Atomizado Berlín, de Julia Kornberg: la juventud de las guerras despersonalizadas

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Atomizado Berlín (Club Hem, 2021), primera novela de Julia Kornberg, expone en su escritura sagaz  las verdades de una generación entera. El idealismo de la juventud, suficiente para enrostrar al mundo injusticias magníficas, de las que salen en los diarios. Un idealismo selectivo, que elige pelear, exclusivamente, las batallas del Primer Mundo. ¿A dónde huir?



Atomizar quiere decir dividir algo en átomos o partes muy pequeñas, y un sinónimo es pulverizar: destruir por completo una cosa material o inmaterial. Quizás pulverizar sea una acción más acertada para describir aquello que se dedica a hacer Julia Kornberg en Atomizado Berlín (Club Hem, 2021): destruir y desarmar una juventud que está a dos generaciones de distancia de la Segunda Guerra Mundial, a una de la dictadura, y que carga con el peso actual de la tragedia de Cromañón y los atentados terroristas de los últimos años.

Jeremías y Nina son las dos voces que se alternan en cada capítulo para contar, en primera persona, sus formas de escape. Relatan historias de guerra tanto verdaderas, como metafóricas; luchas internas entre dejarse invadir por las miserias, tanto (o más) estruendosas en el Primer Mundo que en Argentina, y sacar a relucir un pasado de privilegios para llevar una vida más o menos normal, más o menos ignorante, más o menos tranquila. Jeremías y Nina elegirán a sabiendas, pero inconscientes de las consecuencias de su decisión, la incansable carrera de no caer en la tibieza.

Quizás pulverizar sea una acción más acertada para describir aquello que se dedica a hacer Julia Kornberg en Atomizado Berlín, su primera novela: destruir y desarmar una juventud que está a dos generaciones de distancia de la Segunda Guerra Mundial, a una de la dictadura, y que carga con el peso actual de la tragedia de Cromañón y los atentados terroristas de los últimos años.

Él, un músico sensible, proclive a una búsqueda interminable por mantenerse lejos de su pasado en Nordelta. Se escapa a París en busca de una vida bohemia, que comienza como un experimento cultural y que termina en una casi pobreza, invadida por el fuego y el ruido de las explosiones. Ella, cínica y destructiva, relatará los principios de una adultez porteña, con trabajos insignificantes y fiestas aburridas. Más por necesidad que por deseo, Nina se da a la fuga y se muda a Berlín, la prueba física de la convivencia del pasado y el presente.

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Berlín es, como ciudad, lo que los protagonistas de la novela son como personas: la agonía del presente por la presencia persistente del pasado. La vida construida con cemento, monótona y aburrida, que solo luce exaltante cuando se encuentra con rastros de una guerra. En aquella ciudad, los escombros de la destrucción permiten que florezca todo lo demás. En Nina y Jeremías son las ruinas del pasado lo que los hace escapar en busca de un nuevo presente.

¿A dónde huir? De un lado un país que los expulsa, con amigos adictos, chicas muertas, familias desintegradas por la monotonía de la clase alta, una crisis amenazante y un futuro cada vez más parecido a una pared. Del otro, un continente que promete escape pero que termina ardiendo en llamas, chocándose contra su propia historia.

¿A dónde huir? De un lado un país que los expulsa, con amigos adictos, chicas muertas, familias desintegradas por la monotonía de la clase alta, una crisis amenazante y un futuro cada vez más parecido a una pared. Del otro, un continente que promete escape pero que termina ardiendo en llamas, chocándose contra su propia historia.

Al igual que Europa, Nina y Jeremías implosionan. Pero, a diferencia del viejo continente que permanece estancado en un estado de alerta constante tapado por el velo del Primer Mundo, los jóvenes protagonistas no hacen otra cosa que moverse. Moverse y redescubrir, repreguntar y escarbar en una lucha que no les pertenece, pero de la que se apropian. Quizás por un anhelo de “profundidad” que los chicos nacidos en Nordelta no pueden tener, quizás como una forma de redimirse de sus propios privilegios. Huir de Argentina por sus miserias, para irse a luchar las guerras de Europa.

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Julia Kornberg expone, en su escritura sagaz, las verdades de una generación entera. El idealismo de la juventud, suficiente para enrostrar al mundo injusticias magníficas, de las que salen en los diarios. Un idealismo selectivo, que elige pelear, exclusivamente, las batallas del Primer Mundo.

Con un relato que remite al de Breat Easton Ellis en Menos que cero, Kornberg crea personajes igual de autodestructivos, pero con nuevas adicciones. En la novela de Ellis, la adicción de la juventud millonaria de Los Ángeles es a las drogas, para evadirse del presente. En Atomizado Berlín, la droga es la lucha y la adicción es a la tragedia. Una en la que los personajes se sumergen, justamente, por rehusarse a evadir.

Con una ironía bien utilizada, Julia Kornberg escribe una primera novela sobre adolescencias de recitales en sótanos y amores de verano. Historia que luego se transforma en un relato que denuncia y se ocupa de atomizar a una generación entera. Convocante y, a la vez, reflexiva, Atomizado Berlín es la historia de una generación parada en medio de una guerra, externa e interna, que la empuja a vivir en una huida constante.



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