La Casa de Papel, la serie española producida por Atresmedia y Vancouver Producciones y difundida por Netflix, escaló posiciones hasta alcanzar una popularidad inesperada. Sin embargo, el reconocimiento no debe ocultar un detalle fundamental para el momento que atraviesa Argentina: los errores y prejuicios que rodean a la representación del aborto en la ficción.
En las últimas semanas, La Casa de Papel ganó rápidamente popularidad hasta convertirse en una de las series más vistas de esta temporada de verano. La ficción española, producida por Atresmedia y Vancouver Producciones, alcanzó reconocimiento internacional de la mano de Netflix, que permitió también su difusión a países de habla no hispana bajo el nombre de Money Heist. Desde su llegada a la plataforma digital, se mantiene como una de las principales tendencias en todo el mundo, llegando a encabezar los principales puestos entre los rankings más reconocidos y obteniendo múltiples premios y nominaciones.
El éxito de La Casa de Papel no debe impedir que se pase por alto un detalle importante – en especial para los tiempos que corren en Argentina -: el aborto y su tratamiento en la pantalla chica.
Sin embargo, el éxito no debe impedir que se pase por alto un detalle importante – en especial para los tiempos que corren en Argentina -: el aborto y su tratamiento en la pantalla chica. Entre las historias que se entrecruzan con el asalto a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, se encuentra la de Mónica Gaztambide, quien, al inicio de la serie, descubre que está embarazada de Arturo Román, su jefe y director del establecimiento, con quien mantenía una relación secreta. Él rechaza la noticia, por lo que Mónica decide interrumpir su embarazo y, cuando es tomada como rehén por los protagonistas, solicita una pastilla abortiva para hacerlo lo más pronto posible. Al poco tiempo, la policía envía un blister con una pequeña píldora blanca.
Ya sea intencionalmente o por error, la escena comete una omisión grave, particularmente si se tiene en cuenta la amplitud y diversidad de una audiencia que, dependiendo del contexto, posee distintos niveles de información respecto del aborto. Como mencionamos anteriormente en La Primera Piedra, para interrumpir un embarazo de forma efectiva por la vía farmacológica, son necesarias varias dosis de pastillas o una combinación de dos medicamentos distintos, dependiendo del método que se elija. Para realizar el proceso con misoprostol – comercializado en Argentina bajo el nombre de Oxaprost -son necesarias 12 pastillas que se toman en tres dosis, por vía sublingual o vaginal.
En España, donde el aborto es legal desde el año 2010, los protocolos oficiales establecen, siguiendo los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que el aborto farmacológico se realiza mediante una dosis de mifepristona y, luego de transcurridas 24 a 48 horas, misoprostol, en una o varias dosis de 400 a 800 µg.
Las investigaciones médicas demostraron que la eficacia del procedimiento es mucho mayor cuando se combina con la administración de Mifepristona, otro compuesto con propiedades similares. De hecho, en España, donde el aborto es legal desde el año 2010, los protocolos oficiales establecen, siguiendo los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que el aborto farmacológico se realiza mediante una dosis de mifepristona y, luego de transcurridas 24 a 48 horas, misoprostol, en una o varias dosis de 400 a 800 µg. Esa es la vía que los profesionales del sistema de salud público y privado suministran a las mujeres, de acuerdo a la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo (ACAI) y a la Sociedad Española de Contracepción.
(Leer nota relacionada: ¿Qué es el misoprostol?)
