Se vienen las vacaciones de invierno y el menú de ofertas culturales para toda la familia comienza a expandirse con propuestas imperdibles. La Primera Piedra asistió al re-estreno de El hombre que perdió su sombra en el Teatro Nacional Argentino — Teatro Cervantes, y en este artículo te contamos por qué es una de las mejores opciones para disfrutar con lxs más pequeñxs. Sábados y domingos a las 15 hs. en el TNA-TC (Libertad 815).
En el texto que acompaña el programa de mano, la cantante e ilustradora Isol Misenta define a la sombra como esa zona oscura capaz de revelar lo que existe entre la luz y una superficie opaca, y afirma que absolutamente todo proyecta sombras (incluso aquello que está muerto). La obra dirigida por Johanna Wilhelm y Eleonora Comelli presenta varios elementos novedosos que la convierten en una de las propuestas más interesantes para compartir en familia durante las vacaciones de invierno.
El hombre que perdió su sombra es una adaptación del cuento escrito por Adalbert von Chamisso en 1814, La maravillosa historia de Peter Schlemihl, que narra las aventuras de Peter (Santiago Otero Ramos), un joven que decide vender su sombra al oscurísimo Hombre de Gris (Sebastián Godoy) a cambio de un cofre con toda la fortuna del mundo, lo que le permitirá conquistar a su adorada Fanny (Griselda Montanaro). Con ayuda de su amigo Bendel (el genial Pablo Fusco), Peter comprenderá que la riqueza no lo es todo y mucho menos un camino seguro hacia los vínculos genuinos. Las apariencias engañan y lo que el mundo define como «inútil» (¿el arte, quizás?) puede convertirse en algo indispensable.
En la obra conviven diferentes lenguajes y estilos de actuación (Fusco y Godoy forman parte del célebre grupo humorístico Los Bla Bla, Otero Ramos es un actor más clásico y Montanaro proviene de la danza), pero todo converge en un relato atractivo que escapa de las tendencias generales del infantil, donde suele echarse mano a ritmos vertiginosos y decibeles elevados como únicos recursos capaces de mantener entretenida a una audiencia, por lo general, sobreexcitada. Esta propuesta, en cambio, se atreve a salir de los estereotipos, acepta las pausas necesarias para crear los climas del relato y captura con éxito la atención de padres e hijos.
El exquisito diseño audiovisual a cargo de Gisela Cukier y Johanna Wilhelm, la coreografía pensada por Eleonora Comelli y la música compuesta por Axel Krygier son los pilares de una propuesta que incluye danza, música en vivo, literatura, performance y proyecciones in situ que convierten cada función en algo verdaderamente único e irrepetible. Para valorar cabalmente este espectáculo el público debería ver lo que ocurre fuera de escena, detrás de la enorme pantalla desplegada sobre el escenario de la sala María Guerrero. Ese es el lado B; la otra cara de la luna.
El hombre que perdió su sombra eleva la vara de los espectáculos pensados para el público infanto-juvenil porque no lo subestima ni descansa en la premisa de tener que “distraerlos” permanentemente. Los padres no se aburrirán porque la pieza resulta sumamente atractiva, y además podrán indagar en el sustrato filosófico que sobrevuela este relato: los arquetipos de Carl Jung, el inconsciente, los aspectos más oscuros del Yo consciente, aquello que el sujeto no se atreve a reconocer como propio, la alteridad, lo fáustico, la utilidad/inutilidad del arte.