Princesas, madrastras, príncipes y cazadores que salvan el día. La cara visible de los relatos tradicionales que se ha perpetuado por generaciones, reproduciendo mandatos, estereotipos y desigualdades. Como con todas las historias, existen muchas reversiones que se siguen escribiendo pero, en el último tiempo, la perspectiva de género ha sido clave para este trabajo. En esta nota, tres libros que reescriben cuentos clásicos desde una mirada alternativa, promoviendo la libertad y el fin de las violencias para las infancias.
Otra Caperucita Roja (Chirimbote, 2017)
La colección Anticlásicos de la Editorial Chirimbote realiza un trabajo agudo sobre los cuentos tradicionales, pero no solo para contar nuevamente la historia sin estereotipos, sino también para analizarlos y explicar de dónde vienen. Ese es uno de los rasgos más salientes de Otra caperucita: se trata de un cuento dentro de otro, en el que mujeres protagonistas de los relatos, conscientes de repetir siempre una misma secuencia deciden construir una nueva historia entre todas. Así se reúne el Congreso Mundial de Caperucitas, en el que algunas inquietudes permiten descubrir lo orígenes del cuento. ¿Por qué el lobo engañaba a la abuela y a Caperucita, pero no al cazador? ¿Por qué en todas las versiones del cuento siempre hay alguien a quien Caperucita debe temerle? ¿De dónde sale el color rojo de su ropa?
Por qué el lobo engañaba a la abuela y a Caperucita, pero no al cazador? ¿Por qué en todas las versiones del cuento siempre hay alguien a quien Caperucita debe temerle? ¿De dónde sale el color rojo de su ropa?
Entre tantas dudas, todas parten de algo seguro: están cansadas de que en los relatos que protagonizan siempre sea un hombre el que derrota a un animal. La escritura de Juan Scaliter y las ilustraciones de Delia Iglesias dan paso así al cuento que resulta del trabajo colectivo del resto de los personajes. Una Caperucita valiente y aventurera, con un padre que cocina bizcochos y una madre que es la inventora oficial de un reino, y que un día le encomienda cruzar el bosque para ver que su abuela estuviera a salvo de una plaga desconocida. Es entre las dos que descubren el origen de la enfermedad, salvando a toda la ciudad. De esta forma, Otra Caperucita presenta una manera ingeniosa de narrar nuevamente un cuento clásico, desarmando las bases sobre las cuales se construyó: miedo, disciplinamiento y castigo para quienes se atrevieran a ir más allá de lo permitido.
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La Cenicienta que no quería comer perdices (Madreselva, 2015)
Con este libro publicado originalmente en 2009 y adaptado y reeditado por la editorial argentina Madreselva en 2015, las españolas Nunila López Salamero y Myriam Carmeros Sierra, repiensan los mandatos sobre el amor romántico, el cuerpo y el deseo. No reescriben la historia, sino que por el contrario, empiezan por el final, desde el momento en que Cenicienta se casa con el príncipe, luego de calzarse los famosos zapatos de cristal por error. Obligada a vivir sobre unos tacos incómodos que la lastiman y a cocinar perdices siendo vegetariana, la protagonista se ve encerrada en un hogar infeliz, en el que es constantemente maltratada. “No te quejes, ¿dónde vas a estar mejor que con un príncipe?”, le dicen cuando decide contarlo.
Obligada a vivir sobre unos tacos incómodos que la lastiman y a cocinar perdices siendo vegetariana, la protagonista se ve encerrada en un hogar infeliz, en el que es constantemente maltratada. “No te quejes, ¿dónde vas a estar mejor que con un príncipe?”, le dicen cuando decide contarlo.
Pero un día Cenicienta se cansa, se da cuenta de que no necesita un príncipe para salvarse y con un hada – que aparece cada vez que una mujer dice “Basta” – empieza su propio camino, descubre la danza, abre un restaurante y encuentra a mujeres de otros cuentos que también deciden cambiar su historia.“Yo soy esa cenicienta feliz en el final, en el principio, cuando descubrimos que el deseo es subversivo, y que puede derrumbar los castillos que nos resultaron fronteras y prisiones…”, escribe Claudia Korol en el prólogo de la edición de Madreselva. Así, este libro abre ese destino clausurado, pone en cuestión esa idea de felicidad que sella las adaptaciones de los cuentos clásicos y coloca en primer plano a la mujer y la búsqueda de su propia libertad.
Érase dos veces Blancanieves (Cuatro Tuercas, 2017)
“Una segunda oportunidad para los cuentos de siempre”. Esa es la frase que acompaña a la serie Érase dos veces, una colección de la editorial española Cuatro Tuercas, que reescribe los relatos clásicos con cambios claves, que permiten armar una historia alternativa, sin desigualdades ni violencias. En este caso, Blancanieves es una princesa diferente que disfruta de usar ropa cómoda, “odiaba los tacones, las coronas y los vestidos, y, en general, todo lo que pincha, corta, daña o molesta”. Quiere independizarse, alejarse de la vida del palacio, por eso cuando la madrastra empieza a perseguirla, toma la oportunidad para encontrar un nuevo hogar. Se instala en la casa de siete jóvenes mineros que la aceptan como compañera de piso, y donde se reparten las tareas domésticas.
“¿Crees que un beso es lo más indicado en esta situación? ¿No sería mejor llevarla a un médico? ¿No te parece poco apropiado dar una un beso a una persona desmayada?”
Como en el cuento original, Blancanieves pierde la consciencia por morder una manzana encantada, pero no es el príncipe quien lo soluciona. “¿Crees que un beso es lo más indicado en esta situación? ¿No sería mejor llevarla a un médico? ¿No te parece poco apropiado dar una un beso a una persona desmayada?”, dicen los mineros ante la propuesta. En su lugar, una anciana le recomienda hierbas medicinales, con las que Blancanieves despierta a los pocos días, totalmente recuperada para retomar su vida. Comienza a trabajar en la mina, logra su independencia económica y se enamora. La madrastra, por su parte, recapacita y se aleja de su obsesión por los estereotipos de belleza. A diferencia de los libros anteriores, en esta oportunidad la colección no presenta personajes conscientes de su rol dentro de los cuentos, pero revierte y arranca de raíz aquellas bases que reproducen la sumisión de su protagonista. Otra princesa que reniega del papel pasivo de los relatos tradicionales.