¿Qué pasó durante estos meses de debate por el aborto?

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Desde que el debate por el aborto se instaló en la agenda política, mediática y social, la demanda por la legalización excedió sus límites y se transformó en un reclamo masivo. Por primera vez en la historia se rompió un tabú que movilizó a múltiples sectores y trajo cambios que hasta hace un tiempo hubieran sido inimaginables. ¿Qué fue todo lo que generó la discusión en los últimos meses? (Foto: Nadia Díaz)



Los últimos meses pasarán a la historia como parte fundamental de un cambio de época. Hasta hace no poco tiempo atrás, hablar a viva voz del aborto significaba la condena pública y el estigma de una sociedad atravesada por la moral religiosa. Pero la acumulación de la conciencia sobre las desigualdades de género y la presencia constante de los movimientos feministas – que fueron cobrando cada vez más visibilidad – transformó al aborto en una demanda masiva, y el reclamo excedió sus límites para hacerse carne en cientos de miles de personas.  

La acumulación de la conciencia sobre las desigualdades de género y la presencia constante de los movimientos feministas – que fueron cobrando cada vez más visibilidad – transformó al aborto en una demanda masiva, y el reclamo excedió sus límites para hacerse carne en cientos de miles de personas.

La lucha por la interrupción voluntaria del embarazo no es nueva: la primera comisión en los Encuentros Nacionales de Mujeres se formó  30 años atrás y la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito hace 13. Antes del 2018, el proyecto de ley ya había sido presentado al Congreso seis veces: todas perdieron estado parlamentario. La séptima llegó a la Cámara de Diputados con las calles teñidas de verde y con la discusión en el espacio público y hasta en la pantalla chica. Fue la primera vez que la legalización del aborto se nombró en televisión como algo más que un tabú que no merece lugar y que figuras de todos los ámbitos se manifestaron a favor. 

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Foto: Nadia Díaz



La discusión se hizo impostergable y así fue cómo la iniciativa trabajada por la Campaña ingresó finalmente a la agenda,  política inaugurando un debate histórico. Cuatro meses en los que pasaron por las Cámaras de Diputados y Senadores más de 800 expositores a favor y en contra, en el que se escucharon argumentos científicos y jurídicos con perspectiva de género por un lado, y falsedades y creencias religiosas por el otro. Nunca antes se había profundizado tanto el tema en la sociedad ni se había abierto el espacio para escuchar lo que los movimientos feministas vienen gritando desde hace años: que la clandestinidad es un negocio privado que se cobra la vida de las más vulnerables y que las personas gestantes tienen derecho a decidir sobre sus cuerpos.

Nunca antes se había profundizado tanto el tema en la sociedad ni se había abierto el espacio para escuchar lo que los movimientos feministas vienen gritando desde hace años: que la clandestinidad es un negocio privado que se cobra la vida de las más vulnerables y que las personas gestantes tienen derecho a decidir sobre sus cuerpos.

Afuera del Congreso se congregó una multitud que fue creciendo cada semana y que entre cantos, bailes y múltiples intervenciones artísticas formaron los Martes Verdes, convocados por la Campaña para dejar en claro la ley es un reclamo masivo que ya no podrá apagarse. De esta forma, algo que estas jornadas demostraron es que el feminismo se convirtió en un movimiento que atraviesa generaciones, y en el que adolescentes y jóvenes se convirtieron en protagonistas activos de este paso histórico. Su presencia es indicador de algo más profundo: el cuestionamiento cada vez más temprano del sentido común machista que atraviesa la cultura, el deseo de cambiar los cimientos de la sociedad.

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La marea verde significó el quiebre de un tabú y la desnaturalización de un orden que parecía inamovible. Para muchas mujeres, fue también la libertad de poder decir en voz alta lo que estigma de la religión enterró: después de años hay quienes finalmente pudieron decir que abortaron sin ser condenadas. Los testimonios se multiplicaron y lo que fue una práctica clandestina salió a la superficie para ocupar el centro del escenario público y las conversaciones cotidianas en toda clase de ámbitos. Se habló en voz alta de la muerte de las más pobres como un hecho al que se le da la espalda y de la maternidad como un deseo y una elección.


Foto: Nadia Díaz



El movimiento tuvo como contrapartida la reacción más oscura del conservadurismo, la que demostró con cada discurso, propuesta, e incluso agresión, que para un sector de la sociedad ser mujer y ser madre son sinónimos, que se trata de un destino biológico unido irremediablemente al cuerpo. Si hay algo que quedó claro en los últimos meses es que, para quienes se oponen a la legalización, no existe voluntad alguna detrás de un embarazo. Se trata de un rol que se debe aceptar con abnegación en pos de la denominada vida, concepto que, además, fue apropiado, dándole un único sentido fundado en una moral que excluye a las personas gestantes de la ecuación, como si fueran meras incubadoras. 

El movimiento tuvo como contrapartida la reacción más oscura del conservadurismo, la que demostró con cada discurso, propuesta, e incluso agresión, que para un sector de la sociedad ser mujer y ser madre son sinónimos, que se trata de un destino biológico unido irremediablemente al cuerpo.

Un recorrido por algunas de las tantas declaraciones públicas resulta más que ejemplificador. Cabe recordar la entrevista de La Nación a la vicepresidenta, Gabriela Michetti, donde se opuso al aborto para las víctimas de violación; los proyectos de legisladores como Federico Pinedo y Miriam Boyadjian, que obligan a continuar con una gestación y un parto no deseados; o intervenciones como las de la diputada Estela Regidor, que durante la votación en la Cámara Baja comparó a las mujeres con perros, o el médico Abel Albino, que aseguró que los preservativos no sirven contra el VIH. 

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Foto: Nadia Díaz



Las creencias individuales y morales buscan de este modo imponerse por algo que fue repetido hasta el cansancio a lo largo del debate: hablar de «hijo» o «persona» es una construcción social mediada por el deseo de la mujer. Y detrás de todo esto se encuentra también el ataque a la libertad sexual, coartada por la Iglesia y sus representantes que niegan también una educación integral desde la perspectiva de género. La condena al placer y el embarazo como castigo o consecuencia que se debe soportar abnegadamente es la posición de los sectores más misóginos de la sociedad, que no aceptan el cambio que la legalización del aborto implicaría.

Y detrás de todo esto se encuentra también el ataque a la libertad sexual, coartada por la Iglesia y sus representantes que niegan también una educación integral desde la perspectiva de género.

En este sentido, no se puede dejar de mencionar la violencia desde algunos sectores que, si bien predicaron el lema de “defender las dos vidas” desean la muerte y toda clase de violencias para quienes reclaman el derecho a decidir. Fueron varios los ataques que se replicaron en distintos puntos del país y que se difundieron en redes sociales, ya sea contra personas que se encuentran a favor de la legalización como contra los legisladores, amedrentados para que voten en contra.

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Mientras aún se continúa tergiversar el texto de la ley y se desinformar haciendo caso omiso a las evidencias presentadas durante el debate parlamentario, fuera del Congreso la despenalización social del aborto se transformó en un hecho. Cada vez son más las personas que se suman a la marea verde, que exigen que el Estado legisle a favor de los derechos sexuales y reproductivos de las personas gestantes, y que salde una deuda de la democracia.



 

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