Luego de que María Virginia Godoy, mejor conocida como Señorita Bimbo, hablara sobre aborto en el programa conducido por Jorge Rial, la palabra «Misoprostol» se convirtió en la más buscada en Google Argentina. En el contexto actual, el tabú que pesa sobre el aborto alimenta la desinformación sobre un derecho urgente para la salud sexual y reproductiva de las mujeres. ¿De qué se trata este medicamento? (Ilustración de portada: La Cope)
En Argentina, se estima que entre 450 mil y 500 mil mujeres abortan cada año. De ellas, más de 70 mil ingresan a hospitales públicos por complicaciones, muchas de las cuales deben soportar secuelas, como la esterilidad. La interrupción voluntaria del embarazo es una práctica que atraviesa todas las clases sociales, pero que afecta particularmente a las más desfavorecidas: aquellas que no tienen recursos económicos y se someten a procedimientos sin los requisitos mínimos de higiene y salubridad. Muchas tampoco tienen acceso a información que les permita conocer los métodos más seguros para no arriesgar su vida. Hace unos días, Señorita Bimbo fue invitada al programa Intrusos y quebró el silencio en la esfera mediática sobre uno de ellos: el misoprostol.
El misoprostol es un medicamento introducido en la década del ’80 para el tratamiento y prevención de úlceras gástricas. Años después, se descubrió su uso ginecológico para la interrupción voluntaria del embarazo: de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), es uno de los métodos más recomendados y seguros.
El misoprostol es un medicamento introducido en la década del ’80 para el tratamiento y prevención de úlceras gástricas. Años después, se descubrió su uso ginecológico para la interrupción voluntaria del embarazo: de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), es uno de los métodos más recomendados y seguros y puede ser aplicado en la propia casa. Las investigaciones médicas demostraron que tiene una tasa de efectividad del 85%, que aumenta si se combina con la administración de Mifepristona, otro compuesto con propiedades similares.
Actúa provocando contracciones en el útero, lo que ocasiona el desprendimiento y expulsión del tejido formado por el embarazo, algo similar a lo ocurrido durante un aborto espontáneo. De acuerdo a los protocolos elaborados por la OMS y la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología (FLASOG), es recomendable utilizarlo durante el primer trimestre de gestación, en particular hasta la semana 9, puesto que los riesgos son menores – lo que no implica que no pueda ser administrado luego de ese período con ciertas indicaciones -. Para el proceso, son necesarias 12 pastillas que se toman en tres dosis, por vía sublingual o vaginal. En la mayoría de los casos, el aborto se completa en un término de entre 24 y 48 hs.
En Argentina, el misoprostol es producido y comercializado bajo el nombre de Oxaprost por Laboratorios Beta, empresa privada que aprovecha su monopolio para establecer precios irrisorios. Antes de la llegada de Cambiemos al gobierno, la caja de 16 unidades había sido incluida en el Programa de Precios Cuidados y tenía un valor de 450 pesos. En 2014, esta versión fue discontinuada por el Laboratorio, al mismo tiempo que se lanzó al mercado una presentación de 20 pastillas a un precio de 1070 pesos. Este juego abusivo de poder fue denunciado a la Comisión de Defensa de la Competencia por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Nuevo Encuentro y Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto. Beta retiró la presentación de 20 pastillas pero aumentó la caja de 16.
El misoprostol alcanza un valor que ronda los 3 mil pesos y, aún así, muchas farmacias se niegan a venderlo a las mujeres o exigen requisitos innecesarios e ilegales como una constancia de que quien lo compre no esté embarazada o una doble prescripción médica.
En la actualidad, alcanza un valor que ronda los 3 mil pesos y, aún así, muchas farmacias se niegan a venderlo a las mujeres o exigen requisitos innecesarios e ilegales como una constancia de que quien lo compre no esté embarazada o una doble prescripción médica. Muchas ni siquiera conocen que es una opción. El tabú moral que aún pesa sobre el aborto lleva a un circuito de desinformación peligroso, que mantiene a las mujeres en la oscuridad cuando se trata de conocer sus derechos.
A pesar de la insistencia de las organizaciones mencionadas, el misoprostol aún no ha sido reconocido como medicamento obstétrico por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentación y Tecnología Médica (Anmat). Esto significa que está lejos de ser elaborado de forma estatal, a pesar de que sea la misma OMS la que lo recomienda. De acuerdo a la ley 26.688, el Estado tiene la autoridad de asumir la fabricación nacional de medicamentos considerados esenciales a partir de una escala de prioridades. Pero la inacción no sólo beneficia al monopolio farmacéutico, sino también a un mercado que lucra con el miedo y que vende imitaciones falsas de la pastilla.
(Leer nota relacionada: La lucha por el aborto legal, seguro y gratuito: ser dueñas de nuestro cuerpo)
Ante la falta de atención por parte del Estado, el feminismo desarrolló redes de contención que también llevan adelante la lucha por el aborto seguro, legal y gratuito. En el 2012, surgió por ejemplo Socorristas en red, un grupo de activistas que cuenta con más de cuarenta colectivos en todo el país, y que acompañan a las mujeres que requieran interrumpir su embarazo. Además de realizar un seguimiento de cada caso particular, brindan información sobre el uso seguro de la medicación y establecen vínculos con sectores del sistema de salud que actúan de manera respetuosa. Su tarea, además, permite que las mujeres socialicen y compartan sus experiencias sobre una práctica que está marcada por el estigma, el miedo y la culpa.
La tarea de Socorristas en Red permite que las mujeres socialicen y compartan sus experiencias sobre una práctica que está marcada por el estigma, el miedo y la culpa.
La despenalización y legalización del aborto continúa siendo un derecho urgente para asegurar la salud de miles de mujeres que buscan decidir por sí mismas. Mientras la clandestinidad es la principal causa de mortalidad materna, el Estado sigue mirando hacia otro lado y dejando que los tabúes morales y religiosos anulen el debate, favoreciendo en el proceso a los bolsillos de quienes lucran con el cuerpo de la mujer.