¿Por qué es el Día de la Mujer y por qué paramos?

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Si bien el 8 de marzo cobró una fuerza totalmente renovada a partir del primer Paro Internacional de Mujeres en 2017, siempre fue una jornada representativa de las luchas colectivas por la igualdad de género y los derechos relegados al interior de la cultura patriarcal. ¿Cuál es la historia del Día de la Mujer? ¿Qué implica organizar un paro a nivel mundial en esta fecha? (Foto: Mar Garrote Cortínez)



Incluso antes de convertirse en el día del Paro Internacional de Mujeres y adquirir una articulación global que resignificó la jornada, el 8 de marzo fue históricamente un símbolo de lucha por la equidad de género. Detrás de los usos comerciales y los estereotipos que durante mucho tiempo inundaron las publicidades en alusión a la fecha, existe una genealogía marcada por el reclamo de derechos al interior de una cultura machista y patriarcal. Fue institucionalizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1975, en ocasión del Año Internacional de la Mujer, momento en el que, por primera vez, se definió un plan de acción mundial previsto para la siguiente década, que abarcó directrices para eliminar las discriminaciones contra la mujer y promover la igualdad.

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Incluso antes de convertirse en el día del Paro Internacional de Mujeres y adquirir una articulación global que resignificó la jornada, el 8 de marzo fue históricamente un símbolo de lucha por la equidad de género.

Sin embargo, los orígenes del 8 de marzo se remiten a luchas de trabajadoras de la industria textil en Estados Unidos, ocurridas alrededor de la fecha hacia fines del siglo XIX y principios del XX. En 1857, trabajadoras de la compañía Lower East Side, de la ciudad de Nueva York, organizaron una manifestación frente a las pésimas condiciones laborales, que incluían jornadas de 12 horas y salarios míseros, menores a los que percibían los hombres. La respuesta fue la represión por parte de la policía. Otras de las huelgas que tuvo amplia repercusión ocurrió en 1909, año en que comenzó el denominado «Levantamiento de las 20.000» con el paro de mujeres trabajadoras en una fábrica de camisas, que culminó con la firma del «Protocolo de paz». En el documento, varias empresas contemplaron la reducción de la jornada, vacaciones pagas, negociaciones salariales y equidad en las remuneraciones respecto de los varones.



Pero lo que marcó la conmemoración del Día de la Mujer fue lo sucedido el 25 de marzo de 1911, en la fábrica Triangle Shirtwaist, también ubicada en la ciudad de Nueva York. Ese día, las trabajadoras, en su mayoría inmigrantes italianas y judías decidieron iniciar una huelga para exigir mejores condiciones laborales. Los dueños cerraron las puertas y bloquearon el acceso a las escaleras, lo que dejó a las mujeres sin salida cuando una colilla de cigarrillo originó un incendio que terminó con la vida de 146 de ellas. El hecho es considerado el desastre industrial con más víctimas mortales en la historia de la ciudad de Nueva York y el cuarto en el número de muertes de un siniestro industrial en la historia de los Estados Unidos. Fue también el detonante para la creación del Sindicato Internacional de Mujeres Trabajadoras Textiles, que llevó adelante una lucha por mejorar la situación laboral.

Pero lo que marcó la conmemoración del Día de la Mujer fue lo sucedido el 25 de marzo de 1911, en la fábrica Triangle Shirtwaist, también ubicada en la ciudad de Nueva York. Ese día, las trabajadoras, en su mayoría inmigrantes italianas y judías decidieron iniciar una huelga para exigir mejores condiciones laborales.

En los años subsiguientes los movimientos de mujeres se fueron desarrollando en distintas partes del mundo y la jornada fue cobrando una relevancia particular. El Día de la Mujer tuvo lugar como tal por primera vez el 19 de marzo de 1911, con múltiples marchas en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, conmemorando un levantamiento ocurrido en Prusia en esa fecha y reclamando el derecho a voto, la igualdad de oportunidades para ejercer cargos públicos, la formación profesional y el derecho al trabajo. El 8 de marzo de 1914, se realizaron manifestaciones de mujeres en varios países de Europa para protestar contra la Primera Guerra Mundial y por el derecho al sufragio femenino.


Foto: China Díaz


Así como sucede en el resto del mundo, en Argentina hay una larga historia de luchas colectivas alrededor de los derechos de las mujeres y que, con el tiempo, logró numerosos avances, como la regulación laboral, voto femenino, la patria potestad compartida, el divorcio vincular, ley de cupo, ley contra la violencia familiar, la de protección integral, y muchas otras conquistas que requirieron del esfuerzo permanente de los movimientos feministas por hacerse escuchar. Para un sector de la sociedad – que alcanzó hoy convocatorias masivas y hasta hace un tiempo inesperadas – el 8 de marzo fue siempre una fecha para combatir la violencia de género en todas sus formas y no un motivo para dar «felicitaciones» o una excusa para comprar regalos, algo que nada tiene que ver con la esencia de la jornada.

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El paro internacional le dio al día fuerzas renovadas para visibilizar las opresiones a las que están sujetas las mujeres solo por el hecho de serlo. La simultaneidad de una convocatoria tan potente en alrededor de 60 países del mundo demuestra la fuerza política con la que miles de mujeres llevan adelante sus reclamos como resultado de una acumulación de consciencias, de un proceso histórico que les permitió, de a poco, dejar ese papel pasivo al que la sociedad las relegó, para quebrar las estructuras y exigir los derechos que les corresponden.

Apropiarse del paro como herramienta no es casual. Es una forma de evidenciar el peso de las mujeres en un sistema económico que las excluye y del que soportan la peor parte. Es salir a las calles para gritar y romper los mandatos que el machismo les impone género, para defender la identidad y el deseo frente a una cultura que las quiere sumisas.

Apropiarse del paro como herramienta no es casual. Es una forma de evidenciar el peso de las mujeres en un sistema económico que las excluye y del que soportan la peor parte. Es salir a las calles para gritar y romper los mandatos que el machismo impone al género, para defender la identidad y el deseo frente a una cultura que las quiere sumisas. Es exigir al Estado que asuma su responsabilidad ante la brecha salarial, los femicidios, travesticidios, transicidios, los abusos, los abortos clandestinos y toda forma de violencia patriarcal. Es, en definitiva, un acto político en el que la palabra de las mujeres se revaloriza, cobra un nuevo impulso, sale a las calles y se multiplica para asegurarse de no volver a ser silenciada jamás. 


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