Laura Wittner: «La vida doméstica siempre me pareció rara y fascinante»

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Con la publicación de Traducción de la ruta (Gog y Magog, 2020), la autora vuelve a la poesía tras la salida de su obra reunida en 2017.  «A cada rato estaba diciendo ‘pero miren que yo sigo escribiendo, eh'», cuenta Laura Wittner a La Primera Piedra. La escritura sobre lo íntimo, los desafíos frente al contexto de pandemia y la capacidad de poética de «fijar escenas con palabras en lugar de fotografiarlas». (Foto: Juanjo Bruzza)



La poesía vive un momento de gran vitalidad en Argentina tanto en su producción como en su circulación. Sin ir más lejos, en un contexto de pandemia y recesión económica, la salida de algunos títulos dentro de este género oxigenan a un sector golpeado. Un ejemplo de ese fenómeno es la reciente publicación de Traducción de la ruta (Gog y Magog, 2020), de Laura Wittner. Nacida en Buenos Aires en 1967, licenciada en Letras por la UBA y traductora, supo cosechar lectores desde sus primeras publicaciones a mediados de la década de los 90’s.

El desafío de Wittner, en esta oportunidad, era dar cuenta de una obra que sigue en expansión y que aún tiene mucho para dar, dejando de lado toda interpretación conclusiva que un libro recopilatorio como Lugares donde una está (Gog y Magog, 2017) pudiera llegar a tener. En ese sentido, y en diálogo con La Primera Piedrala autora señala: «La obra recopilada me daba bastante impresión; a cada rato estaba diciendo ‘pero miren que yo sigo escribiendo, eh’. Así que acá está la prueba. De hecho estaba escribiendo muchos de estos poemas en el momento en que salió Lugares donde una no está».

La obra recopilada me daba bastante impresión; a cada rato estaba diciendo «pero miren que yo sigo escribiendo, eh». Así que acá está la prueba.

A lo largo de Traducción de la ruta, se pueden encontrar poemas breves y contundentes, en donde las escenas íntimas y cotidianas tienen un lugar protagónico. Como resultado, Wittner logra dar paso a lo importante de todo poema: su trasfondo en relación a los sentimientos y a la experiencia. Así, se puede leer: «Truena y no tengo a quién calmar/ lo que por un segundo se parece/ a no tener a quién me calme. Pero no./ Una madre se recompone pronto/ aunque los hijos estén en su otra casa». O también: «Chispa de pelo bajo el sol/ chispas entre remo y río/ chispas justo antes/ de dormirnos».

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En esa dirección, la poeta que formó parte de lo que hoy se conoce como «generación de los 90’s» en la poesía argentina, reafirma en este diálogo que es en ese terreno en donde encuentra mayor riqueza, al punto de plantearse el desafío de intentar no hacerlo. «La vida doméstica con mis hijes me resulta una fuente permanente de detalles mágicos, cómicos, amorosos, didácticos, calmantes», subraya. En Traducción de la ruta, la maternidad, la convivencia, la crianza y el devenir de las relaciones que se ponen en juego de manera constante dan lugar a versos luminosos y cargados de descubrimiento. «Los niños/ olvidan la fragilidad de lo que llevan», se lee al final de uno de los poemas.

— ¿Qué sensaciones te deja sacar un libro nuevo en este contexto?
— Trato de aferrarme a cualquier detalle lindo. Éste es uno.

— ¿Cómo estás atravesando la cuarentena en relación al ánimo?
— Mal. Mi papá murió una semana antes de que empezara la cuarentena, después de cinco meses de una enfermedad súbita y horrible. Así que ésta que responde las preguntas está hecha de mis fragmentos, unidos torpemente con una voluntad enorme.

