A fines de noviembre, el Gobierno de la Ciudad anunciaba el lanzamiento de una aplicación para celulares desde la cual los vecinos iban a poder denunciar las infracciones de tránsito que veían en la vía pública. La curiosa app se llama Denuncia Vial, es gratuita y apunta, especialmente, a los casos de autos mal estacionados, ya que es lo que resulta más sencillo denunciar con una simple imagen.
La noticia pasó sin pena ni gloria: no generó grandes debates ni nada del otro mundo. Sin embargo, fue recibida como algo positivo por muchas personas. En una ciudad cada vez más atestada de gente y de autos, año a año se hace más difícil encontrar buenos lugares para estacionar, y ante esta situación, muchos optan por dejar el auto donde no se debe: esquinas, avenidas, entradas de garaje, ni hablar en la mano izquierda de las calles. Dadas así las cosas, suena lógico que aquellos que respetan las normas sientan enojo al ver como cada vez es más fácil encontrar autos estacionados en cualquier parte. La aplicación, entonces, fue vista como una suerte de pequeña revancha: ahora, por lo menos, se podía denunciar a los que hacían lo que querían.
De hecho, a principios de noviembre en el barrio de Palermo, un hombre atacó con un hacha a un auto que se había estacionado en su garaje. Se trata de un caso extremo, y más allá del circo mediático que generó, es significativo: muchos pensaron que estaba haciendo justicia.
Para empezar, ¿cómo funciona Denuncia Vial? Como indicó el diario Clarín el día 28 de noviembre, para realizar la denuncia uno primero debe registrarse con los datos personales en la página del Gobierno de la Ciudad. Luego, se inicia el trámite enviando la foto de la infracción, el número de la patente del vehículo y unas palabras explicando lo que está mal y el lugar exacto donde fue tomada esa foto.
Esta información es recibida por los controladores de tránsito, quienes comprobarán si hay una infracción y harán la multa. Por supuesto, la Ciudad afirma que nunca se revela la identidad de quien hizo la denuncia.
En La Primera Piedra, como habitualmente hacemos, quisimos parar la pelota y pensar un poco el hecho. Si fuéramos inocentes, podríamos pensar que se trata, curiosamente, de una situación casi revolucionaria. En una sociedad liberada del yugo de la opresión y todas esas cosas, el pueblo se controlaría a sí mismo. No hace falta el Estado ni tampoco su aparato represor, la Policía. Llegamos a una maduración tal que, como comunidad, entendemos que lo mejor es estacionar bien, para no joder a los otros.
Querido lector, le pido que no cierre la ventana: esto no es más que un chiste. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires necesita recaudar, y las multas de tránsito siempre resultan una opción viable. Es cierto, generan malestar y muchas nunca se pagan, pero parece justo que si se necesita, se junte plata por ese lado. Ahora bien, toda política pública es, entre otras cosas, un mensaje. Y en esta situación tenemos uno muy claro: el Gobierno quiere hacer más multas, pero no tiene suficientes efectivos policiales para hacerlas. Entonces, la ecuación parece sencilla: los que habitualmente se indignan con las infracciones de los otros ahora pueden hacer algo para sacarse la bronca y, ya que están, nos dan una mano, piensan los cráneos del PRO. Pagarle a más policías para que hagan más multas y haya más recaudación no es lógico, ya que habría menos ganancia. Entonces, la operación es casi macabra: todos somos potenciales policías. El Estado tiene el monopolio de la fuerza, y está bien que así sea. Pero entonces, no debería pedir que controlen por él. Y está bien, es probable que muchos habituales infractores de tránsito lo piensen dos veces antes de estacionar mal. Es que no importa si hay policías o no, porque todos son canas potenciales.
Finalmente, es imposible que no haya problemas entre vecinos. Más allá de la confidencialidad de la denuncia, lamentablemente la ciudad está llena de vecinos que se llevan mal. Y si la multa cae sobre alguien, éste puede tranquilamente sospechar del “wacho de al lado”. En definitiva, en una sociedad donde hay muchas personas poco tolerantes, parece ser una nueva excusa para agarrarse a piñas.
Lejos de la comunidad que se autocontrola y lucha por el bien común, la aplicación Denuncia Vial se aprovecha de una indignación lógica ante la falta de respeto por la ley. Y esto en el marco de una Ciudad que crece, donde cada vez hay más autos y, por consiguiente, menos lugar para estacionar. Que el Estado facilite las denuncias entre individuos con el objetivo de recaudar sin moverse mucho, por más que se trate sólo una multa de tránsito, es una operación simbólicamente pesada. Es que no somos todos policías.