En el año 2010, Paula Maffía y Lucy Patané decidieron materializar una vieja idea: formar una banda que rememorara canciones de los años ’30, ’40 y ’50. Así surgió Las Taradas, orquesta de señoritas que recupera del olvido melodías de diferentes géneros (boleros, canzonetta napolitana, cha cha cha, cumbia colombiana, entre otros) y de diversos intérpretes (Johnny Cash, Mina Mazzini, Elvis Presley, Carmen Miranda, entre otros). A tan sólo un día de la celebración de sus seis años como orquesta, la cual tendrá lugar en Niceto Club y en la que contarán con la presencia de Sonora Marta la Reina y los DJs Ana Sol Torroixa y DJ Facu Vera, Lu Martínez nos cuenta un poco sobre lo que significa “ser una tarada” y sobre la travesía que vivieron con su nuevo disco, “Sirenas de la Jungla”.
LAS TARADAS son:
Natalia Gavazzo como «La tía Nidia López do Pandeiro» (percusión y voz)
Paula Maffía como «Doña Luisa Malatesta» (voz, ukelele, cuatro venezolano y acordeón)
Lu Martínez como «Encarnación de los Males» (contrabajo, bajo y voz)
Lucy Patané como «Lucía de Paco» (guitarra y voz)
Rosario Baeza como «Exaltación de la Cruz» (violín y voz)
Marcela Galván Alberti como «Kelly G» (clarinete, saxo soprano y voz)
—Me gustaría hablar un poco del repertorio de canciones que eligen. ¿Esta vuelta al pasado tiene la intención de ser una vuelta a cierta “memoria musical” que no quieren que se pierda?
—Cuando armamos Las Taradas, eso era un poco más real. Nuestra intención también fue tomar varias orquestas, como Sonora Marta la Reina, con quien vamos a compartir el sábado el sexto cumpleaños de la banda, que también tienen esa idea. Lo que nos interesa es que, antiguamente, en los bailes populares, la música era interpretada por una orquesta y no por un disco, y la gente bailaba esa música en vivo. La idea es traer eso hacia la actualidad, pero con un tinte nuestro. Nosotras venimos de nuestros propios palos, por supuesto, y hubo que juntar cada influencia con esa idea de hacer música que ninguna hacía con sus otros proyectos, pero con el respeto y la intención de hacerlo lo mejor y lo más fiel posible.
—Ustedes inauguraron algo muy novedoso que es muy propio de su estilo. Cuando suben al escenario, encarnan personajes, se producen, se pintan y se visten de determinada manera. ¿Puede decirse que hacen una performance musical?
—Visualmente, desde el vamos, ya es una propuesta diferente. Nos separamos de otras orquestas que por ahí son más formales, que tocan de traje o de vestido, y que sólo se presentan en lugares solemnes. Nosotras jugamos un poco con lo teatral desde los personajes y cada una tiene un look personal. Tratamos de vestir a esa personalidad con gracia.
—¿Crees que siempre es enriquecedor ese cruce entre disciplinas artísticas?
—Desde el punto de vista del público, a mí me gusta mucho ir a ver una situación artística en donde los distintos sentidos me vayan atrapando. En la música, eso se puede dar a través de lo visual, de la escenografía, de la vestimenta y desde los diálogos. La banda no intenta ser un grupo humorístico, sino que nosotras somos así, y se nos da así de modo casi natural. Cada personaje representa a cada uno de nuestros alter egos, y en escena somos nosotras. Sólo explotamos nuestros costados tarados.
—¿Qué significa «ser una tarada»?
—Significa reír, tener un poco de humor sobre uno mismo y sobre las cosas que no siempre te enorgullecen o enaltecen el ego, y desde ese lugar dar lo mejor que uno tiene. A veces, uno cree que por ser un artista tiene que ser serio y defender lo que hace desde un lugar solemne, pero nosotras no creemos que sea así. Hay que acercarse al público y aumentar la empatía. Ser una tarada es humanizarse.
No nos planteamos, desde el comienzo, ser todas chicas como algo exclusivo, pero surgió así. Ahora nos vemos, y no está mal, cargando una bandera que habla de establecer una igualdad a la hora de hacer lo que hacemos, y de hacer lo que sea, así que nos creemos un poco responsables de llevar eso adelante. Surgió de algo artístico, pero cuando uno está en ese rol, por ser alguien visible, la responsabilidad social decanta sola. Todo lo que hacemos, en un punto, es político.
—Las suelen llamar “orquesta de señoritas”, ¿hay, ahí, alguna apuesta política con respecto al género?
