Muchas veces, el círculo de la violencia machista no solo es difícil de romper, sino también de reconocer. Las cosas por limpiar, la nueva miniserie de Netflix, muestra las dificultades que atraviesa una mujer joven que logra escapar de una situación de violencia pero que debe romper las cadenas de abusos que la siguen atando: las de un Estado ausente y las de un un sistema que no logra contener a una madre que debe sobrevivir con un salario por debajo del mínimo.
¿Cómo afrontar la violencia cuando no se la reconoce como tal? ¿Cómo romper el círculo? ¿Qué pasa cuando escapar de los abusos implica maternar sola con un salario por debajo del mínimo? Estas son algunas de las preguntas que se desprenden de Las cosas por limpiar, la nueva miniserie de Netflix, basada en la historia real de Stephanie Land, autora del libro Maid: hard work, low pay, and a mother’s will to survive (Empleada doméstica: trabajo duro, salario bajo y la voluntad de una madre para sobrevivir). Producida por Molly Smith Metzler, John Wells (E.R., Shameless) y Margot Robbie (Birds of Prey, I, Tonya), sigue de cerca un caso de violencia de género y el camino que la protagonista atraviesa para salir adelante en un sistema donde las trabas burocráticas parecen multiplicarse.
Alex tampoco tiene cuenta bancaria: una vez, se olvida de pagar la factura de luz y Sean le saca la tarjeta, le dice que va a manejar toda la economía del hogar de ahí en adelante. Entonces, una noche, él vuelve borracho, la despierta por no haber lavado los platos y tira uno contra la pared.
Alex – interpretada por Margaret Quelley – tiene 25 años y una hija de 2. Cuando queda embarazada y decide que no quiere abortar, recibe gritos e insultos. Esa es la primera vez que tiene miedo de Sean, su ex pareja. Después, él le pide perdón y que se muden juntos a su casa rodante. Alex deja la universidad y su trabajo. Tampoco tiene cuenta bancaria: una vez, se olvida de pagar la factura de luz y Sean le saca la tarjeta, le dice que va a manejar toda la economía del hogar de ahí en adelante. Entonces, una noche, él vuelve borracho, la despierta por no haber lavado los platos y tira uno contra la pared. Ahí es cuando Alex dice “basta” y, mientras Sean duerme, saca a su hija de la cama y se va manejando en medio de la noche, a cualquier lado que no sea esa cárcel que fue construyéndose de a poco, sin que supiera exactamente cuál había sido el punto de partida.
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Ese es el inicio de una larga lucha contra el sistema y contra aquellas ideas sobre la violencia de género que reproducen falsedades y que hacen más difícil llamar a las cosas por su nombre. “No fui abusada”, dice Alex cuando pide asistencia estatal y le preguntan si hizo la denuncia la noche que escapó de su casa. Reconocerse como víctima y sobreviviente es un proceso complejo que solo logra atravesar gracias a las personas que conoce en un refugio para víctimas de violencia doméstica. Porque otro de los ángulos que esta miniserie aborda hábilmente es el de exponer lo que pasa cuando el abuso no es físico, sino psicológico, algo mucho más difícil de probar en el juzgado cuando Sean demanda la custodia de su hija. “¿Qué voy a decir?” – pregunta Alex en el momento en que la aconsejan llamar a la policía – “¿Que no me golpeó?”. Más adelante, se encontrará con otros personajes que finalmente le dan valor a su palabra y a su experiencia. “Antes de morder, ladran, antes de golpearte a vos, golpean cerca de vos. La próxima vez iba a ser tu cara, y lo sabés”, le dice otra mujer en el refugio.
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“No fui abusada”, dice Alex cuando pide asistencia estatal y le preguntan si hizo la denuncia la noche que escapó de su casa. Reconocerse como víctima y sobreviviente es un proceso complejo que solo logra atravesar gracias a las personas que conoce en un refugio para víctimas de violencia doméstica.
Pero la protagonista no se enfrenta solo a sus propias dudas, sino también a las de personas cercanas que consideran que exagera, que debería perdonar a Sean por tener una adicción al alcohol y por haber sido víctima de violencia durante su infancia. Otra dimensión interesante que la serie trata: la de quienes justifican los abusos o los consideran producto de una enfermedad, como si fuera un destino ineludible en lugar del resultado de relaciones de poder que hunden sus raíces en la cultura machista. Alex, además, está sola: tiene poco contacto con su padre y su madre – encarnada brillantemente por Andie MacDowell – padece un trastorno bipolar no diagnosticado que la lleva a rememorar su pasado pero también a encargarse de ella, otra línea que la trama invita a explorar: la salud mental, el cuidado y las posibilidades que Alex tiene en situaciones límite, cuando además es la única responsable de su hija.
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Ahora bien, ¿cómo cortar con la cadena de violencias con un salario por debajo del mínimo? ¿Cómo escapar de la casa y maternar cuando el sistema burocrático presenta más exigencias que oportunidades? Requisitos inalcanzables para alguien que sufrió violencia económica y que, a su vez, tiene que probar que puede hacerse cargo de su hija para no perder la custodia. Un círculo vicioso y una sensación de encierro que la miniserie logra retratar, a medida que Alex toca puertas, algunas de las cuales permanecen abiertas por muy poco tiempo. Mientras tanto, hace lo posible por sobrevivir y toma un puesto como empleada doméstica en una empresa de limpieza que la enfrenta a un mundo completamente opuesto: uno de opulencia que contrasta con su vulnerabilidad, donde además debe soportar maltrato y precarización laboral.
Ahora bien, ¿cómo cortar con la cadena de violencias con un salario por debajo del mínimo? ¿Cómo escapar de la casa y maternar cuando el sistema burocrático presenta más exigencias que oportunidades? Requisitos inalcanzables para alguien que sufrió violencia económica
A lo largo de sus diez capítulos, Las cosas por limpiar ahonda en el camino de víctimas y sobrevivientes cuando no se tienen las mismas oportunidades, desmitifcando varias ideas sobre la violencia de género que aun se encuentran fuertemente arraigadas, y que son necesarias derribar para reconocer los abusos como parte de una problemática mayor. Si hay algo que esta producción logra es generar preguntas incómodas que se convierten en una sensación punzante: ¿cuál es la escapatoria sin posibilidades económicas? ¿Cómo romper el círculo sin un Estado presente?