A más de 100 días del comienzo de la cuarentena, el actor y escritor reflexiona sobre el momento excepcional que se vive por la pandemia de Coronavirus: «Desconfío tanto de la gente que sabe lo que hay que hacer, que ya tiene todo resuelto». Mientras se encuentra trabajando en su segundo libro tras la publicación de Construcción de la mentira (Alto Pogo, 2018), también piensa en los desafíos de la ficción: «Es imposible contar una historia actual sin que los personajes no estén atravesados por esto», asegura.
Quizás todos los años que lleva como actor -tanto en televisión, cine o teatro- entrenaron a Gonzalo Heredia (Buenos Aires, 1982) para tener una mirada periférica de todo lo que sucede a su alrededor y desconfiar de lo que en principio parece obvio. En él, además, conviven por lo menos dos facetas: el actor observado por miles y miles de personas, y el escritor que busca el silencio y la intimidad para dar lugar a personajes a los que no va a poner su cuerpo. Al menos de la manera en la que estaba acostumbrado. En ese sentido, la cuarentena en Argentina lo encuentra trabajando en un segunda novela tras la publicación de Construcción de la mentira, libro que marcó su debut en el ambiente literario.
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«Creo que la segunda novela es más difícil, porque tenes el fantasma de la primera -buena o mala- respirándote cerca y la propia exigencia«, cuenta en diálogo con La Primera Piedra. La escritura de esta historia, en donde la historia transcurre en los trasfondos y detalles del mundo literario -a diferencia de su ópera prima en donde se podía ver el detrás de escena del mundo de las filmaciones-, se da en un momento productivo pese a la incertidumbre general: «Ya lo venía haciendo desde el 12 de diciembre -hablo de la rutina escritora, de sentarse todos los días seis horas-. Por suerte eso lo mantengo: me despierto a las siete y a las ocho estoy bañado, afeitado y cambiado invirtiendo palabras en algún párrafo», comenta.
Hoy por hoy, a día cien de la cuarentena, te diría que es imposible contar una historia actual sin que los personajes no estén atravesados por esto. Hay una nueva arista de lo verosímil, de lo que decís «la nueva normalidad», por lo menos el 2021.
Ahora bien, Heredia no le escapa al contexto y desde el principio se mostró reacio a la opinión desmedida durante un momento en el que todas las certezas parecían puestas en dudas: «¿Cómo puedo creer que, por haber hecho novelas en televisión, mi palabra, mi opinión sobre la pandemia es importante y sobre todo va a concientizar y blá blá blá?», sostiene. La llegada del Coronavirus provocó que tuviera que volver precipitadamente de Uruguay junto a su mujer, la también actriz Brenda Gandini, protagonizando una escena de ciencia ficción: «Me acuerdo de que íbamos en el auto por la ruta desolada camino a Montevideo y parecía el fin del mundo: no había animales pastando, no había pájaros en el cielo, ni gente trabajando, ni autos pasando del otro lado«, cuenta a esta revista.
Con respecto a lo que depara el futuro, Heredia no muestra una mirada optimista ni edulcorada: «No creo que a partir de esto seamos mejores, ni en pedo. Todo va a seguir igual y con el tiempo, este tiempo, será como una capa más de membrana emparchando el techo. Todos queremos volver a tener la vida que teníamos, no a tener una mejor vida», sostiene sobre una supuesta nueva normalidad. La vida familiar en cuarentena, los desafíos para pensar cómo se contarán historias en el futuro cercano y los riesgos de la hiper estimulación: «Creo que, si no existieran las redes sociales, más de uno y una, en estos momentos, estaría con una abstinencia peor que la heroína».
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— La primera pregunta es un poco inevitable, ¿cómo estás atravesando estos días de pandemia? Manifestaste en algunas ocasiones que para vos se trataba de un tiempo de introspección.
