Los hombres moldean su propia historia, pero no lo hacen libremente, influidos por condiciones que ellos han elegido, sino bajo las circunstancias con que se tropiezan inexorablemente, que están ahí, transmitidas por el pasado. La herencia de todas las generaciones muertas acosa la mente de los vivos como una pesadilla (Karl Marx)
Hoy es jueves. Día de estrenos. En La Primera Piedra solemos publicar la crítica de alguna de las novedades cinematográficas o teatrales de la semana, pero esta vez no se tratará de un fenómeno reciente, sino de un gran recuerdo; no se tratará de un estreno, sino de un reestreno: nos referimos nada más y nada menos que a la legendaria pieza de Luis Puenzo, La historia oficial.
Encarar hoy una crítica cinematográfica de La historia oficial sería, por lo menos, un acto demorado. Sin embargo, a 40 años del golpe cívico-militar-eclesiástico de 1976 y a 31 años del estreno oficial de este film, sobran las razones para volver a echar un vistazo sobre nuestra propia historia y —por qué no— sumergirse en ella por completo. Porque esta es nuestra historia política y artística y, se sabe, estos dos espacios siempre han estado fuertemente conectados. La simbiosis entre arte y política no es un fenómeno novedoso ni propio de estos tiempos: el arte a los pies de la política, la política enredada con el arte, el arte al servicio de las campañas electorales, el arte como protesta, la política como salida o escape para los artistas, el arte como auxilio y último recurso de los políticos, listas VIP de invitados privilegiados, listas negras de seres condenados al silencio, al exilio o a la muerte.
En este día tan especial para recordar activamente y construir memoria colectivamente, tendrá lugar el reestreno de La historia oficial en las principales salas de cine del país. Se trata de una versión remasterizada, con imagen restaurada 4k, sonido estereofónico 5.1 y nuevas copias digitales de alta calidad.
Para quienes no la hayan visto
En estos casos, suele ser importante saber más o menos de qué va la trama. Alicia (Norma Aleandro) y Roberto (Héctor Alterio) son un matrimonio feliz que vive una vida confortable junto a su pequeña hija Gabi (Analía Castro); rodeados de todos los lujos y comodidades a los que puede aspirar la clase media alta, no conocen mayores problemas que el hecho de quedarse sin mucama. Alicia es profesora de historia en escuelas secundarias; Roberto tiene una prolífica carrera militar; Gabi no es la hija biológica de ellos, sino que ha sido —y esta palabra será puesta en cuestión y tensión por el personaje de Alicia— adoptada. Esto no trajo mayores complicaciones hasta que Ana (Chunchuna Villafañe), una amiga de la escuela, regresa a la vida de Alicia y narra en sus narices una historia que la dejará pasmada y comenzará a incomodarla. Ana estaba de novia con Pedro, un joven tildado de “subversivo” por las fuerzas armadas; hacía más de dos años que no lo veía pero, aún así, un escuadrón llegó a su casa una noche, rompió todo y la llevaron detenida. El encierro, la indignidad y la tortura fue lo que continuó a una detención en la que no habían mediado cargos ni juicios.
Esta es la primera vez que llega a oídos de Alicia una historia de detenciones, desapariciones forzadas, tortura, muerte y apropiación de niños. A partir de este momento, Alicia comenzará a hacerse preguntas que nunca antes se había hecho: ¿Quiénes son los padres biológicos de Gabi? ¿Por qué se la han entregado a Roberto? ¿Quién lo ha hecho en realidad: los padres o el médico? ¿Roberto ha pagado por Gabi? ¿Acaso los padres estuvieron de acuerdo en entregarla o fueron obligados a desprenderse de ella luego del parto? Todos estos interrogantes serán los que intentará responder Alicia a través de una profunda investigación que la conducirá hasta la fundación Abuelas de Plaza de Mayo. Roberto, por su parte, sabe pero no habla, y no se interesa en lo más mínimo por las dudas e incertidumbres que atormentan a su mujer (más bien le causan pánico). Su ascenso en la carrera militar y su falta de escrúpulos a la hora de progresar —trepar— económicamente, le han costado la relación con su padre anarquista y su hermano, quienes pertenecen a otra clase social y defienden ideales muy distintos de los suyos.
