«La poesía es muy misteriosa: en su brevedad, en su casi nada con lo cual hace algo tan importante y poderoso», afirma Diana Bellessi en esta entrevista con La Primera Piedra. Su mirada sobre el presente de la poesía y el mercado editorial, su apuesta por el futuro y los secretos que envuelven a la creación de un poema: «No sé porqué algunas llegan rápido a la gente y otras más lentamente».
Hablar de Diana Bellessi es sinónimo de hablar de poesía. La autora argentina nacida en Zavalla, Santa Fe, en 1946, llenó el auditorio principal del Centro Cultural Kirchner en febrero de este año en marco del Festival Poesía Ya! y el interés por su obra va ganando nuevos adeptos. Tanto es así que actualmente Adriana Hidalgo se encuentra trabajando en la reedición de su poesía reunida Tener lo que se tiene, publicada originalmente en 2009 y que se encuentra agotada.
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Para esta nueva publicación, se estima que el volumen de cerca de 1200 páginas será dividido en dos tonos con el fin de agregar los últimos dos libros publicados por la autora: Pasos de baile y Fuerte como la muerte es el amor. Al respecto de habar convocado a cerca de 1800 personas, Bellesi señala en diálogo con La Primera Piedra: «Fue una noche muy emocionante, porque ese enorme público hacía silencio cuando leía y después aplaudía poemas tras poema. Fue algo muy hermoso, me encantó. Nunca me imaginé que iba a hacer una lectura así»
Las grandes editoriales apuntan a la narrativa, no a la poesía, sacan algunos libritos, pero poco. Esto se lo ganaron las pequeñas editoriales y la alegría con la cual salimos a la calle, salimos a leer. Esta fue una puntada más de ese largo camino.
Sin embargo, sentada de frente a ese jardín que supo construir en el corazón del barrio de Palermo, en medio de edificios y autos que pasan a toda velocidad, los ojos de Diana siempre miran al futuro: «Me gustaría volver a escribir, sentir esa emoción de terminar la primera versión del poema que se parece a la última. Ya no es la emoción por tu escritura, sino por la escritura del mundo, porque cuando sale bien el poema, lo escribió el mundo», destaca. Su relación con los más jóvenes, el ritmo en un poema y la vuelta a géneros tradicionales según Diana Bellessi, en la siguiente entrevista.
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— Primero, te quería preguntar qué sentimientos te quedaron después de haber llenado el auditorio del Centro Cultural Kirchner con 1800 personas.
— Fue una noche muy emocionante, porque ese enorme público hacía silencio cuando leía y después aplaudía poemas tras poema. Fue algo muy hermoso, me encantó. Nunca me imaginé que iba a hacer una lectura así, pero yo creo que los organizadores hicieron ese milagro. Había mucha gente del Gran Buenos Aires, mucha gente joven, fue algo precioso. Yo no recordaba tanta emoción desde que había presentado Tener lo que se tiene al lado de una canchita de fútbol de Estrella de Maldonado. Y otra que hice de Mate cocido en una biblioteca anarquista que tenía un salón inmenseo, fue algo maravilloso, había gente en la vereda, en todas partes. Nunca imaginé 1800 personas como sucedió. Fue muy emocionante y muy hermoso, más no puedo decir.
Creo que se lo ganó la poesía, se ganó el codo a codo con la gente y no puede pasar nada más maravilloso que eso.
— ¿Creés que poesía está atravesando un buen momento en la llegada al público lector?
— Sí, yo creo que sí. Hace años que viene sucediendo eso. Yo creo que esto empezó a fines de los 90’s y el 2001, 2002, cuando los poetas escribimos mano a mano con la gente en la toma de fábricas, en todos lados. Ahí la poesía emergió, las camisetas las pintaban con versos. Creo que se lo ganó la poesía, se ganó el codo a codo con la gente y no puede pasar nada más maravilloso que eso. Y cuando te hablo de poesía, no hablo de poesía a la que sea tan fácil entrar, porque yo no escribo así por ejemplo. Lo que hago es básicamente una poesía lírica, con algunos deslices hacia otras partes, pero es básicamente lírica, y eso es algo maravilloso: la retaguardia se juntó por fin. Espero que no nos separemos más.
