La manada, de María del Mar Ramón: una cartografía de las violencias

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La manada (Planeta, 2021), la nueva novela de María del Mar Ramón comienza con un asesinato. La tensión ocupa el espacio desde la primera página y ese es el inicio de una trama que va a exponer desde lo más concreto la cartografía la violencia machista al interior del universo adolescente, pero también dentro las clases altas de la sociedad colombiana. Una lectura que incomoda y atrapa desde la complejidad de los personajes. 



¿Cómo es el instante en que se toma una decisión con la que todo puede cambiar para siempre? ¿Cuáles son los mecanismos del detonante? ¿De qué forma narrar esa cadena de hechos que conducen al momento decisivo? Algo de esto explora María del Mar Ramón en su novela La manada (Planeta, 2021), una historia que sigue de cerca a un grupo de varones de una escuela religiosa de la clase alta colombiana, introduciéndose en su mundo cotidiano y el de sus familias. A lo largo de cada capítulo, la autora teje la trama que sostiene las violencias como base de las masculinidades, como moneda de cambio necesaria para la pertenencia a un universo adolescente que no acepta otra forma de vincularse.

¿Cómo es el instante en que se toma una decisión con la que todo puede cambiar para siempre? ¿Cuáles son los mecanismos del detonante? ¿De qué forma narrar esa cadena de hechos que conducen al momento decisivo? Algo de esto explora María del Mar Ramón en su novela La manada (Planeta, 2021), una historia que sigue de cerca a un grupo de varones de una escuela religiosa de la clase alta colombiana.

Es el año 2004, los padres de Hache se divorcian y él y su madre se mudan a un departamento en la ciudad de Bogotá. Cerca de su nuevo hogar se encuentra el San José, una institución católica y de prestigio para la elite colombiana donde Hache empieza el último año de su escuela secundaria. A diferencia de su colegio anterior, este es exclusivo para varones y el protagonista se siente desorientado por ese lugar donde los códigos que se utilizan son absolutamente distintos a lo que estaba acostumbrado. No sabe cómo moverse o hablar, cómo adaptarse a ese nuevo espacio. Y entonces conoce al Negro Estrada que un día le pide un cigarrillo y lo introduce al resto de una banda de cuatro varones a la que algunos temen y otros respeten pero con la que la mayoría busca complicidad.

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La manada profundiza sobre ese mundo adolescente que muchas veces es subestimado: las presiones y expectativas que se desatan, pero que además se desarrollan sobre la base de la violencia machista que rige las reglas de lo que es ser un “verdadero hombre”. Ser heterosexual, someter para exhibir fuerza y superioridad y para encontrar validación. La autora desarma las lógicas de las masculinidades para encontrar los puntos de inflexión que en este historia conducen al punto cúlmine con el que en realidad empieza la novela: un asesinato. Reconstruye prácticas, discursos, momentos en los que se pone en juego el cuerpo como parte de ritos de aceptación constantes. Y en ese camino la autora logra dar cuenta de la juventud como una identidad vulnerable atravesada por violencia física y emocional, por abusos y también por la clase social.

El libro se introduce también en las vivencias de las familias de los personajes principales y, en particular, de sus madres. Sin seguir una única línea temporal, la narración viaja en el tiempo para conocer sus historias, sus deseos, sus frustraciones y su propio vínculo con las violencias, que atraviesa la maternidad y la relación con sus familias.

El libro se introduce también en las vivencias de las familias de los personajes principales y, en particular, de sus madres. Sin seguir una única línea temporal, la narración viaja en el tiempo para conocer sus historias, sus deseos, sus frustraciones y su propio vínculo con las violencias, que atraviesa la maternidad y la relación con sus familias. La culpa sobre lo que sus hijos hacen, que parece siempre pesar más sobre su figura que sobre la de los padres. De esta forma, una cartografía de las clases altas colombianas y de la violencia se va armando con cada capítulo, mostrando cómo ciertas lógicas de poder se reproducen desde los gestos más mínimos y preparan el terreno para lo catastrófico

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La manada es una lectura incómoda, que construye personajes complejos y expone a las estructuras de la violencia que en el universo adolescente adoptan formas particulares. Desde el inicio, hay una pregunta que flota en el aire, que se formula en el horror de las miradas y en el trasfondo de la angustia: ¿cómo pasó? Y la respuesta es precisamente el hilo que se tiende con maestría y que Ramón logra plasmar en detalles concretos. Las señales no solo siempre están presentes, sino que sostienen una rueda que sigue girando.


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