Las situaciones de violencia hacia cualquier disidencia sexual son cotidianas, aún en la actualidad. En el marco del Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, y a pesar de las conquistas arrancadas por la comunidad LGBTIQ año tras año, los ataques de odio se replican en una sociedad que se mantiene bajo parámetros patriarcales y heteronormativos. Joe Lamonge y Sofía del Valle representan los ejemplos más cercanos en el tiempo para dar cuenta del amparo y la condena social a la diversidad de género y sexual. (Foto: China Diaz)
Hace unos días, Joe Lemonge, un joven trans, fue condenado a prisión por “tentativa de homicidio” luego de que en 2016 se defendiera de un ataque transfóbico en el que un grupo de varones entró a su casa afirmando: “A la gente como vos hay que matarla”. Eso fue en Santa Elena, provincia de Entre Ríos, y su caso recuerda al de Higui, quién estuvo detenida por siete meses luego de que intentaran violarla y ella se defendiera en Bella Vista, provincia de Buenos Aires.
(Leer nota: El caso de Joe Lemonge: criminalizado por ser varón trans)
En Almagro, ciudad de Buenos Aires, Sofía del Valle, trabajadora de FM La Tribu fue atacada por tercera vez por un grupo de hombres por ser lesbiana. «No queremos raritos en el barrio», fue alguna de las expresiones que escuchó mientras la arrastraban para golpearla. El último ataque fue el jueves 22 de marzo, a la salida del subte línea B estación Ángel Gallardo, a las 18.30, una zona multitudinariamente transitada a esa hora.
En septiembre y octubre de 2017 habían ocurrido los primeros ataques. En marzo, por tercera vez, Sofía fue víctima de la violencia machista, homofóbica y de odio a la diversidad sexual. Estos hechos violentos se dieron siempre por el mismo grupo de varones. Sin embargo, la investigación no avanzó ni los distintos episodios se encuentran unificados en el mismo expediente mientras tanto los agresores siguen conviviendo en el mismo barrio.
Ambos episodios se ven emparejados por defenderse de un ataque provocado contra su disidencia de género y sexual: identificarse, como trans o lesbiana, una elección que difiere con la hegemónica. Ambos ataques se igualan en el rol correctivo que tendría, por un lado, la violación, y, por otro, el asesinato a la diversidad. En estos términos, todo lo que no entra bajo los parámetros de la heteronorma debe ser eliminado o, en todo caso, corregido.
(Leer nota: “Te hace falta una buena pija”: las violaciones “correctivas”)
Estas situaciones se replican con múltiples aristas en distintos lugares y se amparan en una sociedad regida por la heteronorma que es acompañada de un sistema judicial que condena la disidencia. Así se vivió en el juicio de Joe Lemonge, proceso en el que nunca fue respetada su identidad de género y sexual, y así se repite en los múltiples casos que condenan a las víctimas de los ataques de odio y la violencia transfóbica (u homofóbica). También, esto se repite al no investigar los ataques sufridos por Sofía del Valle como una cadena de ataques lesbofóbicos.
Estos ataques que se repiten de distintas formas, con diferentes protagonistas y variados responsables es producto de un sistema que sigue evidenciando una heteronormatividad obligatoria. Sea mediante los poderes del Estado o grupos de la sociedad, esa violencia se repite en cualquier espacio y ámbito contra los cuerpos que eligen diferir a la norma a la que son condenados.
Estos hechos responden a ataques de odio a cualquier tipo de diversidad que se enfrente a las normas hegemónicas sobre el ser y el placer sexual pero también a quién se enfrente a lo naturalizado de forma binaria. Mediante el miedo o estas «correcciones» buscan volver a un orden construido como natural, sin embargo, los logros de toda la comunidad LGBTIQ están lejos de retroceder y, como señala el evento a realizar este jueves 17 de mayo a las 18 horas en la estación Angel Gallardo, al closet no se vuelve nunca más.