En los seis relatos que conforman Pequeño recuento sobre mis faltas (Overol, 2021), Cecilia Pavón construye una narradora que motoriza anécdotas y reflexiones sobre la escritura como oficio y como arte. Descripciones cargadas de imágenes y un tono fresco y cercano en la reedición de este libro que habla también sobre desencuentros propios y con los demás.
Escribir sobre experiencias cotidianas puede resultar un desafío: encontrar el ángulo que permita desarrollar un relato al tiempo que capte la atención es una tarea que requiere de detalles. Y esto es lo que Cecilia Pavón logra plasmar de forma hipnótica en Pequeño recuento sobre mis faltas, recientemente reeditado por Overol. Seis breves cuentos atravesados por anécdotas que, con un tono cercano y fresco, motorizan reflexiones sobre la vida y sobre la escritura como oficio y como arte.
En este libro, la descripción es una herramienta fundamental: Pavón logra extender sus límites, ampliando el abanico de posibilidades, eligiendo cuidadosamente las palabras para mostrar las múltiples caras de un mismo objeto alrededor del cual se anudan temáticas profundas.
Una primera persona que relata de forma sutil, haciendo uso de un lenguaje poético donde abundan imágenes que funcionan como disparadores de recuerdos e interrogantes que no siempre tienen respuesta. En este libro, la descripción es una herramienta fundamental: Pavón logra extender sus límites, ampliando el abanico de posibilidades, eligiendo cuidadosamente las palabras para mostrar las múltiples caras de un mismo objeto alrededor del cual se anudan temáticas profundas. Amigas que se distancian puede ser el punto de partida para un relato sobre carteras que en realidad refleja una historia de infancia, de juventud y de vínculos: los desencuentros conforman también uno de los ejes del libro.
Pequeño recuento sobre mis faltas (Overol. 2021), de Cecilia Pavón.
“La verdad es que no hay ningún lugar en el que uno esté más solo que cuando escribe, más desamparado. Con ropa linda o con ropa fea, es lo mismo, en un lugar feo, a igual; casado o divorciado…escribir es lo contrario a la paz, escribir es algo completamente incómodo”, dice en el primer relato. El proceso de escritura, los talleres literarios y las ideas para movilizar la imaginación atraviesan todo el libro, ya sea como el tema central sobre el que se reflexiona, como parte de una conversación con un amigo o como aquello que moviliza el cuento.
Un ejemplo es Diario de una observadora de nubes, en el que la narradora se propone registrar la forma de las nubes que ve a su paso, en la ciudad o en la costa atlántica, algo que también funciona como puente para generar un impacto en la lectura, introduciendo otros ángulos. «¿El color de polvo de los huesos se parecerá en algo al de las nubes? ¿Los huesos de mi hermano y mis huesos algún día serán nube?», se pregunta.
El proceso de escritura, los talleres literarios, las ideas para movilizar la imaginación atraviesan todo el libro, ya sea como el tema central sobre el que se reflexiona, como parte de una conversación con un amigo o como aquello que moviliza el cuento.
«Quiero usar mi vida para escribir un cuento, no escribir un cuento para contar mi vida. Si uso mi yo es para destruirlo, no afirmarlo…Escribo en primera persona para reírme de mí misma, de las cosas que me pasan», dice Cecilia Pavón, en una entrevista, dejando una clave para la lectura de estos relatos. El humor como una forma de reinventar aquellos hechos que son la materia prima de la escritura, rearmarlos, separar sus partes para volverlas y juntar y crear algo nuevo, o como ella misma menciona en uno de sus cuentos, un patchwork de la propia vida.
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