Pero a la par de los cuestionamientos que persiguen a Alicia noche y día, comienza el declive de las F.F. A.A., con serias repercusiones en la carrera de Roberto. El desenmascaramiento de los crímenes y complicidades ocultos durante los años de la dictadura militar, amenaza con quebrar la estabilidad y horadar las cómodas vidas de los personajes más oscuros de la historia. Así, Roberto intenta tranquilizar los pensamientos de Alicia, pero cuando ve que no es capaz de abandonar sus indagaciones, se enfrenta directamente a ella e intenta doblegar esa audacia, vencer ese coraje que la impulsa a ir en busca de la verdad para reescribir la historia oficial: una historia repleta de distorsiones y mentiras, deformada hasta el absurdo; una historia impoluta que los redime de todo mal y los expía de todas las culpas, la única que le han contado y que ha sido escrita por los vencedores, con sangre.
Esta es tan sólo una breve sinopsis que podrá encontrarse con mayor o menor detalle en otras reseñas. Pero quisiéramos exponer, además, algunas razones para ir al cine y disfrutar de esta obra.
Razones para volver a verla
Todo lo que pueda decirse respecto de este film y esta época, resultará insuficiente. De modo que en lugar de hablar, se optará por dejar hablar a los personajes de esta historia, evocando las mejores líneas de este guión escrito por Aída Bortnik y el mismo Luis Puenzo, palabras que constituyen en sí mismas sólidos argumentos para correr al cine más cercano y ver una película tan lograda como necesaria. Porque a los 40 años de uno de los episodios más tristes de nuestra historia (y a 31 del estreno de La historia oficial), cada escena sigue hablando de nosotros, de nuestro pasado, de nuestros recuerdos, de los que están y de los que no, de quienes han sido arrancados de aquí (porque no se han ido). Se trata de una película que, aún desde la distancia temporal, nos sigue interpelando activamente como sujetos portadores de memoria. La razón más contundente para ir a ver esta película: esquivar el olvido.
Comprender la historia es prepararse para comprender el mundo. Ningún pueblo podría sobrevivir sin memoria, y la historia es la memoria de los pueblos. (Alicia, en su primera clase de historia)
Había mujeres embarazadas que perdían ahí a sus hijos, y otras que se las llevaban y volvían solas, porque al chico se lo daban a esas familias que los compran sin preguntar de dónde vienen (Ana, en su regreso del exilio)
No hay pruebas [del asesinato de Mariano Moreno] porque la historia la escriben los asesinos (Horacio Costa, un alumno de Alicia durante las clases de historia)
Dios te ha encomendado a esa criatura, Alicia. Él lo ha querido así. ¿Por qué dudas de su infinita sabiduría? No ofendas al Señor. Lo que te ha sido dado, no lo rechaces. Has tenido piedad, misericordia; la has protegido de los males y peligros a los que podía estar condenada (el confesor a Alicia acerca del origen de Gabi)
Todo el país se fue para abajo. Solamente los hijos de puta, los ladrones, los cómplices y el mayor de mis hijos se fueron para arriba (padre de Roberto)
¿Y dónde está el hambre aquí? ¿Quién carajo pasa hambre, me querés decir? Si en esta casa se empachan, sobre todo con palabras que no quieren decir nada, con las mismas boludeces anarquistas de toda la vida. La guerra de España terminó, y ustedes la perdieron. Y me quieren hacer sentir culpable a mí porque no soy un perdedor (Roberto, a su padre y a su hermano en un almuerzo familiar)
Y esta otra guerra, la guerra que ganaste vos con los de tu bando… ¿quién la perdió? ¿Sabés quién la perdió? Los pibes. Los pibes como los míos, porque ellos van a pagar los dólares que se afanaron, y los van a tener que pagar no comiendo y no pudiendo estudiar. Porque vos no vas a pagar. ¿Qué vas a pagar vos? Si vos no sos un perdedor (hermano de Roberto)
FICHA TÉCNICA
Título original: La historia oficial
País: Argentina
Año: 1985
Dirección: Luis Puenzo
Guión: Aída Bortnik y Luis Puenzo
Dirección de fotografía: Félix Monti
Música: Atilio Stampone
Reparto: Norma Aleandro, Héctor Alterio, Patricio Contreras, Hugo Arana, Chunchuna Villafañe, Guillermo Battaglia, Chela Ruiz, Aníbal Morixe
Duración: 110 minutos