Con la publicación de su primera novela y radicada en Nueva York, la escritora, periodista y gestora cultural habla de todo. «Sigo luchando por todos los medios para que las mujeres, lesbianas, trans tengan la posibilidad de contar sus propias historias sin que ningún boludo pseudoletrado te diga que lo que escribís no tiene valor literario«, afirma.
Malén Denis es un fenómeno en sí mismo. Frontal a la hora de dar declaraciones, también deja lugar a la literatura en donde se pueden encontrar velos que no distorsionan, sino que completan una figura. Con la publicación de Litio (Concreto editorial, 2019), su primera novela en ver la luz, la autora que actualmente vive en Nueva York da una nueva muestra de sus intereses literarios, en donde la poesía tiñe todo como un aerosol.
A lo largo de esta historia contada en formato de diario personal, aunque dirigida hacia un otro, se puede ver un ritmo que presta atención a los detalles, a los pensamientos, a las sensaciones, más allá de las acciones que pueden o no dar vida a un relato. Con los fantasmas de una relación que no funcionó y que en su interior guardaba gestos, actitudes y situaciones de desigualdad de poder, Litio permite ver en primera persona el poder de resurrección que se esconde detrás de quienes pueden narrar su experiencia.
«Una vez más nos convencimos de que lo que pensamos del otro es la más justa definición»
«El ecosistema de una fiesta: conquistar por deporte, no saber irse a tiempo», puede leerse en un momento de la novela. Ese punto de vista crítico, con una realidad en la que al mismo tiempo se está inmerso es uno de los puntos fuertes de Litio, en donde se da lugar a la ambigüedad, a la fragilidad como un punto de partida y no como una recta de llegada. En esa misma dirección, este fragmento: «Una vez más nos convencimos de que lo que pensamos del otro es la más justa definición» .
Emotiva y estimulante, Litio viene a agregar una nueva luz a la constelación única que es la obra de Malén Denis dentro del campo literario contemporáneo. Siempre desafiante a los lugares comunes, con esta novela logra incomodar, al mismo tiempo que hace tomar partido, a dejar en clara una posición, mínimamente desde el sentimiento.
«En ningún momento me sentí cómoda con la escritura de la novela, fue como una especie de pequeño monstruo que me fue pidiendo cosas, tuve que reescribir varias cosas«, cuenta la autora a La Primera Piedra.
«Siento que el amor debe ser algo que te haga bien»
— ¿Cuál es tu relación con la narrativa? ¿Es algo que hiciste desde siempre o se despertó en este último tiempo?
— Soy ante todo lectora, la narrativa fue, en algún punto por dónde empecé: Amélie Nothomb, Salinger, Banana Yoshimoto, fueron lxs primerxs autores que recuerdo que empecé a adoptar como parte de mi identidad, después de Cortázar, Horacio Quiroga, que forman parte de una formación más preadolescente. Siempre escribí narrativa, para mí, incluso, mis poemas, o algunos de ellos, tienen un tinte narrativo. Antes de empezar a escribir poemas, escribía cuentos, impublicables por demás, pero me interesaba. Cuando terminé el secundario quería estudiar cine, había visto las películas de Lucrecia Martel, recién había salido La mujer sin cabeza, y estaba convencida que necesitaba hacer exactamente lo mismo que ella, contar historias pero desde el espesor del ambiente, desde lo que no se dice, lo que se insinúa, lo que está por pasar.
«Para mí no son tan claros los límites de los géneros, todo me parece potencialmente poético, la filosofía me parece poética».
— En Litio, hay una estructura de capítulos muy breves que van dando forma a la novela, ¿la extensión corta te ayudó a sentirte más cómoda pensando en tus anteriores publicaciones como poeta?
— No particularmente, la estructura de capítulo corto es lo que me pidió esta novela en sí. Al principio era todo de un tirón, como una misma lectura, un mismo día, pero las sucesivas correcciones y relecturas me fueron llevando a esta fragmentariedad. Sí, hay algo en lo que se relaciona con mi poesía, por supuesto, soy la misma persona, la misma escritora, hay algo en la búsqueda de una imagen pequeña que describe un estado mayor, por lo menos el intento de esa imagen. En ningún momento me sentí cómoda con la escritura de la novela, fue como una especie de pequeño monstruo que me fue pidiendo cosas, tuve que reescribir varias, los títulos tuvieron títulos, números, volvieron a tener títulos, fue un proceso mucho más complejo de lo que parece en su resultado final, lo cual me parece interesante también.
— Con esta novela publicada, ¿qué similitudes y qué diferencias ves entre la narrativa y el género poético?
— Todo. Pero lo veía antes de publicar también. Para mí no son tan claros los límites de los géneros, todo me parece potencialmente poético, la filosofía me parece poética, por ejemplo. Hay una respiración que me interesa en lo que leo y escribo, una traducción del eco de las cosas, para mí la historia en sí, la trama es una excusa para hablar de otras cosas siempre: política, amor, la muerte, la vida, etcétera.
— A lo largo de Litio hay una historia de amor difusa, pero no por eso menos profunda. ¿De qué manera entendés el amor actualmente?
