Alejandro Genes Radawski se define a sí mismo como «un teatrero argentino-polaco». Con una obra prolífica que contó con varios estrenos y reestrenos el año pasado (y otros tantos programados para este 2018), se encuentra residiendo en Cracovia a raíz de su actividad como escritor y director. Con varios grados centígrados menos y rodeado de nieve, Alejandro se hizo un tiempo para responder a las preguntas lanzadas a la distancia por La Primera Piedra.
Planes en dos hemisferios
— Tu situación actual podría definirse como «un dramaturgo argentino en Cracovia». ¿Cómo fue que llegaste allá?
—Si se trata de etiquetar, me parece más acertado: “un teatrero argentino polaco”, aunque a muchos polacos les pone nervioso saber que somos iguales y que tengo los mismos derechos que ellos en Polonia. La primera vez que vine a Cracovia fue en 2015 luego de ganar la beca para escritores polacos que otorga International Visegrad Fund. Ahí me quedé un año.
— ¿Qué proyectos estás desarrollando en Europa y cuáles dejaste germinando acá?
— Ahora mismo estoy escribiendo mi primera novela, un gran desafío que me tiene ocupado la mayor parte del día. Luego, acá en Cracovia seguirá en cartel Dom Bernardy A, mi versión de La casa de Bernarda Alba. Después tengo pendientes algunos proyectos, entre ellos ir a dirigir a Varsovia y a Roma; y en Argentina tengo cinco obras teatrales para este 2018. Como reponer Ferdydurke que en octubre viene a Polonia al Festival Internacional Gombrowicz, con sede en la ciudad de Radom.
— Estrenaste tu versión de Bernarda Alba con elenco polaco. ¿Cómo fue esa experiencia?
— Si, en el elenco tengo a la gran actriz Ewa Kolasińska (Bernarda), perteneciente al elenco estable; ella tiene una trayectoria dantesca. Ewa es una actriz hermosa, con una expresividad quirúrgica; su cuerpo vibra en el escenario y el público se estremece.
— ¿Por qué la primera función fue «un desastre» (en tus propias palabras) y cómo repuntó la segunda?
— Sólo repuntó la segunda: las tres siguientes fueron una peor que la otra. Dije que el estreno fue un desastre porque hacer Lorca sin emociones es completamente absurdo, es un atentado contra el teatro porque convierte a la obra en algo totalmente naif, muy cerca de la lectura dramatizada. Paradójicamente, en ciertos círculos del teatro polaco está instalada una fuerte corriente snob, es decir, hacerse los ocurrentes con paparruchadas sobre el escenario.
2017 fue un gran año teatral. Creo fuertemente en la hipótesis de que cuando hay problemas políticos y sociales es cuando uno más tiene que producir, creo en la superproducción como forma de protesta, porque es cuando más peligra la diversidad y la cultura. Pienso el teatro como un lugar de resistencia, como un canal de lucha expresiva.
— ¿Qué se necesita desplegar sobre el escenario para que ocurra el auténtico hecho teatral?
— Pienso que el campo emocional es un circuito de extraordinario y directo intercambio. No se trata de llorar, pero sí hay una necesidad de transmitir ciertas energías y tonos con los cuales las situaciones dramáticas se tornan afirmativas, porque si no la actuación se despliega lentamente hacia un borde irónico y distante, donde no aparece el signo afirmativo de la actuación. Sin la verdad y la convicción de lo que se actúa, aparece un “como si” falso: como si fuera vergonzoso estar triste en este país.
Dirigir por Skype y el teatro como resistencia
— Dirigiste simultáneamente varias obras por Skype, ¿cómo fue la dinámica de trabajo en esos casos?
— 2017 fue un gran año teatral. Creo fuertemente en la hipótesis de que cuando hay problemas políticos y sociales es cuando uno más tiene que producir, creo en la superproducción como forma de protesta, porque es cuando más peligra la diversidad y la cultura. Pienso el teatro como un lugar de resistencia, como un canal de lucha expresiva. Por eso mientras dirigía Dom Bernardy A, estaba dirigiendo otras 3 obras por Skype en Buenos Aires; en 2017 hice 10 obras teatrales, 8 como director/autor y otras 2 donde sólo fui autor.
