No caben dudas de que Mafalda, la tira creada por Joaquín Salvador Lavado – conocido como Quino – atravesó generaciones y continúa generando un gran impacto aún en la actualidad. A pesar de haber surgido en un contexto histórico particular para Argentina y el mundo, este personaje continúa resignificándose, como símbolo de luchas colectivas, incluyendo los movimientos feministas. ¿Cómo articulan las ocurrencias de esta nena de seis años con los feminismos? ¿Por qué su universo ha calado hondo en la memoria colectiva?
En 1963, el escritor Miguel Brascó presenta a Joaquín Salvador Lavado – mejor conocido como Quino – ante Agens Publicidad, que buscaba promocionar una nueva línea de electrodomésticos Mansfield, producidos por la empresa Siam Di Tella. Querían una historieta que combinara el estilo de “Peanuts” con “Blondie”, publicitara los productos de forma encubierta y estuviera protagonizada por personajes cuyos nombres comenzaran con la letra “M”. Así fue el inicio de la tira más leída en toda Latinoamérica, reconocida a nivel internacional y traducida a veintiséis idiomas. El personaje de Mafalda trascendió las viñetas para tomar voz propia como aquella nena de seis años que cuestiona la desigualdad social, las injusticias y el orden mundial, y que transmite sus inquietudes de forma ingeniosa, sin perder la inocencia y la ternura propias de la infancia.
El personaje de Mafalda trascendió las viñetas para tomar voz propia como aquella nena de seis años que cuestiona la desigualdad social, las injusticias y el orden mundial, y que transmite sus inquietudes de forma ingeniosa, sin perder la inocencia y la ternura propias de la infancia.
Crítica y rebelde, Mafalda irrumpió en las hojas de la revista Leoplán para después quedar formalmente integrada al semanario Primera Plana. Desde su primera aparición, el 29 de septiembre de 1964 hasta su despedida, el 25 de julio de 1973 – ya en el semanario “Siete Días” – Quino creó más de 1900 tiras, en las que se fueron sumando el resto de los personajes: Felipe, Miguelito, Susanita, Guille y Libertad. El dibujante se fue despidiendo progresivamente: creía que se estaba repitiendo y que el mundo de Mafalda había cumplido su cometido. Según sus propias palabras, Quino no creía que el humor transformara nada, sin embargo, su creación marcó un camino esencial en el universo de la historieta y abrió un espacio de reflexión que ha hecho reír sin dejar de incomodar al enfrentar a varias generaciones con la realidad social, política y cultural.
Pero si bien las historietas tuvieron su origen en un contexto histórico particular, marcado en Argentina por el golpe de Estado y la dictadura de Juan Carlos Onganía y, en el mundo, por los enfrentamientos entre Estados Unidos y la Unión Soviética y la guerra en Vietnam, los planteos de Mafalda trascienden las épocas. Tal es así, que después de su despedida en 1973, Quino retomó los personajes en varias ocasiones para diversas campañas, como la de la creación de una Sala de Terapia Intensiva en el Hospital de Niños de Buenos Aires o la ilustración de la Declaración de los Derechos del Niño, pedida especialmente al humorista por Unicef, en 1976. También, para la celebración del quinto aniversario del retorno a la democracia, como parte de una iniciativa del Ministerio de Relaciones Exteriores y de Culto. La nena de pelo voluminoso y vestido abotonado se convirtió en un símbolo de la defensa de la paz y los derechos humanos.
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Ícono de una transformación
No es de extrañar entonces que, con los años, Mafalda apareciera incluso en carteles de numerosas manifestaciones, impresa, dibujada a mano, estampada en remeras. En 2018, durante el debate por el aborto legal, seguro y gratuito, se difundió una ilustración del personaje con un pañuelo celeste – símbolo de oposición al proyecto – acompañada de una supuesta frase del humorista. Quino publicó un comunicado para desmentirla en el que afirmó: “(…) No la he autorizado, no refleja mi posición y solicito sea removida. Siempre he acompañado las causas de derechos humanos en general, y la de los derechos humanos de las mujeres en particular, a quienes les deseo suerte en sus reivindicaciones”.
