Los poemas de Yelmo (El ojo del mármol, 2016), de Noelia Rivero, se sumergen en la búsqueda constante de lugares ocultos debajo de las superficies cotidianas. Con un tono onírico que predomina a lo largo de todo el libro, la autora traza una radiografía que explora hasta los rincones más insospechados de una sensación.
Sobre la autora
Noelia Rivero nació en Buenos Aires, en 1979. Estudia Letras y publicó los libros de poesía Más claro todo (Zorra/Poesía, 2007), Every girl has a garden. Fiesta en un patio en Temperley (Zorra/Poesía, 2009), libro-álbum ilustrado por Pablo Besse. Coordinó el taller El Unicornio, destinado a niños, niñas y adolescentes, para la Secretaría Nacional de niñez, adolescencia y familia. Como resultado del mismo, compiló el libro Querer decir, querer pensar, querer valer (2008). Sus poemas fueron incluidos en varias antologías como Poetas Argentinas 1961-1980 (Ediciones del Dock, 2008). Entre 2004 y 2010 creó y llevó adelante la editorial Zorra/Poesía.
La abundancia de lo oculto
“Lugares para ver sin ser dañado”. Así describe Tamara Domenech en la contratapa los recorridos de Yelmo (El ojo del mármol, 2016), un poemario en el que Noelia Rivero se abstrae de los ámbitos cotidianos para tomar vuelo a partir de la observación minuciosa y reflexiva. Intercalando el verso y la prosa, la autora se cuestiona constantemente la realidad en la que se encuentra, para llegar a algún lado oculto, sintiendo a cada paso “el movimiento que implica ir hacia allí”.
Tu hermosa nuca/ de donde podría extraer un cristal para un mago,/ la volveré a ver./ Me olvido/ Tres, cuatro pasos en la hierba/ entre niñas de vestidos azules,/ me dan pan. Me olvido. El tono onírico de los poemas se adentra en las sensaciones, sumergiendo al lector en una suerte de plano paralelo. Como si se tratase de una radiografía personal, invita a alejarse e ir más allá de la superficie de las cosas. “No sé qué dirección toma/ el viento que veo en otoño,/ si circular/ en la temprana tarde oscura/ o lleno de energía de semillas viajando/ cuando el sol está más claro”.
Uno de los recursos que la autora utiliza para jugar con las ideas y suscitar imágenes dinámicas es la repetición, que permite pasar a extremos turbulentos en unos pocos versos.“Mi alma quiere helado de limón/ Mi alma se estrellaría contra esos tanques/ Mi alma resucitaría del fuego”. Esto convive con las transformaciones que son una constante a lo largo de todo el libro. Mis palabras se incendian. No tengo palabras./ Sólo tengo humo en la yema de los dedos/ humo de la rosa, del príncipe/ del salto montaraz de las jirafas/ esas tupidas jirafas/ en estos ojos de humo.
Yelmo parece así incursionar en una búsqueda constante que la autora emprende mediante la abundancia de descripciones y escenas que trazan un camino sinuoso a través del poemario. Así, el lector puede no saber qué es lo que cada poema le deparará al final de sus versos, pero, como dice Tamara Domenech, tendrá «la seguridad de que es en el fondo donde las cosas suceden”.