«Yo creo que hay lectores, nuevos y viejos, que los lectores siempre son una minoría, un grupo acotado de personas…Creo que eso está bien», señala Santiago Craig, quien recientemente acaba de publicar el libro Las tormentas (Entropía, 2017). En los cuentos del autor, un aire calmo prelude a la tormenta: «Hay una amenaza en varios de los textos, algo que está a punto de pasar o que ya pasó, pero que desparrama sus efectos», afirma al respecto.
Sobre el autor
Santiago Craig nació en Buenos Aires en 1978. Publicó el libro de relatos El enemigo (2010) y el poemario Los juegos (2012). Sus cuentos fueron incluidos en diversas antologías y recibieron premios tanto en Argentina como en España. Las tormentas fue reconocido con una mención especial en el Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz.
Al borde del vértigo
El libro Las tormentas (Entropía, 2017) de Santiago Craig propone una narrativa de largo aliento, con recursos de fuerte registro poético, para llevar adelante sus cuentos donde lo real muestra sus diferentes vértices sin necesidad de recurrir a ningún guiño fantástico. En esa dirección, en los diferentes relatos se puede apreciar una atmósfera tensa, un aire espeso que empieza a ralentizar la respiración de los distintos personajes en una calma que antecede a la tormenta.
«En mi caso, creo que la mirada poética le borra un poco los bordes a las cosas y a la vez las fija, como decía Rimbaud, justamente, al borde de un vértigo. Hay cuentos de Las tormentas que empezaron siendo un poema, por ejemplo», señala el autor a La Primera Piedra. ¿Qué puntos de contacto existen entre la poesía y la narrativa? ¿Qué lugar ocupa la literatura como consumo cultural? Esas y otras respuestas, en la siguiente entrevista.
— A lo largo del libro, se puede evidenciar un clima de tensa calma en los distintos relatos, como en las horas previas a una tormenta. ¿El nombre del libro pensás que sirve como hilo conductor en ese sentido?
— De algún modo, sí. Hay una amenaza en varios de los textos, algo que está a punto de pasar o que ya pasó, pero que desparrama sus efectos. De todos modos, creo que el hilo conductor se lo da cada lectura y que cada lectura es individual, algo difícil de predecir o preestablecer desde la escritura.
— Tu narrativa tiene muchos elementos poéticos. ¿Cuál es tu relación con el género? ¿Qué puede tomar la narrativa de la poesía?
— Mis primeras lecturas fueron de poesía. Idolatraba a Rimbaud, a Baudelaire… Escribí mucha poesía, durante años. Todavía escribo. Y leo poesía siempre. Leo y releo. No se si hay algo general que pueda tomar la narrativa de la poesía. En mi caso, creo que la mirada poética le borra un poco los bordes a las cosas y a la vez las fija, como decía Rimbaud, justamente, al borde de un vértigo. Hay cuentos de Las tormentas que empezaron siendo un poema, por ejemplo. Cuando escribo trato de que no haya muchos bordes entre esos dos registros. En realidad, no lo pienso. Me sale así.
En mi caso, creo que la mirada poética le borra un poco los bordes a las cosas y a la vez las fija, como decía Rimbaud, justamente, al borde de un vértigo.
— ¿Y viceversa: de la poesía a la narrativa?
— Como te digo, más bien mezclo todo. Por ejemplo, hace unos años gané un concurso de poesía que derivó en la publicación de un libro. El poema más largo de ese libro se llama «Los juegos» y era un cuento que fui recortando y reacomodando hasta transformarlo en un poema. Los poemas pueden contar historias, los cuentos transmitir una mirada más asociada al registro poético. De hecho, es algo que busco cuando escribo, me gusta cuando eso sucede.
— Tus cuentos, al contrario de una tendencia actual en la narrativa que se alimenta de capítulos breves, son de largo aliento. ¿Es una decisión consciente?
—Escribo bajo dos condiciones básicas: cuando puedo y como puedo. No es una decisión de longitud, más bien de cuándo creo que algo termina, que algo empieza. Es intuitivo y también tiene que ver con un trabajo de corrección, de pensar dónde hacer o no una pausa. Muchas veces, escribo hasta llegar a una idea o un concepto o una imagen y cuando la encuentro, termino el capítulo, el fragmento, el cuento, el libro.
