Con escenarios propositivos y provocadores, los poemas de Quiero (Audisea, 2023) de Alejandro Crotto se mueven entre imágenes vívidas y un fraseo que remite tanto a la oralidad como al cuidado preciso del lenguaje. Sin cerrar nunca el sentido, es el lector quien tiene la última palabra, la cual muchas veces puede tomar la atinada forma del silencio y la espera.
Sobre el autor
Alejandro Crotto nació en Buenos Aires en 1978. Publicó los libros de poemas Abejas (2009), Chesterton (2013), Once personas (2015), Francisco –un monólogo dramático (2017) y Quiero (2023). Publicó también una traducción anotada del Infierno de Dante Alighieri (2020) y la crónica Final (2022), escrita con su hermano Marcos Crotto. Enseña poesía y traducción de poesía en la UNA y en la UBA. Desde 2017 dirige la revista Hablar de Poesía.
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1 – Qué es el amor
Supongamos que hay una escalera de oro:
tiene que haber entonces una hormiga
que sonríe y menea la cabeza.
Una gota de sangre cae en un vaso de agua
y mientras va de a poco abriéndose
caen una, dos, tres gotas más.
Algo adentro de algo,
algo al lado de algo,
algo encima de algo, con algo encima.
Lo que es muy grande y a la vez muy chico,
por ejemplo: una hormiga,
una naranja,
la luna.
Una semilla sueña adentro de un melón,
unos ojos abriéndose a unos ojos.
Y el agua se hace vino;
el vino, sangre.
Imaginémonos nosotros, cada cuerpo
y adentro el sol: una escalera de oro.
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2 – Otro poema sobre el agua
Llovió, literalmente, más de un millón de años:
las aguas desatadas, podríamos decir.
Es como si una línea que se viene trazando
más o menos derecha en una hoja
de repente se alzara para empezar un círculo
y después se rompiera en muchas líneas
que a su vez hacen círculos, etcétera.
Como gotas de mar y de rocío.
Por eso es que no tengo miedo. O sea,
claro que tengo miedo, pero puedo
enderezarme firme,
un humilde monito,
y esperar.
Mientras pisan el agua con sus botas.
Mientras rompen, gritando, las peceras
porque querían que los peces fueran libres.
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3 – Sextina
Había una vez una música.
Parecía una piedra,
pero era una semilla.
Había una vez, hace mucho.
Ahora hay una acacia
tocada por el aire y por el cielo.
Las ramas entran en el cielo
atentas a su propia música,
y las raíces en la piedra.
Una vez, hace mucho,
latía una semilla.
Había una vez una semilla.
Creció como una música
hasta tocar el cielo
enraizada en la piedra.
Ahora lo vemos: toda piedra
es ocasión de música,
de cielo.
Sí, todo el cielo.
Sí, toda la música.
Había una vez una música.
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4 – Mediodía
Vi un tábano. Fue así:
había mucho sol y yo estaba en la orilla.
Lo vi, quieto en su piedra. En un momento
alzó unas alas transparentes,
con nervaduras,
y después las bajó.
Detrás se oía el agua yéndose,
la sombra en los cipreses de la cuesta,
y arriba el cielo nuestro, que crujía.
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5 – En el despacho de los grandes guionistas
A nuestra izquierda hay uno. Acaba justo
de levantar los ojos persiguiendo
la mejor andadura de la escena
que acelere un final. Para entender
el temple de esos ojos que ahora bajan
directos a la página, sepamos
que el anillo de oro en su derecha
por el lado de adentro lleva escrito:
“Si el palacio fue injusto en los cimientos
se transforma de a poco en una cárcel”.
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