esos casos era el único que trabajaba en el sitio de memoria”.
La transmisión de la memoria
Una de las tareas más importantes de todos los sitios en general es la transmisión de la memoria. Principalmente, a las nuevas generaciones. Por ello, Laura Duguine resalta: “La mayor parte de los visitantes que vienen al sitio tienen menos de 30 años, es decir, nacieron en democracia. El mayor aporte tiene que ver con la transmisión de una parte de la historia de la cual no fueron parte”.
“Los ex Centros Clandestinos tienen que ser visitados, sirven en la medida en que mis hijos, los hijos de mis hijos y los hijos de los hijos de mis hijos puedan pasar por ahí y entender que eso existió, que eso lo hicieron seres que eran parte del Estado argentino, que consideraron o se creyeron con la capacidad de determinar quién vivía y quién no, qué país teníamos que tener, qué economía teníamos que llevar. Nos genera a todos los que vemos eso la posibilidad de pensar ¿con quién acordamos? ¿Qué hubiésemos hecho en esa época? ¿A qué apostaríamos hoy?”
Irma Medina, hermana de Rubén Medina, detenido-desaparecido en el “Club Atlético” el 2 de marzo de 1977. Rubén sigue desaparecido.
Susana Mitre, encargada del área pedagógica y de transmisión del Club Atlético, específicamente en escuelas, comenta a La Primera Piedra: «Participamos en los programas ‘Jóvenes y memoria’ y ‘La Escuela va a los juicios’. Los llevamos a escala territorial y proponemos a los docentes del barrio que se sumen. Los chicos se quedan impactados en las charlas. También, de acuerdo a sus demandas y los problemas que viven tocamos otros temas, como la violencia institucional o el gatillo fácil”. En la actualidad, gran cantidad de jóvenes curiosos, organizados o independientes se preguntan por el pasado reciente de Argentina. Esto desemboca, sin dudas, en el cuestionamiento de lo sucedido en la dictadura, no sólo por la brutal represión que implicó, sino por los efectos que aún persisten en el plano económico, político y social, y las estructuras que aún persisten en el aparato de fuerza estatal.
En este sentido, Laura Duguine concluye: «Si bien todos estos proyectos nacieron como la recuperación de la memoria del terrorismo de Estado, hoy en día también son proyectos que son mucho más amplios, se trabaja con lo que es la ampliación de derechos. Entonces, en estos talleres que se están dando en escuelas, no sólo se toma la memoria sobre lo que fue el terrorismo de estado, sino trabajar concretamente en los derechos humanos del presente».
Los derechos humanos hoy
Hay muchas razones para afirmar que los derechos humanos no pertenecen al pasado ni perecen por fuera de la lucha por los delitos cometidos en la dictadura, ni tampoco se agotan en estos hechos. Los efectos que siguen perdurando en la actualidad son tantos que insistir en ello es absurdo, pero se pueden mencionar como ejes indiscutibles para seguir proclamando: la lucha por la justicia, la lucha por la identidad, la lucha por la denuncia frente a un plan económico que condenó a la miseria, pobreza y exclusión a grandes sectores de la población mientras que los mismos de siempre salieron fuertemente enriquecidos.
Tampoco es algo que debe quedar en el olvido porque hay casos de bebés desaparecidos que aún no han recuperado su identidad. En el caso del Atlético, hay 13 casos denunciados de mujeres que estaban embarazadas y que presuntamente dieron a luz en tales fechas y que son jóvenes que hoy están siendo buscados por Abuelas de Plaza de Mayo. De esos, hay tres casos de jóvenes que recuperaron su identidad: María Eugenia Sampallo Barragán, Alejandro Pedro Sandoval Fontana y Juan Cabandíe Alfonsín, este último si bien nació en la Ex ESMA sus padres estuvieron detenidos en el Club Atlético.
“Es más lo que no se sabe, que lo que sí se sabe”
En este sentido, la mirada de Laura Duguine como coordinadora del proyecto es esclarecedora: “Todo el proceso de la recuperación de la memoria, del terrorismo de estado y en particular de los centros clandestinos es absolutamente fragmentaria. Es decir, sabemos muy poco en relación a lo que fue en sí mismo. Si sumamos las personas que se conocen que fueron secuestradas acá, tenemos como mucho 400 personas. A las estimaciones reales de 1500 personas que pasaron por este sitio nos están faltando más de 1000”. Ni hablar si estos números se replican en el resto de los centros clandestinos que existieron en el país.
«Entonces, no sólo fue difícil recuperar la memoria del terrorismo de Estado que se tiene hasta el día de hoy, no sólo es fragmentaria, sino que es un rompecabezas absolutamente inacabado aún con los esfuerzos de la sociedad civil y con la implementación de políticas públicas. Es decir, cosas que serían muy fáciles con la entrega de la información que tienen las fuerzas, los servicios de inteligencia o la embajada de Estados Unidos, como ha sido la recuperación de la identidad de restos enterrados como NN que se ha logrado luego de muchos años encontrar la verdadera identidad y posteriormente nos enteramos por documentos desclasificados por EEUU que esa información ya se tenía. Es decir, nosotros tuvimos que hacer un rompecabezas muy grande para llegar a una información que hubiese sido muy fácil de obtener desclasificando documentos», profundiza.
“Por lo que luchaba esa generación fue que necesitaron barrerla y destruirla, para poder hacer lo que están haciendo hoy. Y eso está ligado a la impunidad y a la continuidad de este modelo económico”
Ana María Careaga, detenida-desaparecida en el “Club Atlético” el 13 de junio de 1977, a los 16 años y estando embarazada de tres meses. Liberada el 30 de septiembre de 1977.
«Hasta hace un par de años hablábamos de la existencia de alrededor de 500 centros clandestinos, y hoy estamos hablando de casi 700 centros clandestinos. Quiere decir que los datos se siguen construyendo. No está acabado ni el listado de los desaparecidos, ni el listado de quienes son las personas que han sobrevivido y fueron sometidas a estos vejámenes, ni toda la cantidad de infraestructura edilicia que fue utilizada para esto. Es un dato que está en permanente construcción e investigación”, enfatiza Laura Duguine, quizás para responder a todas las discusiones alrededor de los números que no permiten profundizar en la reconstrucción de memoria, y aclara: “Entonces, es más lo que no se sabe, que lo que sí se sabe”. Silvina Durán, en este sentido, acompaña la reflexión: “Sobre todo, teniendo en cuenta que hay gente que se acerca por primera vez en este año, y que gracias a su aporte se puede seguir reconstruyendo quienes pasaron por acá, tanto los que fueron detenidos como los represores. Entonces, es un trabajo re del presente, aunque muchos digan que solo es revolver el pasado”.
“En este sitio recibimos en el 2015, cuatro sobrevivientes que no habían testimoniado nunca. No es un número menor. Cuatro sobrevivientes, testimonios de personas que no declararon nunca. Es decir, no declararon ante CONADEP, no declararon ante el CELS, no declararon ante los juicios de verdad, y recién lo hacen ahora. Entonces, esta historia, no sólo no está cerrada sino que le falta mucho resarcimiento para una sociedad que todavía está buscando recuperar la memoria de lo fue el terrorismo de Estado”, concluye Laura y su trabajo adquiere total sentido.