El 17 de octubre de 2017 fue hallado sin vida el cuerpo de Santiago Maldonado. En esa misma fecha pero del 2014, fue encontrado, tras cinco años de búsqueda desesperada por su familia, el cuerpo de Luciano Arruga, que estaba enterrado como NN en el Cementerio de la Chacarita. El Estado, principal responsable de sus muertes, escupe los cuerpos como si no valieran nada.
Los casos se repiten y la responsabilidad estatal también. La represión sistemática en democracia utiliza la herramienta de la desaparición cada vez que las fuerzas «de seguridad» así lo necesitan. A su vez, como siempre, el Estado junto a sus funcionarios elige ocultar o mostrar, según lo que necesite en el momento, con el objetivo de generar terror y disciplinamiento social. En paralelo y con lucha, los cuerpos aparecen y son arrancados a un Estado que es siniestro y asesino.
En el 2014, en aquel 17 de octubre fue hallado el cuerpo de Luciano Arruga, tras ser buscado por más de cinco años por su familia y organizaciones sociales. La complicidad de los funcionarios estatales, los agentes policiales de la Bonaerense y el poder judicial hicieron poco y nada por encontrar su paradero. La militancia y la organización logró arrancarle al Estado lo que callaba desde la noche del 31 de enero de 2009 cuando Luciano Arruga murió tras huir desesperado por la General Paz.
(Leer nota: Luciano Arruga: el nombre que señala a un Estado que desaparece y mata)
En el 2017, tras estar 78 días desaparecido, fue encontrado el cuerpo de Santiago Maldonado en el río Chubut, a metros de la última vez que se lo vio con vida en el contexto de una brutal represión que respondía a un operativo ilegal de Gendarmeria. Un reclamo que colmó plazas, calles y redes, logró exponer la crueldad de un gobierno que avaló el accionar represivo contra la comunidad mapuche y un Estado que, una vez más, demostró una maquinaria brutal. El Estado sigue callando lo que pasó la última vez que se vio a Santiago Maldonado con vida cuando huía desesperado a orillas del río.
(Leer nota: Santiago Maldonado y las razones por las que el Estado es responsable)
Ambos ejemplos que coinciden siniestramente en el tiempo no son más que la evidencia de un Estado que mantiene los mecanismos necesarios para que 41 años después de la dictadura cívico-militar, se mantenga la desaparición forzada como un elemento más de control del aparato represivo. Lo único que cambió fue el objetivo. Se reconfiguró hacia los sectores más vulnerables, aunque siempre está latente para reactualizarse hacia la militancia organizada.
Es el Estado el único que tiene las herramientas para ocultar su accionar y aparecerlo cuando se le da la gana. Estas dos caras, multiplicadas en miles de carteles, pancartas y banderas, denuncian la brutalidad de un Estado que no deja de matar a pesar de que las democracias simulen funcionar. Los cuerpos desaparecen por la magia del Estado, y aparecen por su voluntad. La mugre del accionar estatal se oculta, hasta que ya no se puede callar más, o hasta que la lucha popular se la arrebata de las manos.
Estos dos nombres señalan a un Estado, gobierno tras gobierno, que está lleno de sangre.