Las viñetas de Quino no son ajenas: Mafalda no solo habla de la guerra, la pobreza y la democracia, sino también del trabajo doméstico y del papel de la mujer en estas tareas no remuneradas, de la crianza y la maternidad como aquel destino impuesto y obligatorio, del amor romántico entrelazado al modelo patriarcal de familia
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Y es que, a tono con el contexto histórico, las tiras de Mafalda también hacen eco de las demandas de los movimientos que nutrieron los inicios de la segunda ola feminista, hacia la década del ’60. En Estados Unidos fueron surgiendo grupos de activistas que debatían sobre sexualidad, violencias, identidad de género y derechos reproductivos. Se extendió así la conciencia de las opresiones y se cuestionó el rol asignado históricamente, construido sobre la base del machismo. En nuestro país, esto se tradujo, algunos años después, en la creación de las primeras agrupaciones, como la Unión Feminista Argentina (UFA), creada en 1970, o el Movimiento de Liberación Feminista (MLF), intelectuales que se reunían para visibilizar las desigualdades de género, en ámbitos como el hogar y en la política.
Las viñetas de Quino no son ajenas: Mafalda no solo habla de la guerra, la pobreza y la democracia, sino también del trabajo doméstico y del papel de la mujer en estas tareas no remuneradas, de la crianza y la maternidad como aquel destino impuesto y obligatorio, del amor romántico entrelazado al modelo patriarcal de familia. “La mujer en vez de jugar un papel ha jugado un trapo en la historia de humanidad”, reflexiona Mafalda. Le preocupa su madre, la imagina encadenada a una aspiradora mientras ella vuela, libre. Contestataria, no se reserva ningún pensamiento: le pregunta qué le gustaría hacer si viviera mientras ella lava la ropa, llama a su padre al trabajo para gritarle “oscurantista”, imaginando que fue él quien la convenció para que dejara sus estudios universitarios y, también, se angustia por pensar que podría repetir el camino familiar.
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La generación de los ’60 cuestionó los valores morales y sexuales a partir de los cuales se conformó la familia como elemento distintivo del ascenso social y de las jerarquías. También Mafalda lo dejó en claro: “En esta familia, no hay jefes, somos una cooperativa”, le dice a un vendedor. Como menciona la historiadora Isabella Cosse en su libro Mafalda, historia social y política, los movimientos de esta época generaron“poderosas contiendas sobre los valores de la clase media (…) que explícitamente conectaron lo familiar y lo político». Siguiendo a la autora, la clase, la generación y el género fueron precisamente las tres variables que, vinculadas a las experiencias colectivas, hicieron que Mafalda se convirtiera en un ícono que aún hoy, continúa interpelando. Aquel vínculo entre lo privado y lo público, lo personal y lo político – eje central de los movimientos feministas – es lo que Quino supo captar ingeniosamente, junto a las tensiones de un proceso de modernización social y cultural.
Aquel vínculo entre lo privado y lo público, lo personal y lo político – eje central de los movimientos feministas – es lo que Quino supo captar ingeniosamente, junto a las tensiones de un proceso de modernización social y cultural.
La defensa de Susanita del orden de familiar y del lugar de la mujer dentro de la casa no es lo único en donde se puede encontrar la crítica al machismo. También en Felipe cuando se niega a discutir “cosas de mecánica con mujeres”, en Miguelito diciendo “son todas iguales”, cuando se entera de que Mafalda tiene otros amigos, en Manolito, cuando se escandaliza porque no acepta que una mujer sea presidenta. Pero todos los personajes tienen matices: Mafalda también se imagina a una presidenta divulgando los secretos de Estado, reproduciendo la idea de que las mujeres hablan demasiado, lo que condicionaría una división sexual del trabajo. Eso es también lo interesante: las complejidades que se construyen a lo largo de las viñetas y que reflejan contradicciones de época. Los personajes son dinámicos en esta relación que retroalimenta lo cotidiano y lo político.
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Boom editorial
Con 88 años, Quino murió el pasado 30 de septiembre, un día después del cumpleaños de su más famosa creación. Artistas, dibujantes, exponentes de la cultura y miles de personas lo homenajearon en medios y redes sociales. El impacto que generó en el ámbito del humor gráfico aún se hace sentir: hoy, su obra vuelve a convertirse en un best seller. Tal como contó para Clarín Kuki Miller, editora de De La Flor, que publicó originalmente las tiras de Quino en formato de libros, hay 25 títulos del humorista que se están reimprimiendo, además de pedidos de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. “Hacía años que en la editorial no había un movimiento semejante al que se dio en estos 20 días”, explicó Miller.
No hay dudas de que, con Mafalda, Quino creó mucho más que la historia de una infancia inquieta. Su contenido ancló fuertemente en la memoria y sus temas continuaron resignificándose, atravesando generaciones, conquistando nuevos públicos y espacios a escala global, hasta convertirse en un símbolo que hoy es resignificado en luchas colectivas. El resultado de una observador ingenioso que sacó una radiografía de la sociedad que sigue en movimiento.