Cuando el Frente de Todos, allá por diciembre de 2019, ganó las elecciones presidenciales con la fórmula Fernández – Fernández, el partido afrontaba en ese entonces un desafío doble: por un lado, revertir la crisis de endeudamiento económico y ajuste causada por la gestión de Mauricio Macri; y por otro, cargar con la promesa de ser una mejor versión de mandato kirchnerista capaz de enmendar errores del pasado. Sin embargo, una pandemia cambió todos los planes. Luces y sombras de un gobierno ante la emergencia.
Por Ignacio Martínez*
A principios de 2020, las lecturas políticas facilistas de la oposición, devenían de “la negativa” de ver a Cristina Fernández de Kirchner una vez más en el poder, aún como vice (y por mucho que le pese a la oposición la decisión del electorado). En ese sentido, toda construcción discursiva en contra de la imagen de CFK como flamante vicepresidenta eran, incluso, las mismas que las actuales: que los propios intereses de la ex presidenta la llevaría a “hacerse con todo a su favor”, y que Alberto Fernández no sería otra cosa más que su “manipulable títere”. Dicho esto, para comienzos de este año tanto medios hegemónicos, como políticos devenidos en opinólogos, iban a hacerse de la imagen de CFK sólo para desprestigiar a un presidente que ni siquiera había empezado su mandato.
Ahora bien, más allá de las habladurías, ni el más pesimista de los especuladores pudiera haber imaginado que una pandemia sería el peor de los atenuantes para un nuevo mandato kirchnerista. Contrafáctico, tampoco es analizable pensar qué hubiera sucedido del manejo de la pandemia con un hipotético gobierno de Macri. En resumidas cuentas, eso sencillamente no sucedió.
Ni el más pesimista de los especuladores pudiera haber imaginado que una pandemia sería el peor de los atenuantes para un nuevo mandato kirchnerista. Contrafáctico, tampoco es analizable pensar qué hubiera sucedido del manejo de la pandemia con un hipotético gobierno de Macri.
Pero volviendo a los hechos, el gobierno de Alberto Fernández tuvo que enfrentar algo por fuera de los libretos y sin precedentes en la historia contemporánea a niveles mundiales. La arbitrariedad de atravesar una pandemia excede cualquier gabinete ideológico que pueda conformar un gobierno, sea o no argentino. No obstante, y en lineamientos generales, es necesario a fin de año reveer el balance de las medidas llevadas a cabo por el gobierno de turno. Y ni hablar de este gabinete político al que le tocó lidiar con una pandemia, sumado a todos los problemas estructurales de un país endeble como el nuestro. Entre aciertos y desaciertos.
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Pender de un hilo
Si de fragilidad se habla, lo económico y lo sanitario lamentablemente resuenan. Tras 4 años de ajuste, endeudamiento externo, desocupación, aumento de pobreza, y disparadas recurrentes del dólar, el gobierno de Mauricio Macri dejó un escenario difícil de remontar. Está claro que la pandemia causó una crisis sanitaria y con la emergencia de afrontarla, la necesidad de aumentar el gasto público para cubrir el resguardo de la población. No obstante, también es importante entender que el vaciamiento de los recursos del anterior gobierno de turno, también es un condicionante a tener en cuenta (sin olvidar, por ejemplo, la eliminación de los Ministerios Públicos, y entre ellos el de Salud)
En esta línea, y a la sazón de afrontar la pandemia, el gobierno intervino en materia económica buscando amortiguar las consecuencias de la crisis sanitaria. Si bien todavía es difícil lidiar con los heredados índices negativos, el gobierno nacional buscó remediar con herramientas mediadoras la vulnerable escena económica. A saber: invirtió en el mejoramiento del sistema de salud, subsidió empresas privadas para completar el pago de sus empleados por medio del Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP); otorgó una prestación económica a través del Ingreso Familiar de Emergencias (IFE); congeló precios de alquileres y tarifas de servicios públicos; extendió el plan de pagos Ahora 12; fijó precios máximos en los comercios; otorgó créditos a tasa cero para monotributistas y autónomos; y planificó paquetes de medidas tributarias para congelar deudas y evitar subas de montos, entre otras.