—No surgió por eso, pero sí hay algo que nosotras queríamos traer de aquellas orquestas de los ‘30 a los ‘50, que es que eran orquestas de mujeres que también tocaban para bailes o para distintos públicos. El concepto social era muy distinto al de ahora, y nosotras quisimos traer eso a un contexto social diferente. Lamentablemente, hay cosas que se siguen manteniendo, y es una buena excusa que seamos todas chicas para no dar motivo a determinadas cuestiones de género y desigualdad. No nos planteamos, desde el comienzo, ser todas chicas como algo exclusivo, pero surgió así. Ahora nos vemos, y no está mal, cargando una bandera que habla de establecer una igualdad a la hora de hacer lo que hacemos, y de hacer lo que sea, así que nos creemos un poco responsables de llevar eso adelante. Surgió de algo artístico, pero cuando uno está en ese rol, por ser alguien visible, la responsabilidad social decanta sola. Todo lo que hacemos, en un punto, es político.
— Si bien una banda siempre tiene ese “algo” que la distingue, ese “elemento tarado”, me animo a decir, ¿cuál es la novedad de “Sirenas de la Jungla” con respecto a “Son y se hacen”?
—Primero, el repertorio. Es un repertorio un poco más corto, son once canciones, y todas muy diferentes la una de la otra. No hay repetición de estilo. Hay, sí, alguna semejanza, pero es un disco muy diferente desde el repertorio. En cuanto al sonido, está mucho más trabajado desde lo grupal. El primer disco lo tocamos mucho tiempo en vivo, casi dos años, y éste es un poco más fresco. Hay más graves, hay más tierras, es más pesado y climático, y un poco más oscuro también. Empezamos a componer temas nuestros. Cinco de los once temas son escritos por nosotras, cada uno llegó de una manera distinta, pero son todos arreglados y formalizados entre todas.
—¿Por qué se llama “Sirenas de la Jungla”?
—A partir de que ponés el disco a sonar, es como un viaje. Esa electricidad que hay entre canciones te invita y te mete en ese mundo de Sirenas de la Jungla. Es un viaje hacia la oscuridad de la Jungla. Cuando la mirás dese afuera, la ves y parece hermosa, pero entrás y se te aparecen seres mágicos, seres que nunca antes viste, y pasan cosas sorpresivas. Y, por supuesto, hay un juego con algo mitológico que tiene que ver con las voces de las Sirenas como sonidos encantadores e interrogantes. Sonidos que atraen y que no podés dejar de escuchar.
—Ya es el sexto años de Las Taradas, ¿cómo se veían al principio y cómo se ven hoy?
—Logramos cosas que queríamos y cosas que no nos imaginábamos. La banda surgió para tocar, casi como un pretexto para juntarnos entre amigas. A raíz de empezar a buscar instrumentaciones particulares, nuestro primer objetivo era tocar en lugares, ensayar y disfrutarlo. Después, lo que fue pasando es que todo empezó a tener un tamaño cada vez más grande, y hubo que empezar a ocuparse de todo el detrás de escena, desde los preparativos de una fecha hasta la organización para sacar un disco. Antes, nos ocupábamos de todo, y entre todas, fuimos nuestras propias productoras. Pero cuando el grupo tomó un tamaño distinto y creció, empezamos a buscar otras manos que nos ayuden. Es un poco distinto por eso, pero nosotras no dejamos de preocuparnos por todos esos pequeños detalles. Somos bastante obsesivas de estar encima de todo, y eso no cambió. Cambiaron, quizás, los escenarios en los que tocábamos. Antes tocábamos muchos acústicos, desenchufados, y con el tiempo, de boca en boca, empezamos a lugar en otros lugares e incluso en teatros. Ahí se luce más la banda.
[Ser una tarada] significa reír, tener un poco de humor sobre uno mismo y sobre las cosas que no siempre te enorgullecen o enaltecen el ego, y desde ese lugar dar lo mejor que uno tiene. A veces, uno cree que por ser un artista tiene que ser serio y defender lo que hace desde un lugar solemne, pero nosotras no creemos que sea así. Hay que acercarse al público y aumentar la empatía. Ser una tarada es humanizarse.
—El año pasado tocaron en Groove, en una Fiesta Clandestina, y en Vorterix, que son lugares muy grandes. ¿Cómo ven la fecha de mañana en Niceto?
—Groove es casi un boliche. El sonido que se busca en un boliche es más para bailar, muy fuerte, con volúmenes exagerados. En Niceto hemos tocado varias veces, y siendo un boliche, es el lugar en el que más cómodas nos sentimos. Es un lugar que suena bien, tuvimos una buena experiencia ahí, y con Sonora, que es una orquesta amiga, esperamos que todo nos salga bien. No puede salir de otra forma, ¿no? Toco madera.