Ésta que responde las preguntas está hecha de mis fragmentos, unidos torpemente con una voluntad enorme

— Muchos autores y autoras señalaron que estos meses de aislamiento son difíciles para escribir y leer, sobre todo por la concentración en medio de la incertidumbre y los asuntos familiares/personales a resolver. ¿En tu caso cómo se dio ese factor?
— 
Así como decís. Recién ahora empecé a poder concentrarme en la lectura, gracias a que volví a dar taller, más que nada. Leo cosas breves: poemas, ensayos, fragmentos. Al principio lo que sí podía era traducir, y estaba terminando de corregir una traducción, así que eso me salvó un poquito.

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— La idea de proyecto en poesía siempre es compleja. Pensando en la primera parte de Traducción de la ruta, «Diez respuestas verdaderas a preguntas ficticias», ¿surgieron primero los poemas o esa idea te sirvió de disparador?
Fue un poco un chiste. Una vez escribí el primero, «Por qué las mujeres nos quemamos con el horno», un poema alrededor de una idea que tenía desde hacía décadas, surgía de algo que leí una vez, ya no recuerdo dónde. En ese caso hay una relación entre el título y el poema, aunque no creo que el poema responda la pregunta. Entonces después jugué un poco con la posibilidad del título que pregunta y el poema que no contesta, pero ya en los casos siguientes escribía el poema y después me divertía pensándole el título. Bueno, el recurso de sumar o restar con el título está siempre; el vaivén, el equilibrio. Y en un momento se me ocurrió el título para la serie y así quedó. Nada demasiado serio.

— La maternidad, el hogar y los hijos aparecen como temas recurrentes y personajes en varios de los poemas, ¿qué desafíos te representa escribir sobre eso?
— El mayor desafío a esta altura es NO escribir sobre eso. Si la vida doméstica siempre me pareció rara y fascinante, la vida doméstica con mis hijes me resulta una fuente permanente de detalles mágicos, cómicos, amorosos, didácticos, calmantes.


Laura Wittner

Traducción de la ruta (Gog y Magog, 2020), de Laura Wittner


— A lo largo de Traducción de la ruta, y como dice Miguel Ángel Petrecca en el texto de contratapa, el movimiento es una constante: desde el desplazamiento físico hasta los sentimientos, los vínculos. ¿Esa idea del movimiento puede pensarse como una suerte de pensamiento sobre la fugacidad de las cosas?
— Yo lo pondría más bien así: sobre la fugacidad de las cosas y la resonancia perenne de los vínculos.

— A fines del 2017, en una entrevista pasada, señalabas que para vos la poesía «es un filtro que sirve para reordenar el mundo. Con este filtro la vida se hace más tolerable, la poesía reordena los elementos y les da algo de sentido», pero que de todas formas siempre pensabas algo nuevo ante esa pregunta. ¿Qué responderías ahora?
— Esa respuesta me sigue pareciendo bien. Tal vez le agregaría la posibilidad de fijar. Fijar escenas con palabras en lugar de fotografiarlas.

Si la vida doméstica siempre me pareció rara y fascinante, la vida doméstica con mis hijes me resulta una fuente permanente de detalles mágicos, cómicos, amorosos, didácticos, calmantes.

— Si bien publicaste libros para chicos desde la salida de Lugares donde una no está, ¿qué sentiste al publicar poesía de nuevo luego de tu obra sea recopilada?
— 
Bueno, la obra recopilada me daba bastante impresión; a cada rato estaba diciendo «pero miren que yo sigo escribiendo, eh». Así que acá está la prueba. De hecho estaba escribiendo muchos de estos poemas en el momento en que salió Lugares donde una no está.

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— ¿Qué lugar puede ocupar la literatura en general, o la poesía en particular, en situaciones excepcionales como la que vivimos por el Covid-19?
— Imagino que será diferente para cada cual. A mí hay días en que me sirve para calmarme un poco, para concentrarme, y días en que nada me funciona. Así como a otres les servirá tejer o hacer gimnasia.

— Por último, ¿sos de pensar cómo va a ser la supuesta «nueva normalidad»?
— No. Por ahora braceo en la incertidumbre. Como dice Hagrid: lo que tenga que venir vendrá, y cuando venga lo enfrentaremos (NdE: en referencia al célebre personaje de la saga Harry Potter).



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