A lo mencionado anteriormente, también cabe destacar la reestructuración del pago de la deuda externa en el 99% (endeudamiento acrecentado históricamente por la gestión macrista), sumado a la intervención del tipo de cambio para evitar una disparada del dólar, ergo un vaciamiento en las reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA).
La cansina cuarentena fue demasiado para una sociedad cuya estabilidad pende de un hilo, por lo que provocó una caída del PBI, aumento de la desocupación, cierre de comercios, baja del poder adquisitivo, y un fin de año con una pobreza de más del 40%, entre otros dolorosos resultado
No obstante, a pesar de que se implementaron incluso más medidas que las mencionadas anteriormente, el año económico no fue positivo. Una de las razones se debió a la recurrente y hasta casi obsoleta extensión del Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO), por el cual la oposición la tergiversó de tal modo que pasó de ser llamada la “cuarentena más larga del mundo”, a una “infectadura”. Aunque lejos estuvo de ser esa falsedad adjetivadora, sí es cierto que paralizar la economía durante meses causó consecuencias sumamente negativas, sobre todo para la clase media y los sectores más vulnerables.
La cansina cuarentena fue demasiado para una sociedad cuya estabilidad pende de un hilo, por lo que provocó una caída del PBI, aumento de la desocupación, cierre de comercios, baja del poder adquisitivo, y un fin de año con una pobreza de más del 40%, entre otros dolorosos resultados. Y si bien el dólar se pudo estabilizar, las medidas de restricciones en la compra y venta de divisas afectaron la capacidad de ahorro de la clase media.
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En líneas general, la economía se contrajo como en cualquier otro país del mundo, lógicamente. Pero no puede obviarse las consecuencias de “priorizar la salud antes que la economía». Por supuesto, es discutible, pero si a los hechos hay que remitirse, es evidente que ha sido un punto débil del gobierno.
Empero, no es tiempo de lamentos, sino de replanteos en aras de proyectar un mejor 2021. Los planes y la capacidad interventora del estado beneficiaron a millones, y la economía de a poco está reactivándose, aunque los resultados no fueron suficientes. Y probablemente nada hubiera sido suficiente, ya que los problemas económicos arrastrados durante años no podrían haber sido solventado en un solo año, pero mucho menos con una pandemia encima.
Los planes y la capacidad interventora del estado beneficiaron a millones, y la economía de a poco está reactivándose, aunque los resultados no fueron suficientes. Y probablemente nada hubiera sido suficiente
De nuevo, si a lo empírico habría que remitirse, quizás valorar la postura de la presencia estatal sirva a futuro, pero debe venir acompañado de un planteo más sensible acerca de las necesidades de las todos los sectores sociales de la población argentina. De lo contrario, el balance económico del 2020 de nada serviría para los restantes tres años de gestión kirchnerista, cuanto menos para no lidiar con los mismos desaciertos.
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Respaldo y movilizaciones
Aunque parezca mentira, Alberto Fernández sólo lleva poco más de un año de presidente, pero la densidad de un 2020 para el olvido lo ha hecho parecer más longevo en el tiempo. Lo cierto es que el Frente de Todos se conformó como una unidad elegida para enmendar errores del pasado. En ese sentido, el tiempo y la cercanía con el voto que lo eligió todavía están a su favor. Además, aunque la derecha haya aprovechado el año y los discursos desestabilizadores hayan intentado instalarse, el respaldo sigue más que vigente. Resulta inverosímil plantear un escenario que no dé cuenta de lo incipiente de la gestión kirchnerista, hecha de pros y contras, como todo mandato democrático. El problema, obviamente es el contexto que tocó atravesar.
Como para que no quede en el olvido, a principios de año, la repetitiva imagen de las conferencias de prensa de Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof dejaban un visto bueno en términos de unidad política. Frente a la emergencia sanitaria, una tranquilizadora imagen era ver un intento de coalición aún con las diferencias ideológicas.
Esa capacidad de agrupar fuerzas frente a la emergencia sanitaria, puede ser de utilidad para los restantes años de gestión. Tal vez no conformando una nueva coalición, pero si marcando un precedente más atento a lo que un hipotético electorado pueda requerir.
