“La poesía es estar apenas corrido del lenguaje. Estar al costado, adelante, pero no mucho”, sostiene Mariano Blatt, autor de Mi Juventud Unida (Mansalva, 2015). Octava entrega de esta serie de entrevistas que se cuestiona el lugar que tiene la poesía en la actualidad a través de la palabra de los propios poetas contemporáneos. “Las editoriales grandes no van a vender poesía porque su modo de producción no les permite hacerlo. Lo que pasa con este género es que hay mucho prejuicio” afirma el director de Blatt & Ríos. (Foto: Mariela Bobba para Revista NaN)
Sobre el autor
Mariano Blatt nació el 21 de septiembre de 1983 en Buenos Aires. Es poeta y editor. Junto a Damián Ríos fundó y dirige la Editorial Blatt & Ríos. Publicó los libros Increíble (El niño Stanton, 2007), El Pibe de Oro (Colección Chapita, 2009), Pasabobos (Cartoneria Solar, 2010), Hielo Locura (El niño Stanton 2011), Nada a cambio (Belleza y felicidad, 2011), No existís (Determinado rumor, 2011) y Alguna vez pensé esto (Triana, 2014), además de algunas plaquetas y poemas sueltos aparecidos en revistas. En 2015 Mansalva editó Mi Juventud Unida, una antología que reúne su obra desde 2005 hasta la actualidad.
-Para vos, ¿qué es la poesía?
-Esa fue la única pregunta que vi que hacías. Cuando me pasaste las anteriores no quería leer las preguntas como para no anticiparme, ni tampoco las respuestas de nadie, para no influenciarme. ¿Qué es la poesía?, sin ser irónico ni nada por el estilo, para mí la poesía no es nada más que un género literario. Es un texto, en el sentido en que no es ninguna experiencia que no sea textual. Osea, una foto linda no es poesía, es una foto linda. Un amanecer tampoco. Todas esas metáforas medio chotas que se usan a veces, eso de que «la poesía está en todos lados», no. Para mí la poesía es un texto y no hay más misterio que eso.
-No podés separar la poesía del texto o las palabras, entonces.
-Claro, sí. Sobretodo de las palabras. La poesía es así para mí, un hecho textual. Puede ser en verso, puede ser en prosa, escrita u oral. No me interesa mucho a mí la distinción de géneros, tampoco. Poesía visual va a ser algo siempre que tenga texto, sino no. Es bastante limitada la definición de poesía para mí, no debería tener una definición más amplia que en sí misma.
¿Qué es la poesía?, sin ser irónico ni nada por el estilo, para mí la poesía no es nada más que un género literario. Es un texto, en el sentido en que no es ninguna experiencia que no sea textual
-¿Vos cómo te acercaste a la poesía como género literario?
-Me despertó interés después de esta anécdota, que es medio de casualidad: yo cuando era chico escribía, quería ser escritor. Escribía cuentos en la primaria, después en la secundaria abandoné un poco eso, me mantenía como lector, leía más que el promedio de mis compañeros. Pero ya no quería ser escritor, no escribía nada. Cuando terminé el secundario, viendo qué iba a hacer de mi vida, cambiando de carreras, en un momento me inscribí en un curso del Centro Cultural Rojas que era sobre Vanguardias Artísticas del s.XX. Lo daba una profesora que no conocía, yo me anoté porque era un adolescente con intereses artísticos que se anotaba en ese tipo de cursos. La profesora era Andi Nachón, que es una poeta de la generación de Fabián Casas, por ejemplo, y me causaba gracia que el nombre era muy andrógino, no sabía si era una mujer o un varón el docente. Cuando llego a la primera clase en el Rojas, seguía sin saberlo. Era una chica, finalmente, pero que curtía un look muy andrógino, como el nombre: flaquita, alta, pelo corto. En esa época, del 2001 al 2003 masomenos, estaban medio de moda una tribu urbana que eran los «alternativos».
-Claro, «los alternos», ¿no?
-Sí, también le decían «los alternotontos». Ella era medio de esa onda, a pesar de ser un poco más grande. Yo me quedo medio fascinado con ella, su look y con el taller que daba. Una vez terminado el curso, me cruzo con un libro de ella en una librería que se llama «Warsawa» (Bajo la Luna, 1996) y me lo compro únicamente porque era mi profesora del Rojas. Yo antes no había leído nunca poesía, tenía ese prejuicio típico que se tiene con el género. Después de leerlo no entiendo nada pero me quedo fascinado por la atmósfera que tenía, no sé bien. Ahí mismo yo decido que quiero ser poeta, por leer ese libro de Andi Nachón y querer ser como ella; ahí había un mundo que me interesaba. Además, en esa época también empezaba a haber internet más masivamente y a partir de googlear el nombre de Andi encuentro una biblioteca online que se llamaba «Zapatos rojos» donde había un montón de poemas de gente de los 90’s: estaban Casas, Daniel Durand, Damián Ríos. Después de leer a esa gente empecé a escribir. Para mí fue de un día para el otro mi interés por la poesía y el querer escribirla, que no tiene nada que ver con todos mis intereses literarios anteriores que estaban más vinculados al cuento, la novela, una onda mucho más cortazariana.