— ¿Por qué pensás que antes existía esa separación?
— Porque el mercado regía. Las grandes editoriales apuntan a la narrativa, no a la poesía, sacan algunos libritos, pero poco. Esto se lo ganaron las pequeñas editoriales y la alegría con la cual salimos a la calle, salimos a leer. Esta fue una puntada más de ese largo camino.
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— ¿Cómo es tu contacto con las nuevas generaciones de poetas?
— Variedad, tremenda variedad veo, y eso es maravilloso. Y no están peleados unos con otros, todo eso por suerte ya pasó y la cabeza de la gente se abrió. Ahora no veo pugnas en el seno de la poesía, veo públicos moviéndose de un lado al otro, aplaudiendo incluso a una viejita como yo (risas) ¿No te parece maravilloso?
— ¿Ves ese fenómeno asociado a la ruptura que generó internet en estas dos décadas?
— Seguramente: yo veo Instagram solamente, no veo Facebook porque no sé cómo entrar ni siquiera a mi propia cuenta. Pero todos los días reviso el teléfono y todos los días veo una novedad. Sin dudas hizo mucho, para bien y para mal. Como siempre, como cualquier cosa que se haga. Pero Instagram me encanta: está bien que las personas pongan sus sentimiento ahí. Yo considero internet, y eso que soy una bárbara en Asia (risas), manejo muy poco digamos. Pero lo considero una reunión entre amigos, muy bonita. Y algunos vienen de muy lejos. Creo que ha colaborado en definitiva, luego empezará a joder, como todo, pero todavía no estamos en ese momento: le ha venido muy bien a la poesía y a las pequeñas editoriales.
(Los poetas jóvenes) no están peleados unos con otros, todo eso por suerte ya pasó y la cabeza de la gente se abrió. Ahora no veo pugnas en el seno de la poesía, veo públicos moviéndose de un lado al otro
— En un evento que compartimos con el sello mágicas naranjas, la editora Hilda Fernández se te había acercado para reeditar Variaciones de la luz y vos le contestaste que mejor hacer algo nuevo. ¿De dónde sale ese impulso para seguir escribiendo?
— Porque soy siempre joven, soy una viejita joven. Siempre me entusiasmo con los nuevos proyectos. Ese libro que mencionás tuvo un dibujante maravilloso además, Pablo Ramírez Arnol, con el que nos escribimos cada tanto desde Italia.
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— ¿Y cómo tomaste esa adaptación en el formato que propuso la editorial?
— Claro, el poema es el mismo, yo nunca he escrito nada para niños. Cuando una amiga mía que tenía un nieto de apenas cuatro o cinco años, se lo compró y lo leyó y empezó a decir «ah, el Oriente», me encantó. Los niños saltan hacia cualquier cosa si hay un adulto que los ayude. Las ilustraciones, que me encantaron, ayudaron mucho. La poesía abre puertas muy misteriosas. Es muy misteriosa: en su brevedad, en su casi nada con lo cual hace algo tan importante y poderoso. Se parece a la oración, a lo que se canta en las canchas de fútbol. Se parece, solo se parece, porque después tiene secretos y misterios muy grandes, porque no sé porqué algunas llegan rápido a la gente y otras más lentamente.
— En relación a eso, vos definiste a los poemas y a las canciones como primos hermanos, subrayando que no son lo mismo. ¿Podrías explicar un poco más?
— Por supuesto: no son lo mismo porque los acentos tienen que coincidir con la melodía, mientras que la poesía puede hacer lo que quiera. Nosotros abandonamos, o abandonamos en parte, la tradición de versificación hispánica, aunque le debamos mucho al octosílabo y endecasílabo. Los ingleses han hecho una vanguardia más unida a la tradición, pero nosotros hemos hecho cualquier cosa (risas). Por eso creo que somos tan vivos y tan poderosos. Retomando lo de las canciones, yo empecé a escribir porque yo escucha bagualas. A diferencia tuya, que sos de acá de Buenos Aires, yo me crié en el campo pobre, el de las chacritas alquiladas. Por la noche, cuando llovía o no se podía ir al campo, sacaban una guitarra y cantaban: ahí es donde yo nací a la poesía, con el octosílabo y endecasílabo muy pegado a la oreja. Después lo olvidé porque entré a las vanguardias, hasta que de más grande pude volver ahí.
