El corazón del mundo es un experimento de laboratorio que conjuga cine, teatro, magia y prestidigitación. La obra fue escrita por Santiago Loza y es el debut de Lautaro Delgado Tymruk en el rol de director. A partir de un dispositivo tecnológico que recrea el truco de ilusión óptica conocido como Pepper Ghost, la pieza genera un espectáculo fantasmático en un juego permanente de ausencias/presencias. Puede verse los sábados a las 20.30 hs. en Espacio Callejón (Humahuaca 3759).
Imagen, encuadre, plano, proyección. Estas nociones provienen del campo cinematográfico pero bien podrían aplicarse a la hora de intentar un análisis sobre la experiencia escénica que propone El corazón del mundo. Santiago Loza y Lautaro Delgado Tymruk se conocieron en los pasillos de la EMAD, mientras estudiaban la carrera de Dramaturgia. Hace un tiempo Loza le pasó el texto a Delgado para que lo leyera, y él decidió dirigirla. Este es su debut como director teatral, y además actúa junto a Ezequiel Rodríguez y William Prociuk.
Un hombre camina solo por la calle hasta que un vagabundo decide golpearlo con un palo. El hombre cae, pero antes de llegar al suelo su cuerpo (o su alma) estalla en mil pedazos, y en un único instante vive tres vidas (o todas las vidas posibles, la vida humana en su totalidad). El argumento es anecdótico, pero permite entender algunas de las decisiones estéticas que configuran el armado de esta puesta.
El escenario de Espacio Callejón se convierte en una suerte de «Aleph teatral», el sitio exacto desde donde pueden verse fragmentos de todas las vidas humanas, un punto ciego desde donde se oye latir el corazón del mundo. En el cuento de Borges, el narrador acepta el desafío de enumerar parcialmente un conjunto infinito y admite: «En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es». Loza y Delgado Tymruk se embarcan en una aventura similar: desde el umbral que separa lo vivo de lo muerto, invocan las esquirlas de lo que fue, es y será a partir de la yuxtaposición.
La puesta se monta alrededor de un dispositivo de ilusión óptica capaz de generar el efecto denominado Pepper Ghost, que data de fines del siglo XIX y es anterior al holograma. El truco de magia virtual permite traer a escena presencias que no son tales en sentido estricto, cuerpos que han estado en otras coordenadas espacio-temporales pero que, sin embargo, conviven con los cuerpos vivos de los actores en el aquí y ahora, en el presente de la escena. A partir de la conjunción de esas dos dimensiones -lo real y lo virtual- se genera una tercera que ya no es ni una cosa ni la otra. Del chispazo surge un teatro onírico, fantasmal.
El dispositivo tecnológico no opaca el trabajo de los intérpretes en escena sino que lo potencia. El diseño lumínico y sonoro crea una atmósfera de misterio que habilita la invocación de espíritus en ese acontecimiento escénico peculiar que se vale del cine y del teatro, de la prestidigitación y la magia. El cruce de estas disciplinas lo tiñe todo de cierto extrañamiento. El espectador sabe que está presenciando un truco de magia, pero optará por suspender su incredulidad en virtud de la sorpresa.
El corazón del mundo es una propuesta novedosa respaldada por dos creadores que cuentan con un extenso recorrido tanto en la gran pantalla como en el campo teatral. La experiencia es original por su voluntad transdisciplinaria: aquí se yuxtaponen recursos del cine, el teatro y la magia (tres pasiones de Delgado Tymruk) para devolvernos a la esencia ritual que aloja cada una de estas expresiones, en un juego estimulante de invocaciones, presencias y ausencias.