Hoy se estrena Toda esta sangre en el monte, el documental de Martín Céspedes que se sumerge en la brutalidad de los agro-negocios y las consecuencias nefastas sobre la población campesina de la provincia de Santiago del Estero. Entre los registros que revelan el modo de vida cotidiano del campesinado, Céspedes intercala algunos momentos del juicio por el asesinato de Cristian Ferreyra (miembro del MOCASE), a manos de un sicario contratado por el terrateniente Jorge Ciccioli.
Después de ver la película de Martín Céspedes a uno le queda en el cuerpo la sensación de una brutalidad extrema, bestial. Que se trate de un documental y no de una ficción quizás sea el dato más alarmante. El director se sumerge en un tema sensible: los agro-negocios y sus nefastas consecuencias sobre la población campesina de la provincia de Santiago del Estero. El relato se estructura a partir de los registros de un juicio oral y público con fragmentos que capturan el modo de vida del campesinado para exponerlo en sus múltiples facetas.
Sin voces en off ni entrevistas directas —mecanismos tradicionales en el universo del documental—, Céspedes se las ingenia para construir una narrativa tan atractiva como brutal, y es que hay varias escenas que pueden «herir» sensibilidades delicadas, como aquella en la que se expone la muerte de animales frente a los niños de la comunidad, la que narra una caza de perdices en el monte o aquella en la que una mujer se desgarra frente al cajón de su difunto.
Pero esos actos son justamente aquellos que permiten la subsistencia de la comunidad: no matar supondría morir de hambre. En este sentido, resulta poderoso aquel fragmento en el que se registra una conversación entre dos miembros del MOCASE (Movimiento Campesino de Santiago del Estero). Ellos critican la incomprensión de los tesistas que concurren a los montes santiagueños en busca de «exotismo» para sus investigaciones y terminan haciéndose vegetarianos a causa del espanto. Toda esta sangre en el monte muestra esas tensiones, esas grietas entre el aparente altruismo foráneo y el modo de vida campesino, las distancias entre dos mundos.
En el juicio oral por el asesinato de Cristian Ferreyra a manos de Javier Juárez —sicario contratado por el terrateniente Jorge Ciccioli— se expone con toda crudeza la realidad de una población que debe buscar su fuerza en lo colectivo para proteger sus derechos: derecho a la tierra, derecho al alimento, derecho a la vida. El despliegue avasallador de la soja, el apriete en manos de las fuerzas de seguridad, las constantes amenazas y los desalojos violentos configuran un contexto de opresión y negación ante cualquier modo de vida alternativo. Céspedes logra capturar la esencia de estos escenarios para sumergir al espectador en un relato que se asemeja a un policial, y encuentra un personaje poderoso en una de las referentes del movimiento.
Sobre el MOCASE
El MOCASE agrupa unas 8.000 familias campesinas sobre 16.000 en toda la provincia. Su accionar está basado en la lucha por la tierra y el desarrollo de emprendimientos productivos autónomos, que sostienen su estrategia de vida en la producción diversificada de algodón, ganado caprino y bovino para la producción de carnes, leches y quesos. Hace años defienden la posesión de las tierras contra las pretensiones de empresarios y financieras que ostentan títulos de dominio de miles de hectáreas compradas a precio irrisorio durante la última dictadura militar.
