¿Cómo definir la última producción de Eric Lartigau? La familia Bélier es una película francesa, y esto no es un detalle menor. Como la gran mayoría de producciones europeas, tiene cierto aura que la distingue de esa pila de films serializados que tan acostumbrados estamos a ver por acá (consideremos que un gran porcentaje proviene de los Estados Unidos, y Hollywood no suele desprenderse fácilmente de las “fórmulas del éxito taquillero”). Aún así, se trata de una historia no demasiado original. ¿Drama, comedia? Difícil encasillarla. Diría que es –sobre todo– una película para emocionar: podrán reír y llorar al mismo tiempo (si van dispuestos a ello). El pequeño hallazgo de este film no es la historia en sí misma sino la calidez que destilan sus personajes; a lo largo de la película nos vamos encariñando con ellos hasta sentirlos cercanos.
El eje del relato es Paula Bélier (Louane Emera), una joven de 16 años nacida y criada en el seno de una familia de sordomudos: su madre (Karin Viard), su padre (François Damiens) y su hermano menor (Luca Gelberg) sólo pueden comunicarse a través del lenguaje de señas, y es ella quien actúa como intérprete e intermediaria con el mundo exterior para que la granja familiar marche sin problemas. Pero Paula también es, de algún modo, la oveja negra de la familia, y pese a que ellos dependen constantemente de su intervención y la valoran por ello, muchas veces parece sentir culpa por haber tenido la ¿fortuna o desgracia? de ser distinta. La historia se enfoca en el período transicional de su vida, en ese momento en el cual deja de ser una niña para ingresar en el mundo adulto (aunque por la cantidad de responsabilidades que lleva sobre sus espaldas, uno podría suponer que eso ha ocurrido hace tiempo).
Mientras el padre descubre una insólita vocación política que lo lleva a postularse como candidato para convertirse en el próximo alcalde del pueblo (tarea nada sencilla para alguien con sus cualidades), la hija descubre a la par su vocación artística. Gracias a un taller de canto extracurricular en el que Paula y su amiga Mathilde (Roxane Duran) se anotan con más voluntad lúdica que compromiso artístico, el profesor Thomasson (Eric Elmosnino) descubre en Paula un singular don para el canto. A partir de ese momento, su historia dará un giro inesperado y tendrá que repartir su tiempo entre ayudar a su familia con la campaña electoral y asistir paralelamente a las clases particulares de canto con Thomasson, quien le ha propuesto participar de las audiciones para formar parte del Coro de Radio France. Paula deberá aprender no sólo a gestionar problemas familiares como una adulta hecha y derecha, sino también a luchar por sus sueños como la más crédula de las niñas. Para cumplir ese sueño deberá viajar a París, y cuando por fin logra comunicar esto a la familia, ellos interpretan su decisión como un abandono, como una verdadera traición; les cuesta entender que quiera desprenderse del seno materno y aspirar a otras cosas, no logran concebir que Paula tenga su propia vida más allá de las fronteras de la granja familiar. No son egoístas, pero tienen temor de que les quiten el habla otra vez.
La película no narra una gran historia, pero sí un modesto relato perfectamente creíble que aborda el tránsito de una joven desde la dependencia familiar (porque en cierto modo ella depende de su familia tanto como ellos) hacia la autonomía personal; nos hace reflexionar acerca de la otredad y de lo que significa ser distinto, aún cuando esto implicaría tener una ventaja sobre el resto. El film nos habla también de la comunicación, de lo difícil que resulta entendernos a veces (y bien sabemos que para tener un desacuerdo ni siquiera hace falta hablar lenguajes diferentes; con un mal gesto basta).
Otra característica para destacar es el naturalismo en la actuación de Louane Emera, considerando que no proviene de esta disciplina sino del canto. Cuenta la protagonista en una entrevista: «Antes de conocer a Eric Lartigau, nunca me vi como una actriz. Mi formación es en música, canto más que nada y nunca había pensado en la actuación. […] Estaba muy tensa porque era algo completamente loco para mí. ¡Hacer una audición para una película con sólo 16! No te dan este tipo de oportunidades todos los días cuando eres una chica del norte de Francia».
La calidez del film está matizada por las canciones del repertorio de Michel Sardou, que juegan un rol fundamental en el relato y –sobre todo– en la relación entre el Sr. Thomasson y Paula. Y este es el otro gran acierto del casting. Eric Elmosnino, actor prolífico en Francia si los hay, logra componer –a mi criterio– el mejor personaje del film: un profesor de música frustrado (como tantos) que transita los finos bordes entre el humor irónico y la erudición más solemne. Con la gracia de un Roberto Benigni en versión francoparlante, Elmosnino ilumina la película en cada una de sus apariciones y construye un personaje verdaderamente querible.
La familia Bélier es, finalmente, una película que nos habla de los valores y la unión familiar, ideal para ir a ver en tiempos festivos como estos. Cierro con una linda frase de Louane: «Si Paula Bélier existió realmente, me gustaría que fuese mi mejor amiga».
FICHA TÉCNICA
Título: La familia Bélier
Título original: La famille Bélier
País: Francia
Productora: Jerico, Mars Films, France 2 Cinéma
Director: Eric Lartigau
Guión: Victoria Bedos, Thomas Bidegain
Reparto: Karin Viard, François Damiens, Éric Elmosnino, Louane Emera