Actualmente, amor libre es un concepto que se escucha y se repite, aunque no siempre se trata con la profundidad que merece, sino que a veces es reducido a una idea bastante superficial. Así, un concepto que nace pensando en ampliar las posibilidades de los vínculos sexo-afectivos a veces cae en confusiones y se asemeja a lo contrario, adoptando reglas que imitan al modelo hegemónico. A continuación se buscará reflexionar sobre el tema de otra manera.
*Por Tamara Grosso
Cuando escuchamos las palabras amor libre, es probable que todos podamos formarnos una idea del concepto en la cabeza, aunque también es muy posible que esa idea difiera, incluso entre quienes en principio creen estar de acuerdo. Es que es uno de esos temas sobre los que se considera fácil opinar (¿si todos sabemos lo que significa amor y lo que significa libre, porqué amor libre no significaría lo que creemos?), pero al mismo tiempo no circula demasiada información al respecto.
¿Si todos sabemos lo que significa amor y lo que significa libre, porqué amor libre no significaría lo que creemos?
Eso genera, como con cualquier cosa de la que se habla sin informarse, que puedan darse por sentadas algunas cuestiones que en realidad no tengan por qué ser siempre de esa manera. Eso incluye, sobre todo, la suposición de que todos los vínculos sexo-afectivos que se encuadran en el amor libre son iguales, con las mismas reglas y que se puede generalizar sobre ellos
Para empezar, amor libre no significó siempre, ni para todo el mundo, lo que podemos entender actualmente. Por ejemplo, si bien el concepto surgió en contextos de movimientos socialistas y anarquistas, no tuvo un solo uso en esa época. Para muchos anarquistas era un sinónimo de «unión libre» y solamente implicaba la posibilidad de amar sin casarse legalmente ni por iglesia, de una unión sin autorización de las instituciones. Pero por lo demás era similar a una pareja monógama y heterosexual, es decir que no implicaba la posibilidad de relaciones sexo-afectivas libres, fuera de la pareja, parejas abiertas o vínculos o entre más de dos personas.
Al mismo tiempo, actualmente también pueden encontrarse usos diferentes de este concepto que, al no estar aclarados, hacen surgir confusiones. Estas diferencias tienen que ver con lo que podríamos distinguir como amor libre y amor neoliberal. Desde el amor libre los vínculos abiertos que se plantean buscan ampliar las posibilidades del amor y se basan en la idea de que es posible amar a más de una persona a la vez. Además, no se critica desde ese punto de vista la monogamia como una opción tan válida como las demás, pero sí se puede criticar la «cultura de la monogamia», como un modelo hegemónico en el que la monogamia es o bien la única posibilidad, o bien la regla con la que medir cualquier otro tipo de vínculo.
lo que podemos nombrar como «amor neoliberal» hace referencia a un modelo que piensa las relaciones abiertas o no monógamas desde el fundamento de garantizar las libertades individuales:
En cambio, lo que podemos nombrar como «amor neoliberal» hace referencia a un modelo que piensa las relaciones abiertas o no monógamas desde el fundamento de garantizar las libertades individuales: ya no tiene tanto que ver con amar libremente sino con amar sin perder la libertad de relacionarse sexual o afectivamente -o solo sexual- con quién se quiera. Y eso, aunque parecen ideas similares, en realidad se trata de pensamientos opuestos.
El amor libre es como ser vegetariano
En algunos casos, sobre todo cuando se cae en la trampa del lenguaje de llamar amor libre al amor neoliberal, se llegan a pensar las relaciones abiertas, por ejemplo, un conjunto de reglas que deberían aplicar a todos los casos. Algunas personas, cuando alguien les cuenta que tiene una relación de ese tipo,asumen que esa persona puede tener sexo con quien quiera pero no involucrarse emocionalmente. Eso implica, a su vez, que enamorarse o que la pareja se enamore de otro sería un gran problema. O quizás asumen algo diferente, pero creen también que ese conjunto de reglas es único y se aplica a todas las relaciones. Eso es un error, ya que el amor libre se basa en la confianza y en acuerdos que justamente se construyen y no están preestablecidos.
Podemos hacer una comparación, que puede parecer injustificada por comparar dos cosas que no tienen nada que ver, pero que sirve como analogía: «El amor libre es como ser vegetariano». ¿En qué sentido? Hay muchos tipos de vegetarianos. Los motivos por los que tomaron la decisión de no comer carne son distintos: algunos por amor a los animales, otros para estar más saludables, algunos porque la familia ya era vegetariana cuando nacieron y los educaron de esa manera, otros para combatir alguna enfermedad. Además algunos de los vegetarianos son veganos, tampoco comen ni leche ni queso ni nada derivado de un animal.
Más allá de esos motivos, hay otra diferenciación fundamental. A algunos la carne no les gusta. Se asquearon de ella o nunca les gustó. Para ellos no comerla es la decisión más natural. Incluso lo que aprendieron desde muy chicos, o lo que decidieron cuando eran niños que se negaban a terminarse todo el plato de comida. Para otros no. Hay vegetarianos que admiten que les encantan las hamburguesas o que las milanesas son su comida favorita, pero deciden no comerlas. Y otra vez: lo deciden por distintos motivos. Porque no quieren comerse al que consideran un semejante, porque no quieren introducir cosas muertas en su cuerpo, porque quieren una alimentación libre de las hormonas y el alimento balanceado con que se alimenta el ganado.
Vivir los vínculos sexoafectivos de una forma diversa, distinta a la hegemónica, puede ser una decisión que a veces cuesta, pero que se toma como una elección y con una convicción.
Esos vegetarianos a los que siempre les gustaron las milanesas tomaron una decisión que creen que es mejor para ellos o para otros seres y la mantienen a fuerza de voluntad. Es ahí donde la decisión, para hacer una analogía, se puede comparar con el amor libre, o con quienes deciden tener una pareja abierta. A algunos les saldrá como algo natural: no se consideran celosos, no se sienten posesivos, la idea de pareja que impone la institución tradicional de la familia les resulta ajena y vivir los vínculos de otra manera les resulta lo más fácil. Otros no. Vivir los vínculos sexoafectivos de una forma diversa, distinta a la hegemónica, puede ser una decisión que a veces cuesta, pero que se toma como una elección y con una convicción.
Hacer algo por convicción no implica que vaya a ser fácil. Ningún ideal llega a ningún lado sin voluntad, y menos cuando implica, además, cambiar hábitos que ya tenemos aprendidos y naturalizados, y que son parte de nuestra educación sentimental, es decir, que hacen a nuestras emociones. Sentimientos como pueden ser los celos o el antojo de comer algo no van a desaparecer automáticamente porque tomemos una decisión, aunque nos parezca la mejor. Pero sentirlos no significa que sean naturales ni que no vayan a desaparecer nunca. Sino que llegar a vivir como queremos es un proceso que necesita esfuerzo. ¿Qué otra cosa es el amor si no es esfuerzo? ¿Qué otra cosa puede ser el amor si no es libre?