Los cuentos que conforman La noche en otra parte (La parte maldita, 2018), de Martín Cascante, juegan con las fronteras difusas entre lo fantástico y el realismo, creando un clima de tensión que mantiene las expectativas de principio a fin. Con personajes definidos y detalles colocados en los momentos precisos, el ritmo narrativo se pasea con sutileza por escenarios y situaciones de lo más insólitas manteniendo un estado de tensión.
Sobre el autor
Martín Cascante nació en Buenos Aires en 1975. Es economista, profesión bajo la que ha escrito trabajos de investigación y dictado conferencias en Argentina y en el exterior. Tiene estudios en literatura y se formó como escritor en el taller de Vera Giaconi. Fue finalista en concursos de cuentos en España y Argentina. La noche en otra parte es su primer libro de cuentos, distinguido con el primer premio del Fondo Nacional de las Artes, de manos de un jurado compuesto por Carlos Chernov, Ana María Shua y Liliana Heker.
Narrar lo desconocido
El juego entre las fronteras de lo realista y lo fantástico abre un amplio panorama de posibilidades en la narrativa, pero también puede resultar un desafío complejo. En este sentido, los catorce relatos que conforman La noche en otra parte (La parte maldita, 2018), de Martín Cascante, son una muestra de un trabajo preciso, que cuida los detalles para sumergirse en dimensiones extrañas, pero que nunca abandonan el necesario componente de la verosimilitud.
Con voces definidas, los personajes logran captar la atención de principio a fin, haciendo partícipe al lector del clima de tensión que se construye, gracias al aura de misterio que rodea a cada una de las historias. El ritmo que Cascante imprime a lo largo del libro configura un acierto: no hay cambios bruscos entre los distintos universos que conviven entre sí. Por el contrario, los movimientos sutiles de la descripción alternan con rapidez escenarios de lo más insólitos, sin que eso implique incomodidad en la lectura y manteniendo, a la vez, las expectativas frente a desenlaces de lo más inquietantes.
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Esto conduce a otras de las características que se mantiene como un común denominador a través de los cuentos: el manejo hábil de una prosa en la que el autor sabe en qué medida ocultar o no la información, logrando el suspenso justo para desarrollar la historia. Esta narración, consciente de los gestos colocados en tiempo y forma, permite así que no sea necesario conocer el trasfondo completo de los hechos que se presentan. El lector ingresa a un relato en curso, siguiendo de cerca las emociones que transmiten los personajes, acompañándolos en la incertidumbre o el temor a lo desconocido.
A su vez, el libro se encuentra dividido en dos partes: Umbrales y Morir en la víspera. En la primera, predomina lo fantástico y, como su nombre lo indica, un pasaje entre mundos. Es allí donde se observa una complicidad específica, en donde, si bien el personaje puede no comprender bien lo que sucede, incorpora lo extraño al curso de la historia permitiendo al lector asimilar lo que sucede con naturalidad. En la segunda parte, la fatalidad se encuentra siempre presente como una posibilidad, ya sea explícita o sugerida, que estremece a medida que se avanza en el relato.
«Martín Cascante pasa su prosa afilada sobre la superficie de las cosas y encuentra grietas inquietantes», dice Ana María Shua en la contratapa. Esa es precisamente la premisa de la que parte el libro: la búsqueda de algo oscuro que se asoma en el borde de lo normal, en una dimensión que no es nuestra pero que el autor hace sentir como propia, dejando preguntas en cada final.
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