— Buena parte de tu obra fue editada, algo a lo que no acceden muchos dramaturgos porque esta disciplina (inexplicablemente) a veces no es pensada como una rama más de la literatura. ¿Cómo viviste eso y por qué considerás que los editores se sienten atraídos por tus textos?
— Creo que mis obras son muy diferentes unas de otras: busco siempre diferentes temas, formas y estructuras de escritura, y eso para alguien que me lee puede resultar interesante, pero no puedo afirmar que por eso me editen. Por suerte en Argentina he publicado 4 libros que contienen 8 de mis obras teatrales. Y ahora mismo publicaré acá en Polonia un libro (en polaco) con 5 de mis obras.
— El buen teatro no sólo se ve en un escenario; también puede leerse a través de las páginas de un libro. ¿Sos lector asiduo de dramaturgia? ¿Cuáles son tus favoritos y cuáles fueron los primeros autores a los que te acercaste?
— Para mí son dos universos diferentes: uno es el del texto escrito y otro es el del teatro. El primero es netamente de lectura y lo veo emparentado a la literatura. El segundo lo veo como una creación artística donde el texto tiene el mismo valor que una silla, porque lo que importa verdaderamente es lo que hace el director con los lenguajes, cómo los conjuga para crear una obra de teatro. Como director me interesa poner todos los lenguajes en el mismo plano e intervenirlos para alejarme del realismo, o para distanciarme de crear una obra que sea igual a una lectura dramatizada. Empecé por Beckett y seguí por Pinter, podría decir que son mis referentes.
— En relación a tu interés por el mundo del teatro, ¿cómo surgió? ¿Ibas a ver teatro de chico? ¿Lo leías?
— Surgió de rebote. Empecé teatro a los 14 años para conocer chicas; luego me enamoré de él.
Hace más de cinco años que estoy de viaje, voy y vengo, y esto ha nutrido mi proceso creativo. Viajar empezó a ser una necesidad de vital importancia, como si cada ciudad tiñera mi dramaturgia de un tono diferente.
— Algunas de tus obras son adaptaciones de textos ajenos, y muchos de ellos no fueron estrictamente pensados para ser montados sobre un escenario. ¿Cómo te apropiás de esos textos y qué impronta creés que aportás como dramaturgo?
— Todo lo que leo en mi vida (hasta un prospecto médico), lo leo en forma teatral; es inevitable. Por eso me resulta fácil apropiarme de novelas, poemas, cuentos y llevarlos al teatro. Generalmente opero en dos vías: me centro en la trama y en la acción, y luego juego con ese texto literario y hago teatro. Desde la dramaturgia creo que puedo condensar los textos en la acción para que la trama sea más potente. Y como director trabajo de manera más arquitectónica, organizando el espacio técnicamente, buscando ritmos, pulsiones, energías y recursos teatrales.
Los misterios del acto creativo
— ¿Cómo funciona en tu caso el proceso creativo? ¿Qué cosas te inspiran para crear tus propios textos? ¿Cómo aparece la idea y cómo vas tirando de ese hilo hasta que sale y empezás a tejer esa trama?
— Hace más de cinco años que estoy de viaje, voy y vengo, y esto ha nutrido mi proceso creativo. Viajar empezó a ser una necesidad de vital importancia, como si cada ciudad tiñera mi dramaturgia de un tono diferente. Antes de empezar a escribir, siempre pienso en cuál va a ser mi estructura narrativa. Lo esencial es la forma en la que se cuenta la trama; la trama nunca está por delante. El tema de la obra siempre es una excusa. No creo mucho en la inspiración, solo me siento y escribo, borro más de lo que escribo, claro, pero siempre sentado en la silla entre seis y ocho horas por noche. Generalmente escribo hasta las 6 am.
