El domingo 20 de mayo se llevó a cabo la función de prensa de Papaíto Piernas Largas, el clásico musical de John Caird y Paul Gordon dirigido por Lía Jelin (Toc Toc) junto a su hijo Matías Strafe, y protagonizado por una dupla de excelencia dentro del género: Juan Rodó y Ángeles Díaz Colodrero. La Primera Piedra estuvo ahí y trae esta crítica. La obra puede verse los sábados a las 21 hs. y los domingos a las 20 hs. en la sala Enrique Muiño del Centro Cultural General San Martín.
Papaíto Piernas Largas es, tal como expresó su directora al final de la función de prensa, «una obra un poco fuera de época». Se trata de una pieza que sintetiza algo del espíritu de las hermanas Brontë, de Jane Austen o Thomas Hardy, y parte de su atractivo está asociado a esa extranjería epocal. El trabajo con aquellos viejos imaginarios a través de una actualización conduce indefectiblemente a nuevos sentidos y potencias.
Jerusha Abbott (Ángeles Díaz Colodrero) es la huérfana más antigua del Hogar de John Grier, pero su suerte cambia el día en el que un misterioso benefactor (Juan Rodó) decide financiar su educación universitaria para que pueda convertirse en una escritora de renombre. La única condición para sostener ese subsidio económico consiste en la escritura mensual de una carta con el relato de sus avances en el campus británico.
La calidad vocal e interpretativa de Rodó y Díaz Colodrero son dignas de destacar y muy conocidas en el mundillo del musical. La propuesta de Jelin cuenta, además, con música en vivo a cargo de Santiago Rosso y una gran cuota de humor sustentado en el histrionismo de los intérpretes, muy bien explotado en las escenas dialogadas.
Desde el inicio se establece también el sentido unidireccional de esa comunicación que, paradójicamente, no contempla ninguna posibilidad de respuesta. Frente a este escenario, Jerusha bautiza a su benefactor como «Papaíto Piernas Largas» porque no conoce su verdadero nombre y apenas ha logrado vislumbrar su esbelta sombra yéndose del orfanato. Afortunadamente, el Señor Caridad quebranta sus propias reglas, y así comienza el intercambio postal.
Las cartas de Jerusha configuran el relato de emancipación de una joven ingenua que sabe bastante poco de la vida y sus desventuras. Paso a paso intentará romper los grilletes que la mantienen cautiva y -al mismo tiempo- protegida de las carencias del mundo. En las anécdotas de Jerusha aparecen otros personajes: sus amigas Sally McBride y Julia Pendleton, Jimmy (hermano de Sally) y Jervis (el joven tío de Julia). La protagonista iniciará una relación con el tal Jervis, y el conflicto en torno a la identidad de su benefactor tomará nuevos rumbos.
La historia está narrada en formato epistolar y sus dos protagonistas permanecen todo el tiempo en escena, lo cual supone una gran exigencia artística. La calidad vocal e interpretativa de Rodó y Díaz Colodrero son dignas de destacar y muy conocidas en el mundillo del musical. La propuesta de Jelin cuenta, además, con música en vivo a cargo de Santiago Rosso y una gran cuota de humor sustentado en el histrionismo de los intérpretes, muy bien explotado en las escenas dialogadas. Ambos demuestran gran ductilidad para jugar con los registros y la coloratura de sus voces, y mucha destreza a la hora de incorporar recursos gestuales y corporales a su performance.
Otro punto fuerte de la propuesta es el diseño lumínico en manos de Matías Canony y Mario Gómez, que destaca la escenografía ideada por Vanesa Abramovich y los diferentes climas emotivos por los que atraviesan ambos personajes. Una inmensa biblioteca, un escritorio, una máquina de escribir, algunos baúles dispersos por el espacio, un perchero, un par de ventanas y dos voces increíbles bastan para crear esta atmósfera decimonónica y sumergir al espectador en un mágico relato epistolar.