— Sí. A casi cien días de confinamiento, creo que hay cierta distancia como para poder hacer un balance de esto. Al principio todo era incertidumbre, me acuerdo de que estaba pegado a las noticias, devoraba todo lo que se decía, todas las imágenes que se mostraban, todas las hipótesis, opiniones y demás. A principios de Marzo nosotros tuvimos un casamiento en Uruguay. Viajamos solos, sin nuestros hijos. La idea era ir el fin de semana. Llegamos al hotel en medio de una lluvia torrencial, quizás se suspenda el civil -pensamos- ya que se hacía en la playa, pero seguro modificaban un poco las cosas y juntaban civil con fiesta en algún lugar techado. Se hablaba de los primeros contagiados en Uruguay por esa famosa mujer «Carmela» que había ido a un casamiento. Almorzamos y fuimos al cuarto a dormir un rato porque estábamos exhaustos por el viaje. Nos despertamos dos horas después. El mundo empezaba a cambiar. La intendencia había suspendido ése casamiento y dos más que se celebraban en Carmelo, también se decía que iban a cerrar las fronteras, no solo Uruguay, sino también Argentina. Decidimos volvernos antes -obvio- porque nos agarró miedo. La palabra esa esa: miedo. Me acuerdo de que íbamos en el auto por la ruta desolada camino a Montevideo y parecía el fin del mundo: no había animales pastando, no había pájaros en el cielo, ni gente trabajando, ni autos pasando del otro lado. Kilómetros y kilómetros imaginando el buquebus atestado de gente desesperada, -como en todas las películas apocalípticas que vimos-, intentando llegar sanos a nuestra casa para estar con nuestros hijos, mirando con desconfianza a cualquiera que tosiera o se llevara la mano a la boca. Sí, creo que es un momento de introspección aguda.
— ¿En qué sentido aguda?
— En todo sentido. Quizás tengan una concepción rápida de las cosas, pero desconfío tanto de la gente que sabe lo que hay que hacer, que ya tiene todo resuelto, que se pone hiper productiva y se filma cocinando, haciendo gimnasia, leyendo, haciendo tik tok y profundizando sobre la pandemia. Mariana Enríquez escribió algo muy piola, -la ansiedad se llama- y comparaba la pandemia con tener un accidente de auto: uno se reincorpora como puede, no sabe si está lastimado, si iba gente en el otro auto, si hay algún herido, qué fue lo que pasó y de repente viene alguien y te empieza a preguntar y preguntar qué opinas, qué opinas. Yo qué sé. ¿Cómo puedo creer que, por haber hecho novelas en televisión, mi palabra, mi opinión sobre la pandemia es importante y sobre todo va a concientizar y blá blá blá?
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— ¿Sos de pensar en la supuesta «nueva normalidad»? ¿Qué pequeñas cosas extrañás de la vida pre cuarentena?
— Sí, pienso. En algún punto es necesario saber que hay una orilla. Trato de alejarme del «va a ser así para siempre». No creo que a partir de esto seamos mejores, ni en pedo. Todo va a seguir igual y con el tiempo, este tiempo, será como una capa más de membrana emparchando el techo. Todos queremos volver a tener la vida que teníamos, no a tener una mejor vida. La distancia social durará un tiempo, estornudar con el codo otro tiempo y en unos meses encontraremos la variedad de barbijos y tapabocas que fuimos adquiriendo en el fondo del placard y diremos «uy te acordas». Extraño con todo el cuerpo sentarme en un bar a mirar por la ventana mientras tomo cinzano con soda y les amigues- siempre-.
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Todos queremos volver a tener la vida que teníamos, no a tener una mejor vida. La distancia social durará un tiempo, estornudar con el codo otro tiempo y en unos meses encontraremos la variedad de barbijos y tapabocas que fuimos adquiriendo en el fondo del placard
— En entrevistas y charlas con diferentes autores y autoras, me señalaban diferentes respuestas sobre la capacidad de escritura y lectura en estos días tan extraño, ¿cómo se dio en vos ese factor?