— ¿Qué obra de teatro te hubiese gustado escribir? ¿Alguna que te haya marcado particularmente? ¿Por cuál de tus obras podrías decir que sentís mayor simpatía?
— Una de mis obras preferidas es La última cinta de Krapp de Beckett, me parece una obra maestra. Y de mis obras, creo que me quedo con El alemán que habita en mí: la escribí acá en Cracovia, y tiene mucho de esta hermosa ciudad.
Tenemos unos pobres idiotas que dicen ser periodistas (digo pobres también en su capacidad de libertad); pobres porque están presos de un sistema y deben escribir lo que les ordenan para conservar su trabajo, pobres en cuanto a su forma de operar artera, sucia y corrupta, ligada directamente a la ideología y a los gobiernos de derecha, a la persecución política, al fascismo, a asesinar mediáticamente al que piensa diferente.
— ¿Qué lugar le das a los actores? ¿Has escrito papeles pensando en ciertos intérpretes?
— Me es imposible pensar en los elementos que componen al teatro de manera individual. Mi configuración, mi forma de pensarlo es de manera multidisciplinaria. Es una maquinaria donde todos los elementos deben funcionar a la perfección para que la maquina no fracase. Y no; por ahora no escribí pensando en intérpretes, tal vez algún día.
— En el rol de director, ¿cómo encarás la dirección de actores? ¿Hay diferencias entre dirigir un texto propio y uno ajeno? Si es así, ¿cuáles?
— Como director primero pienso en la estética: son la escenografía y el vestuario los que me definen mucho de lo actoral. Y no, la verdad no encuentro diferencias, ya que no parto del texto para crear.
Rutina en Cracovia y medios corruptos
— Contame brevemente cómo es un día tuyo en Polonia. ¿Qué fue lo más atractivo y lo más difícil a la hora de adaptarte a esa rutina, aún teniendo en cuenta que ya estuviste ahí otras veces?
— Lo que se llama día como conocemos en Argentina, en invierno acá no existe. Hace meses que no veo el cielo azul, que no veo el sol. Se hace de noche a las 15.30… 16 hs… hay mucha nieve y esto es algo que me gusta porque amo el frio. Hace algún tiempo salteo los veranos entre el invierno argentino y el europeo. Me atrae la cultura y la sociedad, y en lo cotidiano el respeto por el otro es algo admirable.
— ¿Qué cosas extrañás de acá y qué creés que vas a añorar de allá cuando vuelvas (si es que tenés pensado volver)?
— No soy de extrañar.
— ¿Qué lugar le otorgás al espectador en tus obras y cómo vivís las devoluciones del público y la crítica?
— Lo del público me parece real y es lo que más me importa, lo de la crítica me parece algo sucio: nuestro sistema acá está muy podrido y muy ligado a lo político. Tenemos unos pobres idiotas que dicen ser periodistas (digo pobres también en su capacidad de libertad); pobres porque están presos de un sistema y deben escribir lo que les ordenan para conservar su trabajo, pobres en cuanto a su forma de operar artera, sucia y corrupta, ligada directamente a la ideología y a los gobiernos de derecha, a la persecución política, al fascismo, a asesinar mediáticamente al que piensa diferente.
— ¿Por qué creés que ocurre esto?
— No es nuevo; periodistas corruptos existen desde siempre porque los medios están corrompidos. En ninguna parte del mundo existen medios independientes; siempre deben responder a intereses políticos y económicos, entonces no me afecta en lo más mínimo. La persecución política corresponde a las épocas del fascismo más acérrimo, a las épocas de Bernarda Alba, cuando Franco mandó a asesinar a Federico García Lorca, entonces no lo tomo como algo personal. Creo que les sirvo para exacerbar su odio y su fascismo y eso me da mucha risa porque quedan desnudos. Entiendo muy bien cómo operan los medios de comunicación, sobre todo los que dicen ser independientes o de izquierda, y ocultan un gran martillo en su mano derecha.