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— ¿Por qué creés que pasó eso?
— Porque María Elena Walsh me invitó a trabajar a SADAIC: yo les daba una clase letrística a orejeros y ellos me llevaron de la mano de nuevo a ese lugar. Yo tuve que aprender de nuevo, porque me había olvidado todo lo relacionado a los acentos. Ahí también volví a leer el siglo de oro español, a los cincuentaytantos años.
Nosotros abandonamos, o abandonamos en parte, la tradición de versificación hispánica, aunque le debamos mucho al octosílabo y endecasílabo. Los ingleses han hecho una vanguardia más unida a la tradición, pero nosotros hemos hecho cualquier cosa (risas). Por eso creo que somos tan vivos y tan poderosos.
— ¿Tu relación con los géneros más rígidos cómo la definirías?
— En esa relectura del siglo de oro español, sobre todo a Garcilaso de la Vega y Juan De La Cruz, empecé a imitarle las melodías, empezaron a salir solas. Eso es lo que hace un letrista, ¿no? Tener la oreja fijada en el acento musical, pero nunca abandoné el voseo…aunque he usado el tú. Creo que influenciada por los poetas que leía. Sin embargo, nunca me exijo que tienen que ser endecasílabos perfectos.
— En otros de tus poemas también jugás con los romances, las coplas, relacionados con la temática más urgente de la crisis del 2001 y los piquetes.
— Sí, hay algo de cruce con el realismo socialista, algo que viene de otro y que creo que viene de escuchar a la gente que caminaba con nosotros. Cuando se habían acabado los discursos, floreció esa voz y llegó a mucho de los poetas, como Osvaldo Bossi, Carlos Battilana, Paula Jiménez España, Claudia Masin, Sonia Scarabelli, que son más jóvenes que yo. Lograron mezclar la lírica con lo familiar y con lo que pasaba en el mundo.
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— En relación a eso, Ursula K. Le Guin dice en una entrevista que ella en su libro de poemas tiene una temática naturalista pero con contenido político. «¿Cómo se puede escribir sobre naturaleza sin que se cele en el poema lo que le hemos hecho al mundo?», se preguntaba. ¿Ves ese hecho en tus poemas también?
— Ursula fue una mis maestras, de mis más queridísimas personas. Sí, por supuesto, ahí se descubrió que la poesía lírica no era el canal de cable como le decían. Lo que le hicimos a la naturaleza y a nosotros, porque somos naturaleza.
— En tu último libro hay un retorno a Zavalla. Me hace acordar a José Watanabe, que había vuelto a su pueblo natal en sus poemas, ¿es algo consciente?
— No sé cómo sucedió en ese libro, porque ahora sigo yendo, paso temporadas largas allá, pero ya no sucede. En la pandemia escribí muy poco, empecé un libro pero ahí quedó…aunque siempre con la esperanza de volver a él. Sin embargo, en Zavalla no prospera, me tengo que ir a la isla me parece. Ese libro nació con el signo de un viaje al África, y lo que más se parece es el delta, no Zavalla.
—¿Por qué creés que te costó escribir en pandemia? Durante el principio se pensaba que el silencio, el tiempo quieto iba a ayudar.
— Yo siempre tuve eso porque escribí sobre todo en la isla o en Zavalla, salvo El jardín que lo escribí acá cuando estaba armando este jardincito. Me cuesta escribir en la ciudad, solo escribo unas prosas. Mientras que allá es ir y al día siguiente ya estar escribiendo. Sin embargo eso ya no pasa, estoy muda hace un tiempo. O será que pronto me voy a morir…viste que siempre vuelvo a eso (risas).
Para mí la poesía está por fuera del Pantheon de la literatura, en un lugar misterioso.
— Puedo citarte a vos mismas y decirte que cuando no pasa nada, está pasando el poema. Quizás estés tomando envión.
— Ojalá, extraño mucho, porque he escrito bastante como verás. Pensaba escribir hasta morir, pero ahora he entrado en una etapa de silencio. Andá a saber porqué. Porque no es el silencio de donde nacen los poemas, sino del que nace más silencio. Me cuesta hablar de eso.
