Luciano Arruga: sólo era un pibe más del conurbano

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Las mezclas de sensaciones invaden el terreno, la alegría de conocer el paradero y el dolor por su muerte: el cuerpo de Luciano Arruga fue encontrado después de cinco años y ocho meses en el cementerio de la Chacarita, habiendo sido enterrado como NN a los pocos días de su desaparición. Su familia lo buscó desde el primer momento y aún así fue abandonado como una persona no identificada. Desde los medios hasta la sociedad en su conjunto, nunca se le dio importancia al hecho: sólo era un chico más del conurbano, y encima pobre.



Sin importancia, sin nada que dejar en la sociedad: la vida no tiene validez cuando los recursos económicos no lo ameritan. La desidia de la burocracia estatal, la complicidad de la policía bonaerense que sigue siendo la principal responsable del hecho, y la sociedad que nunca se interesó –porque los medios no lo informaron o porque simplemente no tenía importancia– son culpables.

Las versiones oficiales, los rumores y las sospechas ya recorrieron todo el espectro posible de información. Desde el hallazgo del cuerpo el pasado viernes, se dijeron muchas cosas, se expresaron varios familiares y amigos, y los medios de comunicación aportaron su cuota cotidiana de reduccionismo, banalización y achatamiento de la noticia. Lo grave es que siempre que algo se minimiza, hay vidas en el medio que se pierden.

La construcción del caso refiere a un accidente de tránsito sin mayores cuestionamientos, dejando de lado las denuncias realizadas sistemáticamente por la familia de Luciano Arruga a la policía bonaerense y las diferentes evidencias que constatan las torturas, secuestros y amenazas sufridas en vida. Hay muchas dudas que no se resuelven. Queda mucho por investigar y muchos testimonios que demuestran un trasfondo más poroso, lleno de complicidades. No hay que dejar de mencionarlo: la policía de la Provincia de Buenos Aires sigue siendo la principal implicada en el caso.

En casi seis años, nadie pudo investigar de manera profunda dónde estaba Luciano Arruga. ¿Es que un cuerpo puede desaparecer tan fácilmente? La pobreza implicó la no búsqueda, el no interés y la no indagación.

Habiendo pasado por un hospital, siendo operado en él, estando varios días en la morgue, y en un montón de instancias burocráticas en las cuáles se debe dejar constancia de cada paso, nadie pudo dar una respuesta. En cinco años, nadie pudo investigar de manera profunda dónde estaba Luciano Arruga. ¿Es que un cuerpo puede desaparecer tan fácilmente? ¿Y el nunca más? La pobreza implicó la no búsqueda, el no interés y la no indagación. En lo personal, me da mucha impotencia promulgar tantos principios que creemos recuperados con la democracia, pero que en el caso de Luciano, como en tantos otros, no estuvieron presentes.

Hubo una complicidad de muchos sectores para no investigar esta causa, sea el que sea responsable no es cuestión de partidismos sectarios, sino de toda una estructura que sigue permitiendo funcionamientos similares a los de la última dictadura militar: persecución, torturas y desaparición. El pobre se muere de hambre o de balas, da igual.

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Detrás del pedido de más seguridad

El caso Luciano Arruga visibilizó una problemática que permanece. La corrupción policial, la cantidad de jóvenes asesinados y desaparecidos, las increíbles cifras de las víctimas de gatillo fácil –a las que no se menciona cuando se analizan los problemas de la “inseguridad”–, la extorsión a chicos que están en una situación de vulnerabilidad social –más allá de la económica– para que salgan a robar en zonas liberadas por la propia policía que aparece cuando se pide más seguridad.

El destacamento policial en el que el joven de La Matanza fue detenido ilegalmente y torturado, por lo menos dos veces, fue instalado allí como respuesta a la exigencia de más seguridad por parte de los vecinos que pertenecen a las clases más acomodadas de la zona. Los mismos policías que “trabajaban” en dicho lugar, se encargaban de dejar zonas liberadas para el cometido de diferentes delitos con el fin de robar para ellos. No es necesario pensar mucho, aunque suene simplista, para darnos cuenta que este tipo de prácticas se convierten en un círculo vicioso: pedido de más seguridad, más policías, más zonas liberadas, más pedidos de seguridad, más policías, más zonas liberadas…

El caso Luciano Arruga visibilizó una problemática que permanece. La corrupción policial, la cantidad de jóvenes asesinados y desaparecidos, las increíbles cifras de las víctimas de gatillo fácil, la extorsión a chicos que están en una situación de vulnerabilidad social para que salgan a robar en zonas liberadas por la propia policía que aparece cuando se pide más seguridad.

La discusión analizada en diarios y programas de radio o televisión, durante estos casi seis años, estuvo más vinculada a si los jóvenes salían o no salían a robar pero nunca se asomaba la tan ansiada profundidad del hecho: el problema –invisibilizado– es que un organismo del estado como es la institución policial utilice y amenace a chicos para robar para ellos.

Imagen de la Revista Anfibia: http://revistaanfibia.com/autor/m-a-f-i-a/

FOTO: M.A.F.I.A.

El poco valor que tiene la vida de los pobres

“Nosotros seguimos denunciando la criminalización y la discriminación hacia los jóvenes, seguimos denunciando la violencia institucional. Y hoy más que nunca denunciamos la violencia institucional en su conjunto. Cinco años y ocho meses pidiendo que se busque a Luciano, y lo logramos con la aceptación de un hábeas corpus, que pudo dar con el cuerpo de un pibe enterrado como NN. Y eso nos tiene que replantear un conjunto de cosas como sociedad: el poco valor que se da a la vida de los pobres.»

Testimonio de Vanesa Orieta, hermana de Luciano Arruga, en la conferencia de prensa realizada el día que encontraron el cuerpo.

Es imaginable pensar que si Luciano Arruga no hubiese nacido donde nació, el caso se podría haber resuelto mucho antes, pero no hubo decisión para hacerlo. Su familia estuvo todo este tiempo golpeando las puertas que se cruzaron en el medio para recibir una respuesta que finalmente, terriblemente, obtuvo. En este sentido, es necesario pensar y abordar el caso desde la problemática de la violencia institucional, y dar cuenta de que los pobres también tienen derecho.

Cinco años enterrado, cinco años de desesperación, cinco años de desidia, cinco años de negligencia, cinco años de indignación, cinco años de olvido. Cinco años que no deben suceder nunca más, un nunca más efectivo, con una memoria activa que permita lograr una democracia real.

La familia de Luciano Arruga, principalmente su hermana, lucha para que el caso no termine reducido a un simple accidente de tránsito. Desde este lugar, me sumo para no achatar la noticia, para no mentir, para no ocultar. Luciano Arruga estuvo desaparecido cinco años y ocho meses por silencio, ocultamiento y complicidad. Estuvo desaparecido por ser pobre.

 

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