— En relación con eso, hay varios cuentos («Ir unos días a un lugar sin nadie a descansar», «Hacer un pozo y meterse dentro», por ejemplo) que bien podrían ser fragmentos de una novela o un relato más extenso. ¿En algún momento del proceso de escritura se te cruzó por la cabeza la idea de continuarlos?
—No, esos cuentos nacieron como cuentos y ahí se quedaron. Pero es curioso que me preguntes justo por esos dos que cuentan la historia de gente que se va de vacaciones. Acabo de terminar de escribir una novela y, justamente es una historia de vacaciones. A lo mejor, sin darme cuenta, los seguí.
Muchas veces, escribo hasta llegar a una idea o un concepto o una imagen y cuando la encuentro, termino el capítulo, el fragmento, el cuento, el libro.
— ¿Cuál es tu panorama de la literatura argentina contemporánea? Sergio Olguín, por ejemplo, me señaló que se recuperó a un público que se había perdido.
— No tengo una opinión formada al respecto. Leo contemporáneos, pero, como dijo Chesterton una vez que le preguntaron qué opinaba de los franceses: «No los conozco a todos». Yo creo que hay lectores, nuevos y viejos, que los lectores siempre son una minoría, un grupo acotado de personas…Creo que eso está bien.
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— En Las tormentas se puede ver con nitidez imágenes potentes en los distintos relatos, sin necesidad de grandes descripciones. ¿Creés que ser parte de la generación de escritores que tuvieron a la televisión y al cine como un consumo cultural ayuda a ese factor?
— Es probable. Muchas veces pienso en escenas, en planos cuando escribo. No tengo conocimientos técnicos de cine, ni mucho menos, pero vi muchas películas, claro, mucha tele. También los cómics, las publicidades…no sólo de los libros salen los libros, ¿no?
— Un poco en la misma dirección, ¿cómo pensás que puede competir la literatura con otros consumos culturales en esta época de hiperconectividad?
— Siento que la literatura no tiene que competir con nada. Tampoco tiene que tratar de ganar el espacio que las personas le dan a hacer otras cosas. Creo que los libros y las personas se encuentran solos. Creo que comprar libros, o bajarlos es un consumo que compite con otros consumos, leer no. Creo que es otra cosa. Otra cosa mejor.
— ¿Qué autores tenés como referentes? (Contemporáneos o no, nacionales o extranjeros)
— En distintas etapas de mi vida tuve distintos referentes: Henry Miller, Rimbaud, Cortázar, John Cheever, Samel Becket, Kafka, Dostoievsky. Muchos.
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— Además de escribir, llevás adelante talleres literarios. ¿Qué te aporta esa experiencia a tu propia obra?
— La experiencia del taller te obliga a ser un mejor lector. De la obra de otros, pero también de la tuya. Aporta una atención, un foco. El taller me obliga a releer, a repensarme en oros momentos o etapa de mi formación. Me enfrento a otras formas de concebir y producir y en esa dinámica también aprendo.
Creo que comprar libros, o bajarlos es un consumo que compite con otros consumos, leer no. Creo que es otra cosa. Otra cosa mejor.
— A la hora de escribir, ¿tenés algún mecanismo o rutina?
— Como te decía antes, escribo cuando puedo, pero trato de escribir siempre, un poco, todos los días. A la mañana, en el trabajo, a la noche. Cuando puedo. Muchas veces anoto cosas en papeles, en el teléfono. En lugares insólitos. Por ejemplo, hace poco, esperando para jugar un partido de fútbol, abrí la computadora y me puse a escribir en el auto. No dejo nunca de pensar en lo que estoy escribiendo y, si hay algo por ahí que me sirva, lo agarro.
— Por último, ¿qué consejo le darías a alguien que está dando sus primeros pasos en la literatura?
— No se si puedo dar consejos, la verdad, pero sí tuviera que decir algo diría que hay que escribir mucho, corregir mucho, leer mucho. Lo obvio sirve. Que, cuando escriba, no piense mucho en los demás. Que para eso está la vida. El resto de la vida.