La cultura mediática termina por romperlos y así, vulnerables y chiquitos, decide mostrarlos. Con un cartel que simula expresar “ellos también son personas”, pero que, en verdad, solo quiere más polémica en pos de clicks, retweets y followers. ¿A donde fue Lionel Messi al bajar del escenario? ¿En dónde baila Britney Spears? ¿Quién cuida a Chano? ¿En dónde quedan los ídolos partidos?
La nueva grieta en Argentina se generó tras la conferencia de prensa de Lionel Messi. El nuevo debate mundial en las redes: “Me conmueve el ídolo que también es humano VS. no me conmueve la tragedia de un multimillonario”. Y entonces, twitteando desde nuestros celulares, construimos un nuevo Messi, ya no el mejor jugador del mundo sino un nuevo personaje aún no establecido. Un personaje creado a través de las redes sociales, en cuestión de minutos, mientras el verdadero Lionel se deshace, en vivo, despidiéndose de su Club y su casa.
La alegría de la pulga tras el triunfo de la Copa América duró poco. A menos de un mes de levantar el trofeo, se despide del Club y la ciudad que alguna vez fueron su hogar. El «insensible», el «poco carismático», el «amargo y pecho frío» se deja destruir en el escenario, frente al mundo entero que lo mira, en vivo, desde sus casas. Acepta el pañuelo que Antonela le entrega desde abajo y, segundos después, ya existen posts en Instagram sobre “la deconstrucción del hombre futbolista que se permite llorar y se deja contener por la esposa”.
Pero también existen los otros posts, los otros tweets, los memes que se burlan del millonario que llora, el que se va de su casa por no bajar su precio, el que abandona su hogar por dinero
Pero también existen los otros posts, los otros tweets, los memes que se burlan del millonario que llora, el que se va de su casa por no bajar su precio, el que abandona su hogar por dinero. Las cámaras y los flashes, desesperados por un primer plano de la lágrima de Leo, brindan material de calidad para una audiencia que, incluso antes de que él mismo pueda recuperarse del llanto y hablar, genera una nueva grieta mediática. Un héroe deshecho se baja del escenario y, antes de que sus pies vuelvan a la tierra, el mundo entero ya lo ama más… o lo odia más. ¿Por donde caminarán ahora los pies mágicos del mejor futbolista de la historia?
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“Estoy tan enojada que es una locura”
Nuestra diosa popera de los 90, la del traje de cuero rojo brillante y el peinado que todos querían imitar, revivió al grito de la libertad en la corte. “Estoy tan enojada que es una locura” (1) cita el New York Times a Britney Spears tras su discurso ante el juzgado. Como cualquier princesa, la princesa del pop, está encerrada en una torre oprimida por un monstruo. Más allá de la figura del padre, dueño de los derechos de la diva y la autoridad que la mantiene en silencio, la bestia opresora que derrotó a Britney fue la cultura mediática.
Más allá de la figura del padre, dueño de los derechos de la diva y la autoridad que la mantiene en silencio, la bestia opresora que derrotó a Britney fue la cultura mediática.
Todos recuerdan a la colegiala sexy cantando Baby one more time, pero el trasfondo de los videoclips que siguen, una década después, siendo reproducidos por las nuevas generaciones, serán por siempre las imágenes de las reinas arruinadas: Paris, Lindsay y Britney en un auto, la demacrada foto de la noche de los 2000.
Nuestras doncellas de la noche, las figuras de los posters y los looks que queríamos tener, se fueron nublando poco a poco bajo la violenta lupa de la claridad. Una claridad que puede ser real o puede ser una mera construcción periodística. Nunca sabremos qué destruyó a Britney, pero lo que sí sabemos es que estuvimos ahí para ver la explosión. O bueno… no ahí, pero sí vimos los videos.
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«Hay que poner la salud mental primero»
Después del torbellino de emociones, noticias y rumores, llega la intranquilidad del silencio. Tras el pantallazo hitero de los medios, la prensa se va a dormir y deja con una imagen desdibujada, oscura y triste, a quienes se quedan despiertos. La desaparición de la princesa del pop luego de raparse la cabeza, el silencioso paso de Messi tras bajarse del escenario, la incertidumbre luego de la noche en que dispararon a Chano, la gran pregunta de qué (o quién) perjudicó la salud mental de Simone Biles… son todos interrogantes que nacen tras la cruel exposición que deja con sed de información, angustia, dudas y opiniones que se transforman, luego, en descargas a través de las redes, encuestas de Instagram, tweets y memes.
Una deportista que se declara incompetente por motivos psicológicos y se retira en plena competencia expresa, en una conferencia de prensa, “hay que poner la salud mental primero porque si no, no se disfruta del deporte y no se triunfa como uno quisiera” . Simone Biles, sola, frente a cámara, se explica ante el mundo entero, que observa su renuncia. Le debe a los medios una justificación.