En todos los casos, se requiere más de una pastilla para completar el proceso de la forma más efectiva posible y reducir así las posibilidades de un aborto incompleto – en cuyo caso debe tratarse mediante intervención quirúrgica – ¿Por qué entonces vemos a Mónica Gaztambide con un solo comprimido? ¿Cuáles son las razones para no representar un aborto de forma realista en la ficción? Acá es donde se introduce un giro en la historia del personaje: Denver, uno de los miembros de la banda que asalta la fábrica intenta disuadirla para que siga adelante un su embarazo. Le ofrece dinero, le dice que no hay nada mejor que el cariño de un hijo, que ningún otro plan podría ser tan bueno en comparación. «¿Qué haces tú que sea tan loco que no puedas hacer con un niño?», le cuestiona. Otro de los protagonistas los interrumpe y pregunta qué pasa. «El aborto es una cosa privada, ¿no? Las mujeres deciden pero no delante de todo el mundo», termina Denver.
En todos los casos, se requiere más de una pastilla para completar el proceso de la forma más efectiva posible y reducir así las posibilidades de un aborto incompleto. ¿Cuáles son las razones para no representar un aborto de forma realista en la ficción?
La legalización del aborto es una necesidad fundamental en materia de salud pública y un reclamo urgente en Argentina y en la gran mayoría de los países latinoamericanos en donde las mujeres aún son criminalizadas por decidir sobre su propio cuerpo. Pero los valores religiosos continúan pisando fuerte incluso en aquellos lugares en los que el Estado ha dado respuestas concretas a los movimientos feministas. La interrupción del embarazo encuentra la resistencia de los sectores conservadores que no pierden oportunidad para obstaculizar un derecho poniendo sus propias convicciones por encima de la voluntad de la mujer. Eso es lo que sucede por ejemplo con la objeción de conciencia en la que los médicos se pueden amparar para negarse a realizar un aborto, incluso en los países en los que se encuentra plenamente legalizado.
(Leer nota relacionada: La lucha por el aborto en Sudamérica: ¿qué dicen las leyes en cada país?)
El discurso aleccionador que recibe Mónica en La Casa de Papel es parte de esa reacción machista que intenta influir sobre una decisión que pertenece exclusiva y únicamente a las mujeres y que exalta la maternidad como meta última de la vida. «¿Cómo es posible que la mujer pueda tener otros deseos más importantes que el de ser madre?» El mandato de la cultura patriarcal obliga así a una suerte de amor incondicionado que aparentemente debería surgir de forma natural en el momento mismo en que la mujer toma conocimiento de un embarazo. No tiene otra opción que relegar el resto de su vida y sus planes ante una imposición moral, que en ningún momento contempla su elección o su derecho a incidir sobre su propia salud sexual y reproductiva.
El discurso aleccionador que recibe Mónica en La Casa de Papel es parte de esa reacción machista que que intenta influir sobre una decisión que pertenece exclusiva y únicamente a las mujeres y que exalta la maternidad como meta última de la vida.
Una situación similar se puede encontrar en Vis a Vis, otra serie española también producida originalmente para Atresmedia que se desarrolla en una cárcel de mujeres. Cuando la protagonista se entera de su embarazo y en un principio decide abortar, el médico del penal – que además utiliza su posición de poder para abusar de las presas – se niega a conseguirle los medicamentos correspondientes. Para el momento en que finalmente lo consigue por otros medios, se puede ver como se le entrega una única pastilla, sumado además a todas las referencias que, una vez más, dejan de lado la elección de la mujer y sacralizan el embarazo.
(Leer nota relacionada: 5 lugares comunes sobre el aborto que afectan los derechos de las mujeres)
Como sucede con múltiples dimensiones, las formas de representar el aborto en ficción no son ingenuas. Mientras que en Argentina el tema se encuentra completamente invisibilizado, en series como las anteriores podemos encontrar un reflejo de lo que muchas mujeres tienen que atravesar a diario: el hecho de que su inclusión en políticas públicas no implica su integración cohesiva en la sociedad. Pero además, ser inexactos en los métodos para interrumpir un embarazo en series de alcance internacional es desestimar un derecho en algunos lugares adquirido y, por otro lado, tomar con liviandad la situación compleja que atraviesan quienes no reciben información por parte del Estado, en aquellos lugares donde la clandestinidad aún es la norma.