-Ese prejuicio que dijiste que tenías con la poesía, ¿crees que sigue fuerte? Me refiero a esa idea de pensar a la poesía más vinculada a lo que se lee en el colegio: poesía del siglo XX, Pablo Neruda como mucho. La poesía parece un campo que no se actualiza mucho, sigue sin conocerse la poesía contemporánea que trata otros temas, o al menos los trata de otra forma.
-Sí, no sé como es el panorama en las aulas actualmente. Supongo que en su gran mayoría se debe seguir viendo lo mismo, aunque también hay algunos casos aislados. Por ejemplo hace poco fui a una secundaria, creo que a segundo año con chicos de 14 años, y leí unos poemas míos porque un pibe que estaba haciendo una pasantía para profesor en Letras había llevado poemas míos. También me pasó recientemente algo muy gratificante: estaba yendo para el banco y pasé por una escuela que estaba tomada por los alumnos. Una chica que estaba ahí repartiendo volantes por la toma me paró y me dijo: «¿Vos sos Mariano Blatt?». Serán casos aislados seguramente, pero hay pibes que conocen poesía de ahora. En mi tiempo yo tampoco conocía nada. Internet ahora permite que la gente conozca un poco más por fuera de la escuela, que amplié más sus horizontes. Tampoco es algo que me parezca bien o mal, la gente se va introduciento de a poco a la cultura que lo rodea. No hace falta que de movida uno conozca lo más contemporáneo y lo que está actualmente en el campo de batalla. Tal vez está bueno que se conozca antes lo primero, lo introductorio, y después profundizar.
-No compartís, entonces, lo que dice Francisco Garamona en la contratapa de Mi juventud unida: «Los poemas de Mariano Blatt algún día se darán en las escuelas, y niñas y niños de todas las edades los sabrán de memoria».
-Supongo que si va a ser así, como dice Francisco -que igual es el editor del libro (risas)-, voy a ser uno más de una lista. No sé, ojalá…tampoco sé si ojalá. Si el sistema educativo sigue siendo tan conservador y me van a estar dando en las aulas, es porque yo me transformé en el establishment literario y no me gustaría estar ahí.
-Además de Andi Nachón, que la nombraste antes, ¿tenés o tuviste otros poetas como referentes?
-En ese momento, después de Andi, otro poeta que me pareció muy revelador y me abrió un montón de horizontes en lo que es la literatura y la poesía, fue Daniel Durand. Sobretodo «El Estado y él se amaron» que viene a ser gran parte de su obra poética. Cuando leí ese libro fue algo muy distinto, pensé «mirá podes ser un autor y escribir así de distinto y zarpado». También me gusta Esteban García, que publicó un solo libro «Todos putos (una bendición) (Belleza y Felicidad) «. De todas formas, para mí también siempre fue raro, ya partiendo de la forma en que yo me introduzco a la poesía, siempre fue algo social: estar con gente, pertenecer a un grupo. No me importaba tanto como escribían, sino ir a las fiestas donde iba cierto tipo de gente. Eso me parece que influyó mucho más en mi obra que los poetas en sí mismos. Ahí ya se agregan otros artistas, también, en esa época que era la resaca de la galería «Belleza y felicidad», que era una galería de arte a fines de los 90’s, principios de los 2000 en Almagro. Ahí te influyen modos de socializar, de producción, de edición, de circular, quién te importa y quien no. Me cuesta siempre nombrar referentes, se puede resumir que Andi me hizo el click de querer ser escritor y Durand me mostró la destreza a la hora de escribir. Tampoco soy un gran lector, debo admitirlo.
Si el sistema educativo sigue siendo tan conservador y me van a estar dando en las aulas, es porque yo me transformé en el establishment literario y no me gustaría estar ahí.
-De la mano de eso, vos que conocés al mundo editorial también, existe esa frase hecha de «la poesía no vende», ¿por qué crees que pasa eso?
