Tras publicar Las diez puertas (Blatt & Ríos, 2019), el autor argentino vuelve al cuento luego de reunir su obra dentro de ese género en Vivir en la salina. Respecto a la función de la literatura en un contexto de pandemia y cuarentena, señala: “No se me ocurre ninguna, salvo escribir tontamente sobre ellas”. (Foto: Luis Andrade / Gentileza Blatt & Ríos).
La variedad de géneros es una constante dentro de la obra de Elvio E. Gandolfo (San Rafael, 1947). La reciente edición de Las diez puertas reúne una decena de relatos breves en donde el autor logra desplegar un abanico de temas que da lugar, al mismo tiempo, a percepciones nuevas. En ese sentido, tal y como indica el título, cada relato es una llave que deposita al lector frente a lo incierto.
En diálogo con La Primera Piedra, Gandolfo señala respecto a la cohesión de los cuentos: “El hilo que los une me parece un invento de quien los lee”. En esa dirección, reafirma: “En lo concreto esos diez cuentos se fueron juntando de manera casual y también diversa”. Tras reunir su obra dentro del género en Vivir en la salina (2016), libro que recopila sus relatos desde 1970, el escritor que reside alternativamente entre Buenos Aires y Montevideo vuelve al ruedo para demostrar que aún queda mucho material para escribir.
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En el primer relato del libro, “Yendo de la cama al living”, un accidente doméstico obliga al protagonista a arrastrarse por dentro de su hogar a un ritmo lento. Releído en la actualidad, en un contexto de encierro y tiempo alternativo gracias a la cuarentena, este cuento tiene algo de profético. «Por las dudas, siempre pienso en lo peor. Así, si ocurre, ya lo he pensado: es algo que llega, en vez de explotar», señala el personaje principal. Consultado por si aplica esa consigna para su vida, Gandolfo lo niega.
Ahora bien, una de los grandes interrogantes que se abren en esta realidad incierta tras la expansión del Covid-19, es el lugar que puede ocupar la ciencia ficción como género. Para Gandolfo, uno de los especialistas en el tema dentro de la literatura nacional, esa decisión a la hora de escribir ocurre en una segunda instancia: “Tenés diez chances distintas, y la ciencia ficción es la que mejor se adapta, así que la usás”.
— En Las diez puertas se exploran una gran variedad de temáticas. ¿Cómo describirías ese proceso de interés por una historia a la hora de la escritura de un cuento?
— En mi experiencia, como totalmente azaroso. Aunque a veces lo empuja algún interés extraliterario: una historia o un personaje de la familia, algún tema general que me da gracia o intriga, etc. etc.. Como tengo la regla de escribir, siempre que pueda, algún asunto nuevo, tanto temática como estilística o formalmente, surge la variedad.
—¿Qué es lo que te llevó a pensar a estos textos como un conjunto?
— En lo concreto esos diez cuentos se fueron juntando de manera casual y también diversa: hay dos que son sobrantes de un libro anterior (Cada vez más cerca). Otro, el interés por escribir mi tercer cuento erótico, muy remotamente inspirado en una mujer real, y cruzado con las actividades laborales del neocapitalismo. El primero, la intención de hablar de mi edad, y a la vez de mi pasión (los libros). El último, aprovechar una frase pensada hace años: “No me pidan que baile, soy periodista”, y hacer un homenaje a una compañera de la secundaria que nunca más volví a ver. Y así sucesivamente. Si querés, sería un rejunte. En cuanto tuvo la medida mínima de un libro, le apliqué un título que me parecía bueno, y lo publiqué.
Las diez puertas (Bltt & Ríos, 2019) Elvio E. Gandolfo.
— En una entrevista anterior, señalabas que la escritura de estos cuentos te devolvió » la confianza en seguir escribiendo relatos» tras la salida de tus cuentos completos Vivir en la salina. ¿Ese trabajo retrospectivo puede ser una suerte de desafío para un autor a la hora de seguir escribiendo?
— En general creo que cualquier escritor se abalanza sobre el editor (grande o chico) que está dispuesto a reunir sus cuentos completos. Después se pregunta: ¿y si al decir completos, me coloco una especie de lápida encima? Pero se ve que las ganas de contar están (o estaban hasta allí) intactas. Por eso me pareció importante agregarle al título la fecha de escritura y publicación originales (1970-2016), y no dejar nada afuera, porque el proceso de selección había sido elegirlos para el libro aislado original, y al releerlos, me pareció que seguían teniendo sentido.
— Teniendo en cuenta la extensión de la decena de relatos que integran Las diez puertas, ¿qué te permite como autor el cuento breve?
— No sé, en serio (risas). Me gusta escribirlos. Aunque también, mucho, las nouvelles o novelas cortas.
— A lo largo de tu bibliografía, se puede ver tu incursión en diferentes géneros: policial, fantástico, realista, además del extenso trabajo como crítico. ¿Ese traspaso lo vivís con naturalidad o requiere de un trabajo especial de tu parte?
— Siempre leí mucho géneros populares. Por lo tanto sí, me parece natural escribirlos.
— ¿Cuáles fueron las últimas lecturas que te hayan sorprendido?
— Me gusta mucho descubrir cuentistas. En los últimos cinco o seis años me ha pasado con los cuentos de Diego Muzzio, Jorge Consiglio, Marcos Herrera, Mariana Enriquez, o Luciano Lamberti y muchos otros, entre nosotros. Los extranjeros son todavía más. Los reúno en Ted Chiang, que hace ciencia ficción tope con una inteligencia fuera de serie.
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— ¿Qué función pensás que tiene la literatura en un contexto como el actual de pandemia y cuarentena?
— No se me ocurre ninguna, salvo escribir tontamente sobre ellas. Metida en libros, leerlos es una especie de tranquilizante, para bancarse tanto tiempo imbécil adentro, sin cines, bares o restaurantes afuera.
— ¿La ciencia ficción, como género narrativo, puede salir fortalecida o debilitada después de esto?
— Me parece bastante insalvable como género aislado, ya reducidísimo de por sí. Cuando hay buenos libros de Pedro Mairal, por ejemplo, lo hace por coincidencia, no porque piense “voy a escribir ciencia ficción”. Al menos es lo que me ocurre a mí. Tenés diez chances distintas, y la ciencia ficción es la que mejor se adapta, así que la usás.
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—Por último, ¿cómo imaginás al mundo en el futuro cercano?
— De ninguna manera. El esfuerzo monumental de la raza humana para que ese futuro resulte aburrido, represor, ñoño, autoritario es exactamente opuesto a la imaginación.
