El primer episodio de la tercera temporada de El marginal cosechó un promedio de 13,5 puntos de rating con picos de 14,2: un récord no sólo para la TV Pública sino también para la historia de la serie. Pero esas cifras no son producto del azar sino de una elevada calidad artística, una producción de magnitudes inéditas en nuestro país y una dirección dispuesta a correr riesgos.
Desde su irrupción en el mapa mediático, las nuevas tecnologías de información y comunicación pusieron en jaque las dinámicas de consumo de los medios tradicionales como la radio, el cine o la televisión. Los más apocalípticos firmaron apresuradamente el acta de defunción de la «caja boba», pero la emisión del primer capítulo de El marginal 3 dejó bien claro que a la TV aún le queda mucho tiempo de vida si hay calidad artística y técnica que respalde los contenidos. Con un promedio de 13,5 puntos de rating y picos de 14,2, la serie co-producida entre Underground y Contenidos Públicos fue el programa más visto del martes 9 de julio. Las cifras suponen un récord no sólo para la TV Pública y sus bajos promedios —sobre todo desde 2015, después de los significativos recortes a la producción de contenidos propios del canal— sino también para la historia de la serie, que en su segunda temporada había alcanzado el promedio de 9,4.
Grandes nombres adelante y detrás de la pantalla, un equipo consolidado, calidad artística elevada, producción de magnitudes inéditas en Argentina y una dirección dispuesta a correr riesgos suficientes parecen ser algunos de los elementos de esta fórmula imbatible que rompe récords desde su primera temporada. Claudio Rissi como Mario Borges, el capo máximo del penal de San Onofre; Nicolás Furtado en la piel del entrañable hermano menor, Diosito; Martina Gusmán interpretando a la licenciada Emma Molinari y Gerardo Romano dando vida a Antín, director penitenciario en los papeles, conforman el elenco histórico de protagonistas.
Continúan Abel Ayala (César), Brian Buley (Pedro), Daniel Pacheco (James), Marcelo Peralta (Barney), Carlos Portaluppi (Morcilla), Guido Botto Fiora (Fiorella), Nacho Sureda (Pantera), Picachu (Gustavo Pardi) y Jorge Lorenzo (Capece) como algunos de los personajes estables más importantes, y a ellos se suman Lorenzo Ferro (Cristian Pardo, el «Moco»), Alejandro Awada (Bruni), Gustavo Garzón (Eduardo Pardo) y Ana María Picchio (Estela Morales). Detrás de cámara también hay garantías: la dupla de productores Sebastián Ortega/Pablo Culell ya tiene varios éxitos a su favor, y los equipos de dirección han contado con la presencia de figuras estelares como la de Adrián Caetano, Luis Ortega, Mariano Ardanaz, Javier Pérez o Alejandro Ciancio.
Pero El marginal no sólo es un compendio de excelentes profesionales; buena parte del éxito que ha cosechado en estos años se funda en el equipo, una buena narrativa, tramas complejas, personajes atractivos y giros sorpresivos para el espectador. Si algo ha logrado la masificación del consumo audiovisual —sobre todo a partir del estallido del on demand en diversas plataformas— es elevar la vara del público a la hora de medir la calidad de un producto: los espectadores consumen cada día más y exigen a los guionistas tramas creíbles, coherencia narrativa, personajes verosímiles y giros que estén a la altura de la historia que se cuenta. El marginal sin dudas ha cumplido (y superado) esas expectativas desde el día 1, y esa es una de las principales razones por las cuales sigue siendo un éxito. El público se fideliza en virtud de la calidad.
La tercera temporada se sitúa dos años después del motín de las palomas contado en la segunda entrega y un año antes del secuestro de Luna Lunati (Maite Lanata), que había sido el foco narrativo en la primera. Tras la derrota del Sapo Quiroga (Roly Serrano), los hermanos Borges se apoderan del penal de San Onofre y traicionan a quienes los ayudaron a obtener ese lugar: los muchachos de la Sub 21, liderados por César. La posibilidad de libertad se les presenta a Mario y Diosito una vez más gracias al nuevo interno, Cristian Pardo, hijo de un acaudalado empresario a quien deberán proteger a cambio de la excarcelación. Los oponentes del patio establecerán una alianza junto a Bruni, ex boxeador, y el “Pantera” (sobreviviente del clan del Sapo) con el propósito de destronar a la banda de los hermanos.
El capítulo arrancó con una gran escena de tiros entre la banda de los Borges y la policía, filmada en los pasillos de un cementerio y con altas cuotas de tensión. Este condimento quizás fue lo más celebrado de la temporada anterior: el giro decisivo hacia escenas de acción, una crueldad áspera y la violencia todo el tiempo en primer plano. Sin embargo, la nueva temporada no descuida lo más atractivo que había tenido la primera: el aspecto narrativo, la descripción de personajes y los lazos afectivos. Ya en esta entrega pudieron vislumbrarse algunos de esos elementos a partir de una potencial fractura entre los hermanos Borges, la incorporación de nuevos colores de la mano del joven Ferro, el paréntesis oscuro en el arco dramático de Emma, la irrupción de Picchio representando a la vieja (y no tan vieja) escuela de la mano dura, o el perfil disruptivo del personaje de Awada, ex boxeador y posible aliado de los pibes en el patio.
La conjunción de estas dos vías —la acción y lo narrativo— sin dudas hará explotar la pantalla de la TV Pública en un año donde prácticamente no hubo producción de contenidos propios (salvo por el caballito de batallas de Cocineros argentinos). Que el público haya descartado el on demand priorizando el visionado en vivo y en directo del estreno es el síntoma más claro de que El marginal se perfila (nuevamente) como uno de los acontecimientos televisivos del año.