La única razón aceptable: la incompetencia emocional, la necesidad del cuidado propio y del equipo (que hubiera perdido por su inestabilidad, explica Simone). En resumen, la certeza de que si seguía compitiendo iba a estallar
Ella no se quiebra, habla segura, firme y muy rápido, casi intentando terminar el desfile de prensa que la espera con flashes y preguntas. Quieren entender por qué, cómo, cuál es el motivo por el cual alguien con tanto éxito, en los Juegos Olímpicos streameados al mundo entero, elige retirarse. La única razón aceptable: la incompetencia emocional, la necesidad del cuidado propio y del equipo (que hubiera perdido por su inestabilidad, explica Simone). En resumen, la certeza de que si seguía compitiendo iba a estallar y, por supuesto, perderles una medalla. Entonces ahí sí, la renuncia es aprobada y Simone es perdonada.
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Detrás de los flashes
La inestabilidad de Santiago Moreno Charpentier (Chano) fue noticia. Otra vez. Igual que con la gimnasta, el desequilibrio mental y emocional salió a la luz, en este caso para justificar las acciones del policía que le disparó (Facundo Amendolara). Transformando en monstruo (a Chano o a Facundo, dependiendo de qué medio se lea), la prensa le sacó todo el jugo posible a la inestabilidad ajena y, sin el más mínimo cuidado, habló del estado y la salud mental del cantante, con soberbia, con información digna de un seguimiento clínico diario.
El nombre del policía pasó a ser primera plana, Chano resurgió en las redes y los debates empezaron a nacer: es culpa de Chano, violentado por su enfermedad; es culpa del policía por abusar de su poder; es culpa del Estado por darles armas a los oficiales. Una lucha interminable, que aparenta ser la lucha entre el bien y el mal, la pelea de los más débiles que se agranda frente a una institución violenta… pero no es más que la polémica generada por los medios, para conseguir más público. Si no es así, ¿por qué solo se habla de esto cuando un cantante famoso es disparado?
Semanas o, incluso, días después, la fama desaparece y la cultura mediática encuentra nuevas joyitas. El llanto de Messi, las declaraciones de Britney, el caso de Chano, la renuncia de Simone, todos ellos se esfuman en el aire hasta nuevo aviso
Semanas o, incluso, días después, la fama desaparece y la cultura mediática encuentra nuevas joyitas. El llanto de Messi, las declaraciones de Britney, el caso de Chano, la renuncia de Simone, todos ellos se esfuman en el aire hasta nuevo aviso, si es que alguna vez lo hay. Y si no lo hay… ¿Y si no lo hay? Más allá de una posible vuelta, de una gloriosa metamorfosis, nosotros esperamos mientras las preguntas persisten: ¿A dónde fueron? ¿Volverán? Y si van a volver reinventados y renovados para los medios hambrientos, mientras tanto, ¿En donde esperan?
Son esos lugares lejanos que los medios también se encargaron de romantizar. Como el mágico club de los 27 que venía saliendo a la perfección, casi a medida para la prensa, hasta la muerte de Mac Miller a los 26. Tuvieron que extender la invitación para que el artista lograra hacerse un lugar en la trágica elite. Pero lo que se construye por fama y difusión es fácil de deformar y amoldar a las necesidades de las masas y entonces, el joven músico, dejando atrás un sinfín de tristeza, pudo ingresar al club.
Nuestros héroes desaparecen cuando no tienen nada que ofrendar a los medios. Se esfuman hasta un nuevo llanto o brote frente a cámaras. Y cuando vuelven, son los mismos medios quienes se ocupan de obligarlos a desaparecer, generando polémicas crueles en torno a ellos.
Nuestros héroes desaparecen cuando no tienen nada que ofrendar a los medios. Se esfuman hasta un nuevo llanto o brote frente a cámaras. Y cuando vuelven, son los mismos medios quienes se ocupan de obligarlos a desaparecer, generando polémicas crueles en torno a ellos. Una polémica infaltable, incitada por la difusión indiscriminada, que no se cansa ni se calla, y que grita más fuerte en los momentos menos oportunos.
Al igual que tras la muerte de Diego Maradona, la cultura mediática saltó, escondida bajo la máscara de la moral, a cancelar llantos y duelos. Pero cuando los medios nos encandilan debemos distinguir de dónde viene ese brillo malintencionado, de donde sale la mugre que es (lo único) que muestran. Porque es necesario creer en algo. Porque la fantasía de un héroe es necesaria y porque, si de algo sabemos, es de llorar a ídolos partidos.
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