— Estoy escribiendo alocadamente. Ya lo venía haciendo desde el 12 de diciembre -hablo de la rutina escritora, de sentarse todos los días seis horas-. Por suerte eso lo mantengo: me despierto a las siete y a las ocho estoy bañado, afeitado y cambiado invirtiendo palabras en algún párrafo. La lectura fue difícil al principio, creo que por esta cuestión de querer entender la ficción en la que vivíamos y cuando todo fue asimilado, volví a conectarme con la lectura. Leo para el programa de radio que hacemos con Ana Correa (NdE: Notas al pie, todos los sábados de 00 a 01hs por Radio Con Vos), leo para escribir y hojeo algo que me intriga o tenía pendiente. Ahora estoy un poco con novelas familiares: terminé Mierda de (Wojciech) Kuczok, La familia de (Gustavo) Ferreyra y El hermano mayor de (Daniel) Mella.
— En esa dirección, la pandemia te encontró en pleno proceso de escritura de tu segunda novela. ¿Qué diferencias ves entre este momento y en el que trabajabas en Construcción de la mentira?
— Que ahora no me sale nada y todo es una mierda. Son procesos diferentes, ahora por ejemplo no estoy escribiendo en un taller de escritura -me hubiese encantado pero me rechazaron de dos- y extraño y necesito de las devoluciones de mis compañeros y compañeras. Se me hace más difícil porque se me empasta la mirada sobre el texto y veintitrés horas y cincuenta y cinco minutos siento que todo es una mierda y durante cinco minutos pienso que hay algo para contar. Ni una ni la otra. Creo que la segunda novela es más difícil, porque tenes el fantasma de la primera -buena o mala- respirándote cerca y la propia exigencia. No sé, trato de que si hay algo nuevo para contar -una idea- me encuentre escribiendo.
— ¿Qué desafíos tiene construir una ficción en un contexto de tanta incertidumbre y replanteos?
— Ni pienso en eso. Ya con mi cabeza alcanza. El desafío es el mismo, haya pandemia, mundial de fútbol o desembarco de aliens. Creo que el simple hecho de escribir es en sí un acto de fe, un libro es un acto de fe.
Vivo cotidianamente con la sensación de incompletitud -si existe la palabra-, hay un ensayo de buscar eso que me complete -que es una mentira total-, pero necesario para levantarme todos los días de la cama.
— En una entrevista que hicimos hace dos años, me manifestabas tu interés por la figura del doble, del doppelgänger. ¿Cómo conviven en la actualidad tus facetas de actor y de escritor? ¿Tomás recursos de una disciplina para introducirla a la otra?
—Algo de eso debe haber, pero no sé si soy tan consiente. A esta altura -pasaron 19 años desde el primer contrato que tuve en televisión- podría decir que tengo un cierto oficio en algo. Acumulación de experiencia. En un momento creí que era mi única forma de expresión y después empezó a mutar. Afortunadamente empezó a mutar. Es lo único que deseo que nunca pierdan mi hijo y mi hija: la pasión. Vivo cotidianamente con la sensación de incompletitud -si existe la palabra-, hay un ensayo de buscar eso que me complete -que es una mentira total-, pero necesario para levantarme todos los días de la cama.
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— Teniendo en cuenta también tu rol en Notas al pie, ¿cómo ves a la literatura argentina contemporánea? ¿Qué escritores/as te llaman la atención en los diferentes géneros?
— Me haces reír. No podría, ni sabría cómo contestar esta pregunta. No tengo idea cómo está hoy por hoy la literatura argentina contemporánea. Mirá ayer estuve acomodando una parte de la biblioteca -algo que siempre dije que haría cuando tendría tiempo- y me encontré con un montón de novelas autogestionadas que nos mandaron a la radio. Yo las leo. Todas. Lo que más me gusta es leer la carta escrita a mano que nos dejan contando la historia del libro o lo que esperan que pase con su novela. Me conmueve tanto eso. O que en las primeras páginas tenga escrito a mano el número de ejemplar. Leo todo. Soy de los que leen la letra chica del shampoo mientras se baña. Voy detrás del cómo más que del qué: me gusta más la forma que la historia que se cuenta.
