El libro En otra vida fuimos pájaros (Modesto Rimba, 2017) de Valeria Sabbag propone una invitación al movimiento continuo y la dificultad de encontrar un sentido definitivo en un contexto de constante cambio. Con una musicalidad propia, la búsqueda es constante y se detiene en distintas estaciones: la naturaleza, las relaciones y la propia literatura.
Nada se queda quieto
Valeria Sabbag nació en Buenos Aires en 1974. Es licenciada en publicidad. Colaboró para distintas revistas y sitios digitales. Publicó Deliciosos cigarrillos (cuentos, 2007) y La soledad del instante (poesía, 2014).
Nada se queda quieto
¿Cómo describir, definir, nombrar aquello que nunca se queda quieto? ¿Cómo evitar que la foto del sentido salga movida? El libro de poemas En otra vida fuimos pájaros (Modesto Rimba, 2017) de Valeria Sabbag invita a realizar esa búsqueda por más que el resultado final se presente, a priori, como desalentador. Después de todo, la poesía puede asumir la derrota anticipada para lograr su cometido.
En el primer poema del libro pueden leerse los siguientes versos: «sobrevolando una cabeza/ que aunque quiera/ no entiende». Ahí ya aparecen dos premisas que pueden encontrarse a lo largo de todo el libro: el movimiento y la reflexión, sin ser antagónicos, más bien complementarios. Lejos de la idea de la quietud y el reposo, el movimiento es también una forma de comprender y de adaptarse a un entorno que no sabe lo que es la permanencia y la previsibilidad. En ese sentido, la autora es tajante: «Nunca nada se quedará quieto/ para que lo toques».
Otro aspecto a destacar de En otra vida fuimos pájaros es la musicalidad que se propone a lo largo del libro, logrando un ritmo particular y una sonoridad envolvente que se va reforzando en cada poema. Un ejemplo: «En las mismas ventanas/ que respiramos/ perdemos/ los paisajes,/ en las chispas de cólera/ como vidrios sueltos/ el amor». Esa respiración, que se apoya en un corte de verso para nada aleatorio, puede identificarse tanto en los poemas largos de Sabbag, como en los más breves: «Aún aguardo la señal/ mientras apilo/ las piedras».
Reflexionando sobre la naturaleza y su movimiento notorio, las relaciones y sus cambios muchas veces imperceptibles y, también, sobre la propia poesía, el libro de Sabbag se sostiene de principio a fin, mostrando una coherencia pensada por la autora. «A mí la poesía/ siempre me mira/ a los ojos», escribe en un poema, mientras que en otro se pregunta: «Qué quedará/ cuando abramos/ los ojos/ y los besos/ se hayan ido». Entre esas afirmaciones y preguntas, avanza una vida en la que nada nunca espera quieto.