Este año se celebra la 5º edición de Espanoramas, la muestra de cine español que se llevará a cabo en las salas del Espacio INCAA Cine Gaumont Km 0 (Av. Rivadavia 1637), del 21 al 27 de febrero con entradas al valor de $30. La Primera Piedra entrevistó a las invitadas de honor: Meritxell Colell, Mónica García (por la película Con el viento) y Maider Oleaga (por su documental Paso al límite).
La quinta edición de Espanoramas tendrá su sede en el Cine Gaumont y en esta oportunidad nos trae tres invitadas especiales. Por un lado, Meritxell Colell Aparicio y Mónica García (directora y protagonista de Con el viento, la película de apertura); por otro, Maider Oleaga (realizadora del documental Paso al límite sobre la figura de Elbira Zipitria). Charlamos con ellas para que nos cuenten parte del proceso creativo de sus producciones.
En el año 2005 Meritxell Colell vino a vivir a Buenos Aires por un semestre para estudiar cine en la FUC, pero terminó quedándose dos años y medio. Al regresar a su pueblo de origen tras la muerte de su abuelo, apareció la urgencia de retratar ese mundo al borde de la extinción: un espacio, un pueblo, una casa, un modo de vida. “Por otro lado, desde que volví de Buenos Aires había quedado en mí esa sensación extraña que implica regresar; me preguntaba si un vínculo podía romperse o no y cómo sería ese proceso de reconstrucción. Por eso intentamos llevar la idea de desarraigo a la máxima potencia”, cuenta Meritxell.
A partir de ese impulso comenzó la etapa de investigación y registro, pero la cineasta recién tuvo la certeza de que allí había una película cuando conoció a Mónica García, quien protagoniza esta historia. Mónica no es actriz sino coreógrafa, y este es el gran debut cinematográfico no sólo para ella sino también para la directora y la co-protagonista, Concha Canal (una habitante de la zona en la que se rodó el film con vasta experiencia en el modo de vida que Meritxell se proponía retratar en su ficción).
Un intercambio de mails sobre el proyecto, algunas coincidencias del destino y un encuentro en Madrid sellaron el pacto que daría inicio a Con el viento. “Nos conocimos e inmediatamente hubo feeling porque, aunque provenimos de distintas disciplinas, hablamos un idioma con muchos puntos en común. Yo nunca había hecho nada de cine y me hacía muchísima ilusión”, confiesa Mónica.
— La película se enfoca en las emociones de estas cuatro mujeres. Desde la forma eso se traduce en planos largos y muchos silencios cargados de sentido: están los cuerpos de las protagonistas, sus miradas, los pequeños gestos. ¿Cómo llegaron a esa construcción?
MC: — Fue un ejercicio de depuración en muchos sentidos, desde el inicio del rodaje hasta el montaje. Nos dimos cuenta de que aquello que en rodaje nos resultaba más emocionante eran justamente esos momentos que quedaron montados. Lo que buscaba la película era sentir la realidad de la relación; rodamos en orden cronológico y la idea era que lo que estuviera pasando fuera de pantalla también pasara adentro, para poder jugar con esa tensión de tres personas que estaban teniendo su primera experiencia en el cine: Concha, Mónica y yo. Todo el dispositivo cinematográfico y la forma de filmar tenían que acompañar eso.
— ¿Cómo entró la danza en esta historia? ¿Por qué elegiste a una bailarina como protagonista? Las escenas de danza son esos pocos momentos en donde vemos a este personaje realmente libre, apropiándose del espacio familiar.
MC: — La verdad es que fue al inicio: a partir del momento en el que se construyó este relato sobre el retorno. Cuando quieres expresar la transformación interior de un personaje, la danza es un recurso maravilloso porque no la puedes significar, no queda reducida a un símbolo sino que es cuerpo. Es algo físico.
MG: — La danza es algo inseparable del cuerpo y también un acto inmediato. La pintura o la música, por ejemplo, también son inmediatas, pero de alguna manera se externalizan. La danza no. Aquí la herramienta es el propio cuerpo en movimiento; después no queda nada. Con Meri hablamos mucho sobre estas escenas y sobre los estados emocionales del personaje, porque cuando Mónica baila logra entrar en contacto consigo misma.
Meritxell cuenta que el rol del dispositivo técnico fue clave para rodar estas escenas. “Cómo se filma repercute muy directamente en cómo se baila. La idea con respecto a la danza era que tenía que aparecer por fragmentos, por cortes, para reflejar el estado emocional de alguien que está roto pero sin ser necesariamente ilustrativo”, explica. Mónica recuerda que se trataba de escenas largas, de unos veinte minutos sin cortes, hechas en una o dos tomas y sin ensayo previo, aunque muy habladas.
Con el viento recrea un mundo de mujeres fuertes, y las invitadas aseguran que esto les resulta muy familiar porque los universos que habitaron siempre estuvieron plagados de figuras femeninas. El otro personaje del relato es Pilar, la madre del personaje de Mónica encarnado por Concha Canal, una mujer del pueblo que al momento de rodar tenía 89 años y ninguna experiencia en el mundo del cine. “Concha condiciona mucho, el hecho de trabajar con alguien que genera esta clase de empatía y que tiene todo ese mundo incorporado en su cuerpo. La familia estaba ahí, pero yo creo que esa idea nace esencialmente a través de la figura de ella”, cuenta Colell. En un primer momento la directora quería que el personaje lo interpretara su abuela, pero descartaron esa opción en familia y comenzó una búsqueda por los pueblos de la zona. Así fue como conoció a Concha en un hogar de jubilados. «Fue conocerla y establecer una empatía inmediata”, asegura.
— En Espanoramas hay una fuerte presencia de mujeres. ¿Qué piensan acerca de la mirada femenina en el cine?
MC: — Es curioso porque siempre se habla de “cine de mujeres” pero nunca se habla de “cine de hombres”. Para mí es muy normal la película que he hecho, porque básicamente vivo en una familia de mujeres y es un universo lleno de mesas de mujeres compartiendo momentos. Entonces el proceso fue muy orgánico. No creo tanto en la mirada masculina o femenina porque considero que cada uno tiene sus múltiples lados. Sí creo en la diversidad de miradas. Por supuesto venimos de una tradición de cine donde la mujer ha sido muy cosificada por el deseo, pero se trata de un cine de género. También hay grandes cineastas hombres que han creado personajes femeninos memorables. Pero cuanto más diverso sea el cine, mejor. Creo que es necesario desetiquetar.
MG: — Yo creo que es probable que exista una mirada masculina y femenina, como así también la de una persona joven o adulta. Pero creo que últimamente todos ponemos la mirada ahí para tratar de encontrar esas lecturas, y esto es así porque hay un signo de época. Hay movimientos femeninos (no sólo feministas) en todo el mundo. Es cierto que a veces es necesario observar esto desde otros lugares para poder ampliar la mirada.
Ambas coinciden en celebrar la pertenencia a una generación que entiende el cine desde el lugar del diálogo, lo transversal y el acto de compartir.