Los once cuentos que conforman Kavanagh (Clubcinco, 2018) muestran no solo la creatividad de Esther Cross, sino una sutiliza a la hora de construir historias y personajes. Siguiendo principios de la arquitectura, este libro va sumando nuevas capas de sentido a medida que las narraciones avanzan y se profundizan para dar como resultado una estructura tan sólida como atractiva.
Sobre la autora
Esther Cross nació en Buenos Aires en 1961. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se recibió de Licenciada en Psicología en la Universidad Católica de Buenos Aires. Es cuentista, novelista y traductora. Entre sus obras se destacan La divina proporción y otros cuentos, Crónica de alados y aprendices, La inundación, El banquete de la araña, entre otras. En 1998 ganó la beca Fullbright Fondo Nacional de las Artes y en 2004 la Civitella Ranieri.
La arquitectura narrativa
Los cuentos, dentro del registro narrativo, tienen la capacidad de condensar una enorme variedad de sentidos en un espacio reducido de forma predeterminada. Leer Kavanagh (Clubcinco, 2018) de Esther Cross reafirma esa posibilidad, donde a partir de una sucesión de relatos se puede construir una novela y, a la vez, un manual de estilo para pensar la edificación de historias y personajes nutriéndose de las herramientas clásicas y los recursos innovadores.
Originalmente publicado en 2004, este libro demuestra que hay formas de escritura que no envejecen y que sobreviven a su época. Leídos 14 años después, estos cuentos no desentonan con algunas búsquedas que empiezan a ganar más peso dentro de la narrativa contemporánea argentina: historias donde lo fantástico y lo real se entremezclan, donde las imágenes que se proponen reemplazan a las descripciones y donde los personajes tienen más de dos dimensiones a pesar del soporte material del papel.
«Abría la ventana, y el aire viciado de la casa salía afuera como una maldición veloz, irreversible», escribe Cross en el primer relato que a la vez puede hacer las veces de primer capítulo de una novela familiar con el célebre edificio Kavanagh como protagonista velado. «Como una persona abnegada, vuelvo al lugar de donde vengo», escribe en otro fragmento cercano al final, evidenciando la conexión entre los distintos relatos más allá de sus protagonistas o el escenario: el tono es la piedra fundante de la construcción literaria.
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Tal como señala Guillermo Martínez en el prólogo, la autora «realiza la doble acrobacia de levantar con su multiplicidad de historias y ventanas todo un rascacielos, también imaginado, a la par del real, como un fantasma próximo y querido que comparece hacia lo altísimo cada vez que se mira desde una vereda de infancia». Cross logra en este libro, entonces, no solo construir el material sólido de la estructura, sino el material sensible de las historias detrás de las luces que iluminan las ventanas.
La reedición de este libro no solo es una propuesta literaria para celebrar, sino un gesto estético por parte de Clubcinco para demostrar que hay literatura que no envejece o que, mejor aún, recobra nueva vitalidad con el paso del tiempo. Prestando atención al aspecto en su conjunto, lejano, y a los detalles que integran una edificación, la arquitectura narrativa de este libro no decepciona a sus lectores, quienes se estarán preguntando no solo por la vida de los personajes, sino por esos fantasmas que habitan silenciosamente diferentes ambientes de esta edificación literaria.