Luego, el conflicto por la quita de la coparticipación en el ingreso del Gobierno de la Ciudad dado por el estado, llevó nuevamente al distanciamiento (casualmente) entre el Frente de Todos y Larreta. Lo curioso es que sin la abrupta y peligrosa “protesta” de la Policía Federal, la quita tal vez nunca hubiese sucedido. Es decir, sin reclamo salarial de las fuerzas policiales, la solución nunca hubiese existido. Pero ese histórico conflicto de fuerzas estatales sólo fue una parte de las movilizaciones y protestas que hubo durante el 2020.
Sucede que una parte de la sociedad no ha callado su descontento, siendo que cuando todavía regía una cuarentena estricta, las movilizaciones se repetían casi como una peregrinación de automóviles en diferentes puntos neurálgicos del país. Y ahí empezó a gestarse el oportunismo político de una frágil oposición que supo politizar una pandemia cuando más lo necesitaba. Sea por el intento de intervención estatal a Vicentín, la Reforma Judicial, o meramente una disidencia ideológica, las marchas fomentadas por redes sociales fueron materializadas numerosas veces adquiriendo visibilidad. Sobre todo, por la vociferación del conglomerado de medios hegemónicos de antaño opositor al kirchnerismo.
Pero las disidencias siempre estarán a favor o en contra de cualquier gobierno de turno. Para destacar: la particularidad de poder haber gestionado un comienzo de año símil a cierta “unidad” a pesar de las distancias entre gobernadores y la Ciudad de Buenos Aires. Esa capacidad de agrupar fuerzas frente a la emergencia sanitaria, puede ser de utilidad para los restantes años de gestión. Tal vez no conformando una nueva coalición, pero si marcando un precedente más atento a lo que un hipotético electorado pueda requerir.
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Progreso a futuro
A menos de una semana de tratarse en la Cámara de Senadores el proyecto por la Intervención Voluntaria del Embarazo (IVE), podría afirmarse que el gobierno está ante una oportunidad histórica. Y de tenerse en cuenta que a diferencia de 2018 este año parece haber una balanza a favor de la sanción, entonces hay una enorme expectativa. La imagen de un cierre de año entendiendo la urgencia y la necesidad de aprobar el IVE, daría una leve sensación de mejoría, al menos en términos sociales y de género. El estado debería escuchar un reclamo que moviliza a millones de sectores desde hace años, sumado a incipientes movimientos de mujeres, y la masiva lucha por una salud más digna y equitativa. A priori, un progreso en la sociedad.
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Y precisamente, el cierre del 2020 en cierto modo es lo mejor para todos a niveles mundiales, y por supuesto, para el gobierno de Alberto Fernández. Con la pronta llegada de la Sputnik V y a pesar de la desinformación y el discurso antivacuna, especular con un 2021 un poco mejor parece ser posible. Resulta sumamente dificultoso inclinar el balance del año en una posición positiva cuando el mundo entero atraviesa una histórica pandemia. Del mismo modo, hay esfuerzos y medidas para destacar o mejorar a futuro.
Resulta sumamente dificultoso inclinar el balance del año en una posición positiva cuando el mundo entero atraviesa una histórica pandemia. Del mismo modo, hay esfuerzos y medidas para destacar o mejorar a futuro.
Tal vez el cierre del año sea un puntapié de algo diferente, o tal vez no. Es imperiosa la autocrítica hacia dentro de la cúpula política, entendiendo que las reglas del juego aún están vigentes y los gabinetes se hacen conforme avanza el progreso en beneficio de la sociedad.
La responsabilidad, a fin de cuentas, recae en un gobierno que en doce meses ha tenido que vérselas con una mezcla de problemas estructurales, la herencia de malas gestiones económicas, y desaciertos propios. Pero sobre todo, con la pandemia que ningún otro gobierno tuvo que lidiar. Y en ese sentido, tendrá que hacerse de la fortaleza suficiente para entender que mucho le queda por hacer, a pesar de haber vivido un año difícil de gobernar.