Los poemas que integran El psicólogo de Dios (Kintsugi Editora, 2018) de Jotaele Andrade muestran una poética que se hace fuerte en el largo aliento y los versos certeros, como si la longitud de cada poema fuera una forma de acumular imágenes inquietantes. Dueño de un lirismo concreto y desafiante, el autor despliega en este libro una manera de decir propia ante una realidad trágicamente compartida.
Sobre el autor
Jotaele Andrade nació en La Plata en 1974. Publicó El salto de los antílopes, El oleaje del mundo, Elefantes con anteojos, La mano del verdugo, Los metales terrestres y La rosa orgiástica. Promueve el Festival Internacional de Literatura y Acampada poética en la ciudad de Azul.
La importancia del largo aliento
Provocar puede ser una misión difícil en el mundo actual donde cada producto parece hecho especialmente para estimularnos. La poesía del siglo XXI, quizás, tiene que replantearse aún más ese factor: ¿cómo interpelar cuando todo el tiempo estamos siendo interpelado? Una posible respuesta es aprovechando la riqueza de los recursos propios y eso es algo que puede verse con claridad en El psicólogo de Dios (Kintsugi Editora, 2018) de Jotaele Andrade.
A través de siete poemas extensos, el autor despliega una poética del largo aliento que se nutre de versos certeros y agudos, una suerte de lirismo perimetrado que sabe aprovechar los espacios reducidos para lograr la que tal vez sea la misión máxima de este libro: inquietar al lector, impactarlo. En ese sentido, se lee: «¿qué otra cosa es una vida/ -me pregunté/ si no ir contra una luz que nos desgasta/ o acariciar un pájaro/ hasta matarlo»; también: «no hay trenes por estas vías muertas/ pero yo veo trenes/ a toda velocidad/ a toda marcha».
En esa misma dirección, se podría pensar que el lector ideal de El psicólogo de Dios es alguien que viva la poesía con la misma intensidad con la que se carga un tumor de por vida. En el caso del género literario, la línea divisoria entre lo benigno y lo maligno parece mucho menos clara. En una suerte de ars poética, se lee en «Un éxito», segundo poema del libro: «deseo por dos o tres palabras que comenzaba a repetir/ a hacerlas chocar entre sí/ a buscarle la cifra escondida/ el sonido/ la imagen/ la esencia donde la palabra misma de sí de desprende».
El desprendimiento, justamente, parece ser una piedra fundamental en la poética de Andrade: lo que se forma, deforma, reforma y reconstruye constantemente ante los ojos de un poeta que apenas puede lidiar con su propia existencia. Escribe el autor: «mi memoria como una inmensa soledad/ cuando sea la noche/ interminable».
Por último, cabe destacar la variedad de recursos de los que Andrade echa mano en El psicólogo de Dios. Tal como señala Valeria Pariso en el prólogo, una diversidad de tonos y ritmos, donde los registros coquetean con el humor y el análisis crítico, engordan los poemas de este libro que demuestra la importancia del largo aliento en momentos donde lo efímero reina en casi todo lo que nos rodea.
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