En su segundo libro de poemas, Ojalá el tiempo no fuera una prisión (El Ojo del Mármol, 2017), Samantha San Romé aborda la relación entre el amor -o el desamor- y el tiempo aportando una mirada singular, por momentos irónica, que le permite alejarse de los lugares comunes. Con un tono reflexivo que siempre busca el equilibrio entre el detalle y la generalización, la autora construye el retrato de un amor terminado, como excusa para reflexionar sobre el paso del tiempo y cómo afecta a las personas y a las cosas.
Por Tamara Grosso*
Sobre la autora
Samantha San Romé nació en Chivilcoy (Provincia de Buenos Aires) en 1989. Estudió Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires y Guión de Cine y TV. Publicó Permanente en Editorial Árbol Gordo. Ojalá el tiempo no fuera una prisión es su segundo libro de poesía.
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El amor como excusa
En los poemas que conforman la primera y más extensa parte de Ojalá el tiempo no fuera una prisión (El Ojo del Mármol, 2017), Samantha San Romé se hace preguntas y reflexiona sobre temas como el amor y la poesía, sin temor a caer en lugares comunes. Logra alejarse de ellos jugando con la ironía, y a veces hasta acercándose al absurdo.
En los poemas retrata lo cotidiano del amor y el desamor, pero al mismo tiempo lo crudo: «Cuándo te despertás / lavás tus ojos cepillás tus dientes calentás agua en tu cocina / te perfumás abrís la puerta y sobre los pies / tenés temos vuelan / un montón de mariposas / las aplastamos contra el asfalto porque somos obedientes».
La reflexión es una constante, hasta el punto en que la temática amorosa se vuelve una excusa para pensar en cómo hablamos del amor: «desplegamos filosofía amorosa / sobre la mesa de los bares, / la cama. / Teorizamos / dictamos instrucciones para querernos […] / Sospecho que algún Dios se ríe de nosotros».
En una segunda parte, más breve, con el título «sobre exorcismos», el centro de atención se desvía desde el amor romántico, centrado en la relación de pareja, hacia el amor maternal y las relaciones entre generaciones de mujeres, algo que se mantiene hasta la última parte del libro. «Invoco mi herencia femenina / descubro estructuras en la madre de mi abuela , mi abuela, mi madre, / las hermanas de mi madre / y todas las mujeres que amasaban en las cocinas / limpiaban los cuartos idolatraban a sus maridos / infieles distantes imposibles / y se sentían solas cuando se los sacaban de encima».
En ese mismo poema, San Romé explora la forma del poema, se permite nombrarse a sí misma, y pone todos los recursos en juego para decir algo contundente: «quizás no quiera concebir hijos ni aprender a rellenar canelones / la ruptura es con los deber ser deber decir deber hacer / para ser Samantha».