-No sé si es tan así, hay que ver quien lo dice, depende el perfil de la editorial. Hay algunas que son de poesía y deben vender bastante bien, como Bajo la luna o Mansalva. De hecho en Blatt &Ríos tenemos algunos títulos de poesía que se venden bien, igual que los demás. Las editoriales grandes no van a vender poesía porque su modo de producción no les permite hacerlo. Lo que pasa con este género es que hay mucho prejuicio: muy poca gente te va a decir que no lee novelas o cuentos, pero sí se puede decir que no se lee poesía. Debe ser el único género literario en el que pasa eso, por eso puede ser que se lea un poco menos. También es otro circuito, editoriales y modos de producción específicos: plaquetas, fanzines, ciclos de lecturas, donde circula un montón de gente que consume poesía.
-Volviendo un poco a tu obra, a la hora de escribir ¿tenes algún método o rutina?
-Nunca tuve método ni rutina, siempre escribí muy poco. Lo hago cuando de repente se me ocurre un poema, que es algo que no controlo. Lo que me pasó con el tiempo es que si bien al principio estaba conforme con mis niveles de escritura porque lo hacía bastante de más chico, después me agoté y dejé de escribir mucho tiempo. O sea, si no aparecía el poema no hacía nada, y eso me angustiaba mucho, porque yo quería escribir. No puedo tener una rutina y decir «voy a escribir en este horario, o tantas horas por día». Nunca me adjudiqué un tiempo para escribir, siempre lo combiné y sigue siendo así. Eso me hizo sentir que puedo escribir en cualquier momento y de hecho lo hago, voy tomando notas. Lo que sí hice en un momento, hace un par de años, como me angustiaba el tener que depender de la inspiración -por decirlo de alguna forma-, inventé un método: son dos poemas que figuran al final de Mi Juventud Unida («No es» y «Ahora»), que son poemas que voy a escribir toda mi vida. Fue por eso, aunque en el fondo es un poco lo mismo, porque para escribirles algo se me tiene que ocurrir, pero tiene algo de procedimiento. Eso es lo más cerca que estoy de tener un método hasta ahora.
Las editoriales grandes no van a vender poesía porque su modo de producción no les permite hacerlo. Lo que pasa con este género es que hay mucho prejuicio: muy poca gente te va a decir que no lee novelas o cuentos, pero sí se puede decir que no se lee poesía
-Para alguien que, como te pasó a vos hace un tiempo, le interese introducirse un poco en el mundo de la poesía o escribir, ¿qué consejos le podrías dar?
-Qué dificil…dejame pensar. Es raro, no sé, es que yo creo que no hay ningún consejo que darle a nadie. Todo lo digo desde mi experiencia personal con respecto a la escritura y no sé si va a ser así para todos. En mi caso fue todo sin mayor esfuerzo, o sea como te conté: de un día para el otro quise ser poeta y empecé a escribir. Además, escribo muy poco, casi no tengo material inédito, nunca escribo algo que no termino, a lo sumo hago dos versos y los abandono. Mi consejo podría ser este, aunque no crea que sea uno bueno: escribir poesía o ser poeta no implica ningún esfuerzo de escritura. El poema tiene eso para mí, cuando el poema aparece, aparece; y si no aparece, no hay manera de hacerlo aparecer. No hagas esfuerzo por escribir un poema. Es un consejo muy trucho. Después también podés ir afinando el oído e ir escuchando.
-¿A qué te referís con eso de «ir escuchando»?
-En realidad ese podría ser un consejo y quitar todo lo anterior: hay que escuchar mucho y tener poco prejuicio. Te tiene que interesar escuchar a la gente, como se dicen las cosas, los errores, los fallidos, los corrimientos en la lengua, las invenciones de palabras sobretodo en los jóvenes, la jerga. Hay que estar atento a eso, celebrarlo y reivindicarlo. Mis abuelos paternos eran de Hungría y vinieron acá durante la Segunda Guerra Mundial. El húngaro es un idioma muy raro, porque es uno de los pocos idiomas occidentales al menos que no tiene ninguna raíz. Entonces, es un idioma muy difícil de hablar. Después de tanto tiempo, mi abuela sigue cometiendo algunos errores en español, sobretodo con los géneros, te dice adjetivos femeninos cuando son masculinos o al revés. A mis primos siempre les causaba gracia eso, frases como «Mariano vos sos muy linda». Todos siempre le dicen: «hace cuarenta años que vivís acá, tenés que aprender«. En cambio, yo siempre digo que están buenísimos esos errores, son muy lindos, son distintos. Se entienden aunque estén un poquito corridos de la lengua. Eso es la poesía: estar apenas corrido del lenguaje. Estar al costado, adelante, pero no mucho, porque sino se vuelve algo críptico que nadie termina de entender. Pero cuando estás apenitas desfazado me parece que se genera una sorpresa. Así que mi consejo es ese: si querés ser poeta, tenés que estar atento a eso y celebrar mucho eso.
