Primicia mortal: la sangre como pago y recompensa

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Primicia mortal: buen título para un thriller, hay que decirlo. Dos palabras más que atinadas a la hora de ilustrar la esencia de esta película. Se trata de un cóctel peligroso que combina la búsqueda desenfrenada de primicias y, por supuesto, la muerte. Sangre es el precio que debe pagarse por la exclusividad de una noticia y, al mismo tiempo, la recompensa recibida por “el trabajo bien hecho”; la sangre oficia aquí como vía de acceso al objeto de deseo y como el objeto de deseo mismo.

Louis Bloom, camarógrafo profesional, es empleado de una estación de noticias de Los Ángeles en caída estrepitosa por sus bajos niveles de audiencia. Aparentemente ya no queda mucho por hacer, pero Lou es un joven ambicioso y aspira a un ascenso en su carrera profesional, cueste lo que cueste. Nina, directora de programación y jefa de Lou, está dispuesta a jugar el juego que él le propone para salvar su pellejo. Si al comienzo del film este personaje intenta demostrar algún recato ético, al final se muestra tan o más despiadada que el propio Lou.

El primer impacto que nos genera esta historia es, sin lugar a dudas, la dimensión polémica del asunto tratado. Sabemos que todo lo que ocurre en el film es éticamente incorrecto (filmar accidentes, tiroteos, choques fatales, agonías, muertes), pero también sabemos que se trata –por desgracia- de una fiel representación de lo real, sabemos que quizás sea la manera exacta en la que funcionan los entretelones de un canal de noticias. El film se propone incomodar, y lo logra; pero esa incomodidad llega al espectador con una risa nerviosa, que resulta de los guiños proporcionados por el guión. Que un medio de comunicación llegue a la escena del crimen antes que la policía es irrisorio, que el crimen sea enteramente registrado por las cámaras es inaceptable, pero que la primera pregunta de Lou a su asistente Rick luego de un tiroteo sea: «¿Lo grabaste?», es casi un absurdo. La película oscila todo el tiempo en esa cuerda floja: entre la gracia risueña y el escándalo moral. Sospechamos que es una estrategia de los realizadores para no ser tan radicales a la hora de la crítica. Es como si nos dijeran: «Todos sabemos que estas cosas funcionan así pero… ¿qué podemos hacer al respecto?». He aquí el quid de la cuestión: las leyes del mercado son las que rigen este mundo y todo lo regulan. Así es y así debe ser, dirían los muchachos que supieron ser reyes en los ’90. Extraigo una frase a modo de cita (escandalosa): «No puedo arriesgar el éxito de mi empresa por un empleado que no es de fiar», dice Lou. Una verdadera patada en el estómago; aún así, desde la lógica capitalista es una premisa perfectamente aceptable.

Los aciertos de esta película. Por un lado, tenemos una gran caracterización de personajes: tanto Lou como Nina son seres desalmados, sin escrúpulos, que están dispuestos a todo con tal de conseguir lo que quieren. Es interesante la relación dual que se plantea en el relato: Nina es la jefa y Lou su subordinado, pero ambos saben que ella depende de él para subsistir en un medio donde todos se aplastan las cabezas por subir un escalón más, entonces los roles se invierten. Sobrevuela aquí el componente erótico propio de las relaciones de poder, interesante aunque no completamente desarrollado en una escena demasiado extensa y estática que desarrolla la negociación y el pacto entre ambos. Por otra parte, hay que destacar la labor de Jake Gyllenhall (Lou), quien ciertamente se luce en su papel. No faltan las escenas de acción con coches volando por los aires y, además, hay grandes momentos de suspenso con cámara en mano y un gran empleo del zoom para recrear la perspectiva del protagonista. Él hunde la lente de su cámara en sitios privados hasta alcanzar el dolor más profundo de las víctimas, y nuestros ojos –de algún modo– van detrás de esa lente, acompañándolo en su recorrido. Habría que preguntarse, ¿quiénes son las víctimas realmente en todo este juego? ¿Quién es el cazador y quién es la presa? ¿Cuál es el límite entre lo público y lo privado?

El punto débil de este film probablemente sea esa timidez con que se aborda la crítica hacia el quehacer mediático (podría ser mucho más dura pero tan sólo se trata de una palmada en el hombro a la industria mediática del entretenimiento). Al ver estas crueles escenas no podemos dejar de pensar que gran parte de ellas están estrictamente “basadas en hechos reales” (y hasta quizás algo atenuadas). Lo importante es tomar ese hilo y tirar del carretel para seguir pensando cómo funciona todo esto y por qué lo aceptamos. Es una crítica a los comunicadores sociales pero también a los consumidores mediáticos (dos caras de una misma moneda). Si hoy los medios de comunicación tienen capacidad para construir la realidad (más que representarla), tendremos que suponer que hay públicos dispuestos a consumir esas realidades creadas, esas historias armadas. Hoy más que nunca, parece haber ojos deseosos de carroña.

 

Ficha técnica                                                                                                                       

Título original: Nightcrawler

Duración: 117 min

País: Estados Unidos

Guión y dirección: Dan Gilroy

Reparto: Jake Gyllenhaal, Rene Russo, Riz Ahmed, Bill Paxton

Por Laura Gómez

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