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— ¿Qué balance hacés de la publicación y recibimiento de Construcción de la mentira? ¿Pensás que pudiste romper un poco el prejuicio de «el actor que escribe»?
— Fue mucho mejor de lo que esperaba. Tuve muy buenas devoluciones de gente lectora que admiro mucho. Yo no volví a leerla. No podría. Lo del prejuicio, mirá vos imaginá que soy una persona que lidia constantemente con eso. Con cualquier cosa que haga, uno o cien dirá algo. Trabajando como actor estás expuesto a que opinen por si te cortaste el pelo, hiciste una película mala, escribiste un comentario en twitter o te sacaste una foto con alguien. La grieta para mí se da entre los que hacen algo y los que opinan de los que hacen algo. Me gustaría siempre estar en el primer grupo.
Creo que pasa un poco por ahí el desafío: convivir con las nuevas experiencias. Esto también a los actores y actrices nos colocó -o por lo menos a mí- en ese lugar de decir «no somos imprescindibles dentro de la sociedad». Creo que, si no existieran las redes sociales, más de uno y una, en estos momentos, estaría con una abstinencia peor que la heroína.
—Aprovechando tu conocimiento tanto del mundo editorial, así como también del teatro, televisión y cine, ¿qué desafíos pensás que va a tener el sector cultural tras la pandemia?
— Habría que ver qué sería eso de sector cultural. Hace tiempo que la forma está cambiando: mis hijos aprenden cosas con youtubers mexicanos, españoles, coreanos. Trato de ser testigo de cómo aprenden, de dónde aprenden, cuánto tiempo dura la capacidad de atención. Hace tiempo que se habla de la nueva forma de comunicar. Que las plataformas están cambiando, que ahora hay mucha más oferta desde teatro filmado hasta series para celulares. Igual soy de los que cree que contra el vivo, contra el aquí y ahora no hay nada. Pero también veo que por ejemplo mi hijo, que juega Fornite, estaba como en una función que no es la de disparase y hacer grupos y todo eso. Estaba junto con otros y otras en un escenario donde había pantallas y luces de colores y música y bailaban y se relacionaban mediante saludos. Estaba teniendo la experiencia del boliche, del recital: tiene nueves años. Un rato después me contó que conoció a alguien -Descubridora- que le regaló un globo y que corrieron juntos y se tiraron de una montaña y yo qué sé más. Creo que pasa un poco por ahí el desafío: convivir con las nuevas experiencias. Esto también a los actores y actrices nos colocó -o por lo menos a mí- en ese lugar de decir «no somos imprescindibles dentro de la sociedad». Creo que, si no existieran las redes sociales, más de uno y una, en estos momentos, estaría con una abstinencia peor que la heroína. Hoy vivimos entre videos de manos desenvolviendo huevos kinder en youtube y gente que le llama «contenido» a fotos que suben a instagram.
— Por último, y en esa dirección, centrándonos un poco en tu rol de actor, ¿pensás que se pueden venir ficciones en el corto plazo donde no haya escenas de contacto físico y otro tipo de protocolos que alteren a las historias que se cuentan?
— El otro día me preguntaba eso: «¿che cómo volvemos a hacer la obra?» Hoy por hoy, a día cien de la cuarentena, te diría que es imposible contar una historia actual sin que los personajes no estén atravesados por esto. Hay una nueva arista de lo verosímil, de lo que decís «la nueva normalidad», por lo menos el 2021. Y así como hay nueva normalidad también habrá nuevos desencuentros y «nuevos diarios de la cuarentena». El otro día vi una foto de una pareja abrazándose y besándose cada uno envueltos en un plástico transparente y con barbijos. Ahí está. Una historia.
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