Eso es la poesía: estar apenas corrido del lenguaje. Estar al costado, adelante, pero no mucho, porque sino se vuelve algo críptico que nadie termina de entender. Pero cuando estás apenitas desfazado me parece que se genera una sorpresa.
-Después de armar «Mi juventud unida», ¿qué sensación te quedó del trabajo retrospectivo de ver todo lo que escribiste a lo largo del tiempo?
-Estuvo muy bueno porque me amigué un poco con lo que escribí. Imaginate que para mí los textos del 2005, el 2006 me parecían cualquier cosa. Me parece que eso le suele pasar a todos los poetas: la única área de producción que te gusta es la inmediatamente última siempre. Cuando haces un cambio, o descubriste algo nuevo, la anterior te parece una mierda, te da vergüenza, no querés que nadie lea eso. Pero al armar esta obra reunida me perdoné un montón de cosas, las pude ver con un poco de perspectiva. Lo que me pasó es que me reí mucho con textos viejos, algo que estuvo bueno. Pude ver el recorrido, sacarme esa presión de que el último texto sea el mejor, eso de estar siempre tratando de progresar y que la gente se sorprenda con lo que escribo. Aunque lo siga pensando, está bueno ver todo el recorrido y que también escribí todas esas poesías, quedé muy contento. Además se volvió accesible para un montón de gente, cosa que antes no pasaba, eran ediciones muy chicas que ya no se consiguen. Por suerte hay nuevos lectores e intentan conseguir esa obra más vieja. Yo siempre pensaba que esos textos ya los había leído todo el mundo, pero pasaron diez años, hay chicos nuevos. Que se haya vuelto conseguible el material también me puso muy contento.
-¿Tenés contacto con los movimientos de poesía oral, como el slam, que hay ahora?
-No, no tengo mucho contacto. Conozco a algunos chicos de ahí, pero nada más. He ido alguna vez a ver. Me parece que están buenos, pero siempre me generó una sensación de monotonía en el tono de todos los participantes. De última eso tampoco está mal, capaz es un estilo o un género y por ahora todo es parecido. No importa mucho si me gusta o no tampoco, son textos o maneras que a mí generalmente no me producen mucha cosa más que una risa, pero ni siquiera tanto. No tengo mucho para decir al respecto, está genial que exista de todas formas.
-¿Sos de participar en eventos?
-Sí, leí bastante. Ahora casi siempre digo que no, porque en una época me invitaban mucho y me aburrí un poco, te lleva tiempo y terminás leyendo siempre lo mismo. Además si decís que sí a todos, no tenés fines de semana practicamente. Me gusta ir a leer en público, pero me gusta tener cosas nuevas, quizás por eso no lo hago tanto. Me gusta también que cada lectura en vivo sea distinta o tenga cosas particulares. Eso siempre lleva un tiempo y me pareció que estaba mejor espaciar un poco mis lecturas. También hay propuestas que están buenas y otras que no tanto. En un momento me cansaron los ciclos de lecturas porque era solo eso, cinco poetas leyendo sin mucha preocupación. Vine al evento, me imprimí unos poemas unos minutos antes y me puse a leerlos en un tono que nunca ensayé, sin tener en cuenta subidas, bajadas, silencios, pensar en el público. Yo igual participé en miles de lecturas donde hacía eso, pero después me di cuenta que estaría bueno que estuvieran un poco mejor, porque es un acto presencial, ¿no? A la vez también está bueno que siempre haya un montón de gente disponible, por lo que está bueno que se renueve y yo no vaya tanto.
-La última, ¿cómo ves la relación entre poesía y las nuevas tecnologías/redes sociales? Sobre todo teniendo en cuenta que pasamos mucho tiempo delante de pantallas y teclados
-De la misma manera que antes, en el sentido de lo que te decía al principio: la poesía es texto y siempre tiene una sorpresa en el lenguaje. Eso se puede dar hablando, escribiendo en whatsapp, en facebook o en una máquina de escribir. Puede cambiar, si querés, los modos de publicación y eso, pero a mi no me parece que facilite las cosas. En todo caso las dificulta porque es más difícil encontrar una sorpresa ahí cuando todo el mundo está escribiendo y diciendo cosas. En un principio a mí me había fascinado un montón el chat, sobretodo con esa distinción entre habla y escritura. El chat era la síntesis de esas dos cosas, porque era gente hablando pero escribiendo, entonces pasaba algo ahí que era muy raro y muy productivo a la vez. Así, muchas expresiones que eran del chat se pasaron a la oralidad. Ahora ya está incorporado, es un canal más del uso del lenguaje, y donde está el uso del lenguaje puede estar la poesía.