La presencia y la ausencia tienen límites difusos, permeables, maleables. Los poemas de Celina Feuerstein en A la velocidad de la luz (Tren Instantáneo, 2022) marcan esa mixtura entre realidades que se acoplan y sentimientos que tiñen el presente y el pasado por igual. Con un paisaje familiar y otro natural, cada poema dispone distintos puntos de fuga a la hora de ser leídos.
Sobre la autora
Celina Feuerstein nació en Buenos Aires en 1959. Es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y trabaja como psicoanalista. En marzo del 2018 publicó el libro de poemas La casa vacía, por la editorial Caleta Olivia. Participó en el poemario Martes verde, del colectivo Poetas por el derecho al aborto legal. En 2020 publicó De qué se trata el otoño en mi ventana (poesía), por Modesto Rimba y en 2022 acaba de salir A la velocidad de la luz, el nuevo poemario publicado por la editorial Tren Instantáneo.
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1 –
las motos rodando en la ciudad y en las veredas
sus sombras grises llevan de paseo al viento
hombres y mujeres en las calles de Hanoi
un ejército de hormigas
cubre cada hueco
los miro comer y tomar té
caminan o descansan en cuclillas
sus bocas se mueven gesticulan
yo los escucho sin entender
la música exótica me envuelve y se mezcla
con el color naranja de los arbolitos
del qum kwat
otro mundo en el mundo
y pienso en mi padre y en su guerra
mientras recuerdo la guerra en Vietnam
cuántas luchas y acá estamos
ahora recorro en barco las aguas de Ha Long
la bahía y su belleza
se abren como espejos verdes
y estos islotes son pilares
señalando el cielo
pienso en mi padre y le agradezco cada día
de alguna manera es este su legado
dejarme entrar al milagro de un mundo
que brilla tiembla explota
gracias papá y sí
yo vi caer al universo
a vos te vi caer cerrar los ojos
vi cómo te fuiste te vi morir
pero algo salió desde tu muerte y tocó
mi corazón
el aire que respiro
quizás se llame amor simplemente
eso que inhalé y que guardo como un tesoro
acá en Ha Long el barco se mueve
las montañas parecen tocar lo más alto del cielo
como tu muerte tocó mi ropa y se instaló
para no dejarme sola
navegamos y es tan bello quisiera
prestarte mis ojos
yo miré con los tuyos alguna vez
los niños miramos con los ojos que nos prestan
veo las grutas se abren y paso
bajo arcos enormes donde todo es silencio
pero las aguas murmuran cantan un saludo
dicen hola adiós hola adiós
xin chao tam biet
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2 –
las escaleras del templo
sus hombrecitos de piedra
en fila con gorros tejidos
señalan el camino
protegen del frío esas boinas multicolores
y dejo de ser una estatua congelada
el aire cálido me llega al cuerpo
suaves las voces suenan
como el verano
me llaman y la colina florece
nieve derretida
baja entre las piedras
¿vos escuchás el sonido del viento?
¿sentís esta música
que vibra y sale de la tierra?
notas de un laúd gigante
inventan una sinfonía oriental
es Japón que canta y agradece
arigató gozaimasu
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3 –
las calles en silencio
y la nieve dibujando formas
en los pinos pequeños
se tiñe de blanco la mañana
los templos y sus techos rojo fuego
ahora inmaculados
los autos y las casas
se tiñe de blanco la mañana
y caminamos
atravesando la aldea
la viejita japonesa calienta agua y cose
la veo detrás del vidrio
yo creo que zurce y remienda
el frío del mundo
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4 –
en la ciudad caminaba por las callecitas
era subir y bajar hasta perderme
en azulados laberintos
nunca fue triste recorrer sus calles
aunque azul sea el color de la tristeza
entraba en teterías
transportada por el bullicio de las voces:
¿España? me decían
¿Granada? ¿Sevilla? ¿Málaga?
cerraba los ojos en la ciudad azul
al sonar la música berebere
no permitían el alcohol
no estaba ebria cuando esa luz celeste
cruzó mi cuerpo y desbordó
mi corazón
y yo
la atea
pensé que así de azul debía
ser dios
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5 –
no me preguntes
desierto de Merzouga
por este sol
no sé de atardeceres
de arenas rojas
de dunas
desierto de Merzouga
no me preguntes
por esta dicha
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