— No sé si la palabra entender es la mejor para hablar del amor. Lo siento como algo cercano a la felicidad, siento que debe ser algo que te haga bien, quizás la gran diferencia con mi protagonista es que ella todavía está en un estadío, al menos al comienzo, donde el amor es una especie de lealtad a una ausencia.
«Sigo luchando por todos los medios para que las mujeres, lesbianas, trans tengan la posibilidad de contar sus propias historias como quieran hacerlo sin que ningún boludo pseudoletrado te diga que lo que escribís no tiene valor literario, me cago en esos pelotudos».
— La novela, construida como una suerte de diario personal, ahonda es aspectos que hacen a la psicología e identidad de su protagonista. ¿Te atrae más ese territorio que el de las acciones?
— Para mí las acciones son ilusorias. En la historia de la literatura es común ver a los hombres realizar las grandes proezas, que los hombres tengan la necesidad de escribir desde el concepto de plot o historia, donde pasan cosas. También es común que se diga que las mujeres escribimos cosas más bien intimistas donde no pasan cosas, «literatura de minita». Para mí esta novela es un gesto, en ese sentido, una apropiación, yo no necesito escribir desde una cierta noción de objetividad y cronología, desde una serie de hechos claros, cuando sé y creo que la búsqueda de una objetividad o que todos puedan decir “pasó esto, esto y esto” no me interesa. Yo tuve una relación abusiva que la gente a mi alrededor negó, negó su existencia porque como no entraba dentro de las categorías de relación que conocían, era más fácil decir que no existía, ustedes no cogen entonces no es una relación. Pero fue una relación que existió, me dañó tanto física como psicológicamente, yo no necesito que la gente que no cree en los mundos interiores y en los daños “incomprobables” vean una acción donde yo claramente veo una complejidad, una variedad de acciones y, sobre todo, un cambio.
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— En una entrevista pasada, me contabas que antes de la visibilidad y las conquistas alcanzadas por los feminismos en estos últimos años, tu obra «había sido leída para la mierda». ¿Te sentís más conforme con los enfoques actuales?
— Sigo igual de enojada con la realidad que siempre, pero no por mí, por todas las que no tienen los privilegios que tengo yo para estar sentada dando mi opinión sobre algo. Sigo luchando por todos los medios para que las mujeres, lesbianas, trans tengan la posibilidad de contar sus propias historias como quieran hacerlo, sin que ningún boludo pseudoletrado te diga que lo que escribís no tiene valor literario, me cago en esos pelotudos.
— ¿Cómo es la vida en Nueva York? ¿Cómo ves al país a la distancia?
— La vida en New York es distinta, no tengo la radio pero estoy haciendo un podcast, tengo tiempo para escribir todos los días, tomo menos alcohol, mi vida social es un poco más acotada. Lo que veo en la calle me interesa, me interesa la infinidad de personas de distintos tamaños y colores, la libertad al vestirse, mostrarse, me había acostumbrado a odiarme mucho, mi cuerpo, mi forma de vestirme. Es una ciudad que, en lo personal, me ayuda a ser yo en mi máxima expresión. Al país lo veo mal, lo extraño, me siento una traidora porque mi vida profesional y personal me trajeran a Estados Unidos. A veces me siento una especie de infiltrada, demasiado argentina para Estados Unidos, demasiado lejos para seguir siendo argentina, supongo que con el tiempo voy a entender desde dónde pararme para hablar. Últimamente leo los diarios y me quedo callada, salvo luchas muy puntuales del feminismo, no me pronuncio en redes sociales sobre algunas cosas por miedo a dar hipócrita, al hable sin saber. Hay que irse encontrando, ser respetuosa con los que están sufriendo la crisis, que lo que decís no sea una superficialidad hiriente. Sobre todo porque sigo siendo comunicadora, me sigue mucha gente que me escuchaba todos los días en la radio, me sigo sintiendo responsable por sobre lo que comunico, no es que me fui y ¡chau!
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— Por último, ¿cuáles son tus próximos planes? ¿Tenés fecha de retorno?
— Por ahora no voy a volver a Argentina, tengo planes con mi pareja y de trabajo acá. Es probable que a fin de año vaya de visita, pero seguir produciendo desde Estados Unidos, también hay posibilidades de hacer algo en Europa. El próximo paso son publicar mi segunda novela Las facultades, también estuve haciendo canciones con Guido Colzani en NY y pienso publicar algo de eso. También estoy trabajando en dos libros de no ficción, uno sobre las comedias románticas y su influencia en nuestras ideas del amor y otro sobre heroínas de la televisión y las películas, las mujeres que nos salvaron la vida incluso en la ficción improbable. También estoy traduciendo a una escritora estadounidense para publicar en Argentina pero no se puede adelantar muchísimo más de eso. Estoy activa y con ganas de hacer muchísimo más. Mi sueño es dirigir esa película que quería dirigir cuando terminé el secundario, también tengo muchísimas ganas de escribir un libro infantil y una novela gráfica con Pepita Sandwich.