El jueves 25 de enero se llevó a cabo la función de prensa de La Sagradita, obra escrita por Selva Palomino y dirigida por Gilda Bona que pone en escena las proverbiales tensiones entre peronistas y antiperonistas durante la agonía de Eva. Los cinco personajes de esta trama están situados a un lado y otro del inmenso abismo que los separa; en el medio emerge la figura mítica de Evita como el hada protectora de sus descamisados. La obra se presenta todos los jueves a las 21 hs. en el Camarín de las Musas (Mario Bravo 960).
Año 1951. Noroeste argentino. La historia política sangra por la agonía de Eva Perón y sus descamisados están a punto de quedar a la deriva. En esa cuerda floja de la desprotección se despliega una serie de episodios que determinan el itinerario de los cinco personajes que protagonizan esta historia de amores y odios: políticos, familiares, públicos y privados, todos ellos inscritos en la extensa tradición de la lucha de clases desatada sobre estas tierras.
Adela (Raquel Albéniz), es una señora ricachona y ferviente antiperonista. Tiene cierta afición al juego, a las joyas, a las prendas costosas y al maltrato físico hacia los sirvientes que pululan por su caserón situado en la provincia de Salta, a quienes otorga el tratamiento de auténticos esclavos. Elena (María Forni) es la hija y su perfecto contrapunto: esta joven mujer tiene una profunda admiración por la figura de Evita y su mayor anhelo es poder conocerla.
La pareja viaja de provincia en provincia, y a su paso se encuentra una y otra vez con estos personajes que los ponen al tanto del estado crítico de salud de “la Sagradita” (como decide llamarla Darbón). Y es que Paquito no sólo asegura conocerla sino también estar escribiendo una obra a cuatro manos con la mismísima Eva Perón.
Elena se fuga con Mariano (Germán Rodríguez), una suerte de gigoló de los pagos del norte que engatusa a muchachas desprevenidas y —al igual que Adela— milita en las filas antiperonistas, aunque no con la misma pasión que su suegra quien, por otra parte, lo detesta y no aprueba la relación. El deseo de Elena se concreta simbólicamente cuando en uno de los hoteles por los que pasan durante su fuga conocen a Paquito (Emiliano Díaz) y Darbón (Fernando Sansiveri), administradores de un circo decadente devenidos dramaturgos y hombres de la escena teatral.
La pareja viaja de provincia en provincia, y a su paso se encuentra una y otra vez con estos personajes que los ponen al tanto del estado crítico de salud de “la Sagradita” (como decide llamarla Darbón). Y es que Paquito no sólo asegura conocerla, sino también estar escribiendo una obra a cuatro manos con la mismísima Eva Perón. Los niveles de credibilidad no son muy altos, pero Elena se deja llevar por el relato onírico de Paquito y decide representar el papel de su ídola en la obra próxima a estrenar.
Con un buen texto, actuaciones sólidas, buenas dosis de humor e ironía y un atinado dispositivo escenográfico que facilita esa dinámica de ascensos y caídas en la que se ven envueltos los personajes, La Sagradita logra arrastrar al espectador a esa atmósfera de desprotección signada por las dicotomías de época y la ausencia irreversible de la mítica figura de Eva, que aquí adquiere gran potencia y habilita también una relectura de las tensiones actuales.