— Teniendo en cuenta la noción de «la frase» que vos utilizás, y esa idea de poder percibirla incluso por fuera de la literatura, ¿el desafío de los más jóvenes es no dejarse distraer tanto por los estímulos o encontrar las frases ahí?
— Para mí la poesía está por fuera del Pantheon de la literatura, en un lugar misterioso. Después, respondiendo a tu pregunta, seguramente el desafío sea encontrarlas ahí. Yo todavía no las encuentro. Pero tengo alumnos y alumnas más jóvenes que sí: la mezcla de leer en pantalla y libro produce ese fenómeno.
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— Cuando salió Pasos de baile, mencionabas que estabas intentando «ablandar» tu escritura. ¿A qué te referías puntualmente?
— Llevo media vida intentando eso. Cuando hablo de ablandar, me refiero a lo que es suave, a lo que va de un lado al otro, a lo que te sorprende. De lo que va del habla a la lectura y no pierde ninguna de las dos cosas. A poder escribir la frase que dice alguien, eso que no es duro, es blando; no es de roca, es de mamífero.
— Relaciono eso con lo que mencionabas anteriormente, que te señalabas una autora de no tan fácil entrada. Lo blando puede convivir con la complejidad, ¿no?
— Por supuesto que sí: cualquier bichito invisible tiene una complejidad extraordinaria.
— Mientras se escuchan los pajaritos cantar en tu jardín, pienso que vos siempre mencionás a El jardín como un libro de quiebre en tu carrera.
— Fue cuando abandoné la isla y me vine a la ciudad. Entonces ahí me armé este jardincito y escribí ese libro. Se reeditó hace poco y tiene poemas que me siguen gustando. La gente lo marcaba como un libro de quiebre y yo empecé a decir lo que decían ellos. A mí me gustan mucho Variaciones de la luz y La edad dorada, que es donde muestro mi faceta cristiana campesina antigua. Ahí es donde yo empecé a practicar los octosílabos y en Variaciones de la luz llegué al endecasílabo. Te digo esto porque creo que en la poesía la forma es algo capital. Si uno no indaga algo por ahí, se queda mudo. Quizás eso es lo que me esté pasando a mí. Hay algo en la forma que es el modo de decir el poema, es lo que le da el tono y lo que la gente escucha. Por eso se parece a la oración…Así como tengo esa marca de la infancia con el cristianismo, tengo una gran atracción por el budismo también, pero rápidamente me canso. No me pidas que practique nada, pero hay algo maravilloso en estas gnosis antiguas. El Rey Salomón aparece en uno de los poemas y es el que le da título al libro: Fuerte como la muerte es el amor. Esas gnosis antiguas siempre vuelven a hablar, por eso digo que la poesía está fuera de la literatura: abreva de una fuente mucho más vasta y antigua.
Cuando hablo de ablandar, me refiero a lo que es suave, a lo que va de un lado al otro, a lo que te sorprende. De lo que va del habla a la lectura y no pierde ninguna de las dos cosas. A poder escribir la frase que dice alguien, eso que no es duro, es blando; no es de roca, es de mamífero.
— Para ir terminando, ¿por qué excluiste tus primeros poemas de Tener lo que se puede?
— Porque no me gustaban. De hecho hace poco releí algunos de cuando era muy jovencita, 20 años y los quemé, lo mejor que podía hacer era dárselo a la Pachamama.
— Muchos poetas suelen dejar de lado algo de sus primeras obras. Pienso que es una enseñanza luminosa para quienes empiezan a escribir y poder intentarlo.
— Sí, es el miedo al narcisismo que todos tenemos.
—¿Qué le gustaría hacer a Diana Bellessi de cara al futuro?
— Me gustaría volver a escribir, sentir esa emoción de terminar la primera versión del poema que se parece a la última. Ya no es la emoción por tu escritura, sino por la escritura del mundo, porque cuando sale bien el poema, lo escribió el mundo, te lo dictaron. Eso es un accidente, la escritura de un buen poema siempre es un accidente, cuando surge lo inesperado. Uno de los poemas que más me gusta se llama «Éxtasis», está en Pasos de baile. ¿De dónde salió ese poema? No tengo la menor idea.
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