La espada de pasto (Rara Avis, 2017) de Ignacio Bartonole es el libro elegido por esa nueva editorial para lanzarse, y es una apuesta arriesgada: un volumen que une tres obras de teatro. Pero el teatro también se puede leer, y así lo demuestra Rara Avis con su propuesta. Tribus caníbales de la llanura pampeana que se comen a los conquistadores, un gaucho gay y una recreación libre del mito de la Difunta Correa forman parte de este libre.
Por Tamara Grosso*
Sobre el autor
Ignacio Bartolone nació en Buenos Aires en 1984. Es dramaturgo y director egresado de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático. Se formó en los talleres de Mauricio Kartún, Alejandro Tantanian y Alejandro Acobino, entre otros. Su primera obra, Turbia, se estrenó en 2011. Escribió y dirigió, entre otras, las obras Piedra sentada, pata corrida (2013), La piel del poema (2014) y La madre del desierto (2017), que la editorial Rara Avis compiló en el libro La espada de pasto.
El teatro también se lee
Espada de pasto de Ignacio Bartolone (Rara Avis, 2017) es el primer libro de esta nueva editorial, y una apuesta muy interesante. Se trata de una recopilación de tres obras de teatro del autor, que fueron escritas y dirigidas por él entre 2013 y 2017, y ahora buscan un nuevo público en otro formato, el del libro. Estamos acostumbrados a que el teatro o la dramaturgia sea un género para ir a ver más que para leer, así que publicar las obras de un dramaturgo contemporáneo y joven es toda una novedad.
Por otro lado, si el libro en sí ya es una apuesta original y arriesgada, cada una de las tres obras que lo componen también lo es. Piedra sentada, pata corrida (2013), La piel del poema (2014) y La madre del desierto (2017) son tres piezas dramáticas sumamente creativas, que exploran personajes que pueden catalogarse como salidos de la marginalidad de la literatura: en la primera, los miembros de la tribu Lechiguangua, en decadencia durante la «conquista al desierto». En la segunda, un gaucho gay y un policía poeta. En la última, la difunta correa, madre que amamanta a su hijo, en una versión libre del mito.
La originalidad de las tres obras no tiene que ver solo con el argumento, sino también con el modo de contar de Bartolone. El autor se mueve entre el género dramático, el narrativo y la poesía, con una soltura que hace que las obras puedan disfrutarse muy bien como lecturas. La piel del poema, por ejemplo, puede leerse en interacción con obras poéticas como La piel del caballo de Ricardo Zelarrayán, como bien señala Mario Tenconi Blanco en el prólogo.
La interacción con el género poético aparece cada vez que el personaje del policía, que intenta escribir poesía siguiendo las instrucciones en cassette de una audioguía, crea poemas como este: «Yo hago policía. / Yo hago policía para que el lenguaje brille. / Hago policía para hacer sonar fuerte la pequeña voz del mundo».
Las tres obras, que pueden disfrutarse por separado, forman en conjunto un volumen en el que cada una es una pieza necesaria para adentrarse en la dramaturgia de este autor. El libro puede ser disfrutado tanto por quienes están acostumbrados a leer o ver teatro, como por quienes no, porque si algo demuestra La Espada de Pasto, es que el teatro también se puede leer.